Chiquiteo en el centro de Chile
Una ruta por Colchagua, zona vinícola en pleno auge
Aquí mueren los valientes", dice un visitante cuando se percata de que la degustación de vinos es gratis. Leónidas González, uno de los mozos que atienden tras el mostrador, asegura que ha visto caer a mucha gente. Mientras recoge las copas que han dejado un centenar de jubilados de Santiago de Chile, ofrece un carmenère. "La filoxera hizo que desapareciera de Francia y ahora sólo tenemos la cepa en Chile", se pavonea González. Así comienza la ruta por las viñas de Colchagua, en el centro de Chile. Leónidas da a probar un Secreto, una de las estrellas de la bodega Viu Manent. Antes, un paseo por las viñas en un carruaje tirado por yeguas y una copa de cabernet sauvignon, un avance de la cosecha de 2005 que ha salido directamente de una cuba de acero inoxidable de 24.500 litros. En las catas se escupe el vino. En las degustaciones se traga. Tres vinos por hora es una medida aceptable para comenzar la ruta del vino chilena.
La jornada empieza en Santiago. Norberto recoge a los pasajeros en un microbús y los lleva hasta Santa Cruz, una ciudad de 30.000 habitantes, centro del valle de Colchagua. En el camino instruye sobre la música popular chilena y habla de los huasos, la gente del campo de la zona central de Chile donde se encuentran las bodegas de Colchagua. "Antes, los huasos iban a caballo; ahora van en bicicleta", explica Norberto, quien asegura que desde que trabaja para la ruta del vino apenas puede descansar. Los vinos chilenos están de moda, y Colchagua es el valle con más visitas.
Más de 23.000 hectáreas
En el valle de Colchagua se extiende el 20% de los viñedos de Chile, más de 23.000 hectáreas. La ruta del vino fue creada en 1999 y ya agrupa a 20 bodegas. La más pequeña, Laura Hartwing, dispone de 70 hectáreas, y la más grande, Bisquertt, de 1.000. La revista Wine Enthusiast eligió en 2005 Colchagua como el mejor valle vitivinícola del mundo. Con tal distinción, la zona recibe más de 30.000 visitas. Thomas Wilkins, gerente de la ruta, explica que "si se trata de un grupo de más de seis personas, por 57 euros cada uno, se visitan tres bodegas con degustación de dos vinos en cada una, más guía, almuerzo y transporte". Wilkins está convencido de que la calidad de sus vinos se debe a la fertilidad de las tierras del valle que riega el río Tinguiririca y, sobre todo, al clima, que de noviembre a abril ofrece temperaturas máximas de 35 grados y mínimas de 13 en una misma jornada. "Las diferencias de hasta 22 grados en un día permiten la lenta madurez de la uva".
Después del recorrido por las viñas y la degustación en Viu Manent, apetece una comida al aire libre, protegidos bajo los soportales, en La Llavería, el restaurante de la bodega. El cocinero Andrés Hadweh prepara una carta con platos tradicionales de la cocina chilena. Por unos 20 euros se puede probar un excelente pastel de choclo (maíz) cocinado con mariscos en lugar de carne. Para regarlo, un Secreto Sauvignon Blanc 2004 (10 euros). "Sólo el 85% es sauvignon blanc, el resto es Secreto...", dice Grant Phels, el enólogo neozelandés de Viu Manent, que no quiere revelar cómo ha conseguido el misterioso toque de un vino con importantes premios.
El último trago de una cosecha tardía da por concluido el almuerzo y comienza un viaje por carreteras donde abundan las camionetas de los agricultores del valle. Gabriela Escobar, la relaciones públicas de Viñedos Orgánicos Emiliana (VOE), acostumbra a recibir a los visitantes con un vaso de agua. Comienza un bucólico paseo entre las vides. Entre las hileras de parras, flores y plantas que sirven para despistar a los insectos de la uva. En VOE han elegido la agricultura orgánica, y antes de mostrar la bodega, Gabriela enseña las gallinas, ocas y pavos que se encargan de abonar la tierra de las fértiles vides. Unos carromatos sirven de gallineros ambulantes. La guía saca dos huevos aún calentitos. "Se trata de devolver la energía animal al campo". Los edificios de la bodega están construidos con madera, adobe, piedra y cobre. En un escenario relajante, un par de copas de cata esperan: blanco chardonnay y un coyam que, además de carmenère, incluye merlot, syrah, cabernet sauvignon y mouvedre.
