El Senado desafía a Bush y aprueba la ley de investigación con células madre
Destacados republicanos se desmarcan del presidente, que vetará de inmediato la norma
El Senado estadounidense desafió anoche a la Casa Blanca y aprobó (63 contra 37 votos) la ley ya respaldada por la Cámara de Representantes y que contempla la ampliación de fondos públicos para la investigación con células madre. George W. Bush, que congeló en 2001 esos fondos, ha reiterado su propósito de vetar hoy mismo la ley. Será la primera vez que ejerza el veto desde que está en la Casa Blanca, y es casi imposible que los congresistas puedan torcer el brazo al presidente, porque para ello se necesitaría el acuerdo de las dos terceras partes de cada Cámara.
El objetivo de la ley es estimular la investigación pública con células madre procedentes de embriones creados para tratamientos de fertilidad; la investigación privada, en empresas o universidades, no está afectada por el debate, ni los propios Estados: California dedica 3.000 millones de dólares a este tipo de investigación.
Bush vetará hoy contra viento y marea: contra la opinión pública -dos de cada tres norteamericanos están a favor- y contra personalidades conservadoras como la viuda del ex presidente Reagan, fallecido de Alzheimer en 2004. Nancy Reagan es líder de una campaña que también cuenta con el actor Michael Fox, que sufre Parkinson. El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, escribió ayer a Bush para pedirle que "el primer veto de su presidencia no haga que América retroceda en el camino del progreso científico y limite la promesa de milagros médicos para las generaciones venideras".
El propio Bill Frist, médico y líder de la mayoría, y hasta ahora partidario de la congelación de fondos, cambió de opinión: "Las células madre ofrecen esperanzas de tratamiento que otras investigaciones son incapaces de ofrecer". El republicano Arlen Specter recordó que él se ha recuperado de cáncer -muchos senadores acudieron a casos personales en el emocional debate- y comparó la posición de Bush con la de los que negaron que la tierra fuera redonda o rechazaron las vacunas, la electricidad o los viajes en tren. Es algo, dijo la senadora Hillary Clinton, "por encima de los partidos, los grupos étnicos y las fronteras". Para el demócrata Richard Durban, "millones de estadounidenses están mirando, y no pueden entender por qué EE UU, en los últimos cinco años, ha cortado los fondos públicos para una investigación tan esperanzadora".
La explicación es sencilla: por los compromisos electorales del presidente con una fracción relativamente pequeña -pero a menudo fundamental- de su electorado, la derecha cristiana, que denuncia que al obtener las células madre se destruye el embrión, lo que equivale al aborto.
La apuesta tiene sus riesgos, porque la Casa Blanca se asegura el apoyo de este sector pero arriesga el de los moderados e independientes; el estratega Karl Rove prefiere eso a la desmovilización de la derecha cristiana. "Es inmoral destruir el escalón inicial de la vida humana por una investigación. Permitir o no que el fuerte abuse del débil es un debate tan viejo como la humanidad. Ya hemos lamentado haberlo hecho en el pasado; también ahora lo lamentaremos", dijo el senador Sam Brownback, que compareció con tres niños adoptados que nacieron por fertilización in vitro de embriones congelados. "¿Cuántos embriones tendrán que ser destruidos antes de que haya algún avance concreto?", se preguntó el senador Jim Bunning.
Para obtener las células madre deben destruirse embriones, y de ahí la oposición. Sin embargo, los partidarios de la ley subrayan que no hay necesidad de crear nuevos embriones, porque hay más de 400.000 congelados en clínicas de fertilidad que, en cualquier caso, serán destruidos. "Esa es la opción", dijo el demócrata Tom Harkin: "Tirarlos o usarlos para aliviar sufrimientos y, esperemos, curar enfermedades".
El veto que aplicará Bush a esta importante ley de investigación biomédica no podrá ser contrarrestado, porque los 63 votos afirmativos de ayer en el Senado se quedan a cuatro del número mágico que anularía el veto de Bush, y en la Cámara la diferencia es mucho mayor.
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