"He tratado de emocionarme y de emocionar"
La noticia le cogió preparando por enésima vez las maletas, para acudir en esta ocasión al Festival de Cannes. No para: hace unas semanas estrenó en España Volver, su película número 16. Después, París le rindió un espectacular homenaje con una gran exposición en el nuevo edificio de la Filmoteca, una institución que para los cinéfilos tiene la misma significación que el Vaticano para los católicos. Mañana se proyecta en Cannes su filme. Ese mismo día se estrenará en Francia, Italia y Suiza: el desembarco europeo, donde el Premio Príncipe de Asturias cayó como una bomba y se publicó en 40 medios alemanes, 20 franceses y 41 anglosajones, británicos y de EE UU, según la Fundación Príncipe de Asturias. Precisamente en Londres, está a punto de estrenar una adaptación teatral de Todo sobre mi madre, y a finales de agosto viajará de promoción a Estados Unidos.
"Berlanga y Fernán-Gómez son parte de mis raíces cinematográficas"
"Estoy muy contento, más contento que si en Cannes me hubieran dado la Palma de Oro"
"Como autor he dotado a todos mis personajes de absoluta independencia moral"
Ahora le dan un premio que, como refleja el acta del jurado, se le concede "tanto por la maestría y sinceridad de sus realizaciones, como por la alegría y vitalidad de sus textos y, sobre todo, por la integración de sus raíces, que son las nuestras, en la sociedad de un planeta al borde de un ataque de nervios y a caballo de dos siglos".
"En este momento todos los tópicos son ciertos", comenta el realizador. "Me siento abrumado, pienso que no me lo merezco y que no estoy a la altura del prestigio que este premio se ha ganado con el tiempo. Lo digo con el corazón. Estoy agradecidísimo al jurado que discute las candidaturas, a Gonzalo Suárez por proponerme con tanta vehemencia, a algún compañero director que forma parte del jurado, lo cual demuestra que no todo es cainismo en nuestra profesión. Y a los Príncipes de Asturias por permitir que un cineasta que nace en las alcantarillas de los primeros ochenta forme parte del olimpo de personalidades que tan justamente han sido distinguidas con este premio, en especial con los otros dos directores españoles, Luis García Berlanga y Fernando Fernán-Gómez".
No todo es cainismo, efectivamente: Gonzalo Suárez, que ya tuvo un divertido papel en su ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, fue quien le propuso. José Luis Garci, miembro del jurado, fue uno de sus más firmes defensores en la recta final de las deliberaciones y no dudó en declarar, tras conocerse el fallo, que "Pedro Almodóvar le cambia el rostro al cine español, le llena de color y es una especie de Andy Warhol de nuestro cine". Berlanga, Fernán-Gómez y, ahora, él: un buen trío.
"No puedo sentirme en mejor compañía. Más de una vez he confesado que ambos suponen mis raíces cinematográficas. Nací para el cine en pleno estallido de la democracia española, creo que soy una demostración viva de que esa democracia era real. Cuando empecé, hace 26 años, no hubiera podido hacer las películas que hice en ningún otro lugar que no fuera España. Si bien soy hijo de nuestra democracia, mis raíces como director están en los dos directores antes citados, además de Buñuel y Edgar Neville, el teatro de Mihura y Jardiel Poncela, los sainetes de Arniches, todo ello mezclado con Warhol, Divine, Chavela Vargas, Lola Flores, la estética del Caribe y el pop de los sesenta, setenta y ochenta".