El regreso a Santa Cruz invita a la siesta. Pero no. Antes conviene disfrutar de la hospitalidad de Cristián Marín, el creador de los Espíritus de Colchagua, unos licores que fabrica artesanalmente. El licor de boldo (un arbusto originario de Chile) sirve para serenar el estómago y calmar la acidez que puede producir la mezcla de distintos vinos. En la tarjeta de Cristián sólo figura escrito con una caligrafía infantil "Casa de los espíritus" y un número de teléfono. En el pueblo la conocen como "la casa del hippy".
En la plaza de Armas, junto a Donde la Juanita, una tienda de sombreros huasos, cinturones de piel y jabones elaborados a mano, se encuentra el hotel Santa Cruz Plaza, un lujoso cinco estrellas en medio de un pueblo agrícola. En las habitaciones conviven elementos de artesanía con jacuzzis y conexiones wifis. El personal del hotel procede del valle y se siente orgulloso de trabajar en un sitio que casi es una excentricidad. Tanto el hotel como el museo vecino forman parte del patrimonio de Carlos Cardoen, un controvertido empresario chileno. Cardoen ha apostado por Santa Cruz porque es su pueblo, pero también porque la zona es la más huasa o tradicional, donde casi todo está por hacer. Su empeño es convertir su ciudad en un importante centro turístico. De momento, en dos años se han duplicado las habitaciones del hotel.
Hacienda del Araucano
Después de 30 minutos de viaje en el microbús, un escarpado camino de piedras conduce a la bodega Hacienda del Araucano, creada en 1998 por Jacques y François Lurton, hijos del conocido viticultor de Burdeos André Lurton. Los dos hermanos regentan bodegas en Burdeos, Languedoc, Argentina, Uruguay, Toro y Rueda. La del Araucano se puede considerar una bodega de autor. Produce alrededor de 600.000 botellas al año. François Lurton explica a un grupo de sumilleres chilenos su apuesta por este valle del centro de Chile. El saber hacer de los creadores de vinos obliga a cosechar probando la uva como único método para lograr la mejor calidad. El rendimiento de la cepa carmenère es bajo: tres toneladas por hectárea. Lurton asegura que nadie conoce bien el perfil del carmenère. "Nosotros tampoco", reconoce con modestia. Cuando Lurton cata el cabernet, asegura mirando su copa que "un vino así, en Europa sólo se puede hacer en España". Se prueban ocho vinos. Uno de los enólogos encuentra "unas notas de cuero en el 2002". El resto de los expertos se apresuran a tomar el catavinos para oler: "Pues sí, es verdad. Huele a cuero".
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Prefijo telefónico: 00 56. Moneda: peso chileno. Un euro equivale a unos 616 pesos.Cómo ir- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) vuela desde Madrid y Barcelona a Santiago de Chile, a partir de 657,26 euros.- Air Madrid (www.airmadrid.com; 913 98 13 77) vuela desde Madrid a Santiago de Chile, a partir de 626,26 euros. Desde Barcelona, a partir de 776,26 euros.- Lanchile (www.lanchile.com; 902 11 24 24) vuela a Santiago desde Madrid, a partir de 628,55 euros.- Desde la capital, Santiago, hasta Santa Cruz hay unos 180 kilómetros.Rutas- La Ruta del Vino (www.rutadelvino.cl; 72 823 199) organiza dos rutas. La de jornada completa incluye almuerzo y visita a tres bodegas a partir de 150 euros por persona. La express (sin almuerzo) incluye visita a dos bodegas a partir de 110 euros por persona.- El Tren del Vino (www.trendelvinochile.cl; 24 707 403) organiza los sábados cinco rutas distintas por el valle de Colchagua. Sale desde San Fernando o Santiago.Información- Turismo de Chile en España (900 10 20 60; www.visit-chile.org).- Casa de los Espíritus de Colchagua (72 822 754).
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