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Columna
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Ironía pop

Pedro Almodóvar se convirtió en un artista síntesis de las complejas relaciones que se plantearon a partir de los años sesenta del siglo XX entre cultura seria y arte popular de masas. No sólo ha creado un cine que es a la vez popular y profundo, sino que también ha hecho de su cine un perpetuo comentario sobre esa cuestión.

Fellini era popular y profundo, Godard es un perpetuo comentario sobre el hecho de lo que el cine puede llegar a ser. Pero las películas de Pedro no pretenden ser tan impopulares como la música dodecafónica o las fórmulas cuánticas -tampoco están sus películas encerradas en sus narrativas-. Su obra está más cerca del rock que del jazz.

Es la victoria de la inteligencia libre guiando una sensibilidad intensa: el sueño de los músicos de mi generación. Cuando ví La ley del deseo, el primer filme suyo que he visto, comprendí inmediatamente que sería así. Sus películas son la oportunidad ideal para observar cuánto de silencio cómicamente reverente hay en los espectadores franceses, y cuánto de risas vacías hay en los espectadores americanos. Y nos hacen comprender cómo, en los dos casos, todo es conmovedor. Son también la expresión del espíritu español, con una versión particular de su sentido del humor, impregnada de ironía pop. En Estados Unidos han dicho que Hable con ella es la mejor película de la década, una de las mejores de todos los tiempos, una en un siglo, qué sé yo. Y ahora él gana el Príncipe de Asturias. Es una gloria merecida. Y sobre todo, es la confirmación de la universalidad de su genio, una experiencia sobre la que debemos meditar mucho todos nosotros de cultura ibérica.

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"He tratado de emocionarme y de emocionar"
Pedro Almodóvar y Chavela Vargas, en una fotografía realizada en Buenos Aires en 2001.
Pedro Almodóvar y Chavela Vargas, en una fotografía realizada en Buenos Aires en 2001.EPA

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