Es el Almodóvar de la apoteosis del mestizaje, el abanderado del eclecticismo. En uno de sus cuadernos de rodaje lo explicó espléndidamente: "Me gustan todos los géneros cinematográficos y siempre digo que me gustaría tocarlos todos (sin comprometerme con las reglas de ninguno), pero hay algún género que ya sé que no abordaré. Una superproducción bélica, por ejemplo, con batallas y escenas de masas". Es el realizador que sorprendió con su primera película, Pepi, Luci, Bom..., rodada en 1980 con colas de 16 milímetros, con un grupo de amigos (Carmen Maura, Alaska, Eva Siva, Félix Rotaeta, Concha Gregori, Cecilia Roth, Cristina Sánchez Pascual, Julieta Serrano, Fabio, algún Radio Futura), con cuadros de ciervos abrevando, sexo, drogas y rock and roll, una historia provocadora y divertida que ya apuntaba el esplendor futuro. Años de risas y excesos, de colaboraciones con unos incipientes Mariscal, Ceesepe, Nazario, Las Costus, de Rockolas y Carolinas, de subidones y entierros... Después vino el éxito (adiós a la Telefónica), más películas en las que los tresillos de escay se entremezclaban con Phillippe Stark, los sagrados corazones con Dis Berlin o Campano, la ropa de Sepu con Montesinos, Gaultier o Coco Chanel, y Los Panchos con Sakamoto o las de Utrera. Todo vale si hay talento. Al fin y al cabo, cuando Warhol visitó el Museo del Prado sólo se paró ante dos copistas, poco antes de comprarse un tricornio de la Guardia Civil en la plaza Mayor. La cultura popular tenía ya a sus defensores. ¿Cuál sería su aportación al cine español?
"No sé si he aportado algo al séptimo arte, en cualquier caso no soy yo quien debe decirlo. Sólo puedo decir que he tratado de divertirme y de divertir, de emocionarme y de emocionar, de retratar con exuberancia y humanidad personajes marginales y marginados (desde el ama de casa al transexual, ambos héroes y víctimas del mundo en el que vivían), de los cuales formaba parte y a cuya clase social pertenezco. Y como autor, he dotado a todos mis personajes de una absoluta independencia moral. Todos, no importa su rango social, han sido libres para luchar contra los problemas que por el guión debían afrontar. Libres de sufrir, de amar, y de arriesgarse a veces a transitar por la zona más oscura de sí mismos. Y a todos ellos (psicópatas, actrices, amas de casa, toreros, escritoras, directores de cine, policías enamorados y corruptos) he tratado de explicarlos como seres humanos, sin juzgar sus actos, en ocasiones terribles".
En el cine de Almodóvar sorprende, como él mismo señala, la ausencia de juicios y prejuicios morales. Por la pantalla desfilan monjas psicodélicas, hijos del sha de Persia, taxistas-drugstores, homosexuales, drogadictos, violadores, asesinos y asesinas, pederastas, y lo hacen con una naturalidad apabullante. Igual de sorprendente es la aceptación popular de sus planteamientos. En muy pocas ocasiones encontró la animadversión de algunos sectores de la sociedad. Algún reproche de parte de la jerarquía eclesiástica a raíz de La mala educación y unos pequeños abucheos de simpatizantes del Partido Popular en jornadas preelectorales. Sobre los obispos españoles conviene citar otra anotación de su último diario de rodaje: "Millás ha sido el único autor cuya lectura ha conseguido atraparme en el exilio veraniego en el que aún vivo. Sus pies de foto en EL PAÍS, durante agosto, y en general sus columnas, han sido tema de conversación entre los miembros del equipo. Un crítico y afilado espejo de la realidad española. Inspiradísimo. Conservo en mi mesa la página del día 22 de agosto. En la foto que da pie al texto aparecen tres obispos españoles en una manifestación contra la legalización del matrimonio homosexual y en defensa de la familia tradicional. Los tres visten de negro y llevan gafas, de estilo entre policial y gansteril. El sol de junio les da en pleno rostro, el cual adquiere en los tres una expresión extraordinariamente siniestra. Juanjo Millás empezaba así la ilustración literaria de esta foto: 'Si Dios hubiera querido que sus representantes en la Tierra fueran estos señores de negro, no habría puesto tanto colorido en la naturaleza'. ¿Se puede empezar mejor un texto sobre la politización de la Iglesia católica española, a favor de la derecha más bruta?".
"Tenemos que dejarlo ya", pide Almodóvar. "El anuncio del premio ha desplazado de un bofetón los problemas de las maletas para viajar a Cannes, pero tengo que volver a ellas. Estoy muy contento, más contento que si me hubieran dado la Palma de Oro".
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