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A 196 grados bajo cero en Arizona

Un viaje al banco que almacena las células madre de la infanta Leonor, el más grande del mundo

En un enorme polígono de las afueras de la ciudad de Tucson (535.000 habitantes), al sur del Estado de Arizona, rodeado de palmeras y cactus saguaros, se encuentran los laboratorios de Cord Blood Registry, una empresa que se dedica a la conservación de células madre procedentes de cordones umbilicales para usarlas eventualmente en el futuro como tratamiento a posibles enfermedades. Pero casi nadie sabe que están allí. En la fachada sólo se ven las siglas de la empresa, CBR; no hay nada más que indique que esas paredes albergan 23 congeladores de nitrógeno líquido con muestras de la sangre de 120.000 personas a 196 grados bajo cero. Y si la empresa CBR es poco conocida en Tucson mucho menos es el hecho de que las células madre de la infanta Leonor fueran a parar a uno de esos tanques hace cuatro meses, horas después de nacer, el 31 de octubre de 2005.

Seguridad. Es la palabra que más se pronuncia. Cada eslabón tiene su seguro
Cada vial lleva la fecha de nacimiento del bebé y la inscripción "células progenitoras humanas"

Apoyado en su coche, Eduardo Cortés, un ciudadano de Tucson, no da crédito a la historia: "Vaya, quién lo iba a decir, hermano. La sangre real española está aquí mismo y yo ni siquiera sabía que esta empresa existía. ¿Y para qué dicen que sirve lo de los cordones?"

"Pues es el futuro. Salva vidas y salvará muchas más", contesta horas más tarde Beth Mapother. La jefa de operaciones de los laboratorios de Cord Blood Registry no oculta su pasión por su trabajo. Dice que se enteró por el departamento de prensa de la compañía de que son ellos los que guardan la sangre de Leonor. "No me sorprende. Recibimos a diario una media de 150 bolsas con sangre de cordón que vienen de unos 60 países. Los datos están en la oficina de California y aquí nos llegan a veces con otro nombre o con apellidos poco reconocibles. A veces alguien de la oficina dice que hemos guardado la sangre del bebé de algún actor famoso o de algún cantante de rock", comenta.

A Mapother no le sorprende que los habitantes de Tucson desconozcan la razón social y la localización de la empresa. "Mejor así, porque evitamos problemas. Hay mucho loco por ahí suelto. Por si acaso contamos con las mejores medidas de seguridad".

Mapother abre las puertas del centro con una tarjeta magnética que lleva colgada al cuello y se adentra en el vestíbulo. Allí están, frente a una pared de espejos y detrás de un cristal a prueba de balas, los 23 congeladores que almacenan las células madre. La jefa de operaciones de CBR se dirige al tanque 16 y abre la compuerta para exponer cómo se guardan las muestras. La nube de vapor de nitrógeno que se desprende de la nevera se desvanece dejando ver las cajas de metal almacenadas. ¿Y cuál es la de Leonor? "Ah, eso no lo puedo decir. Entre otras cosas porque ni siquiera yo lo sé", comenta sonriendo. "Lo que sí puedo asegurar es que está bien guardada en uno de estos congeladores".

Cada uno de ellos almacena 432 cajas de metal. En cada caja hay 81 viales, tres por cada persona. Dos de ellos son del tamaño del capuchón de un bolígrafo y contienen entre 10 y 20 millones de células madre cada uno. El otro, considerablemente más grande, puede llegar a albergar hasta 9.000 millones. Cada vial está etiquetado con un código de barras y los datos del bebé: fecha de nacimiento, nombre, un código personal y la inscripción "células progenitoras humanas".

En la segunda planta, una decena de mujeres se afana en separar las células madre de la sangre que acaba de llegar y las almacena en uno de los congeladores. Horas antes, en cualquier lugar del mundo una mujer ha dado a luz. Su ginecólogo ha cortado el cordón umbilical y ha extraído sangre para introducirla en una bolsa especial facilitada por CBR. No es necesario congelarla pero sí que llegue cuanto antes a Tucson, así que la familia ha contratado los servicios de una empresa de transportes urgente.

Todo el proceso se sigue en una gran pantalla plana con un sistema de colores. El azul significa que la sangre llegará al día siguiente, el rojo que va con dos horas de retraso, el amarillo que superará las 24 horas, es decir, que probablemente viene de fuera de Estados Unidos. "El tiempo es vital. Por eso estamos tan cerca del aeropuerto, para que las compañías de transporte lleguen lo antes posible. Cuando la bolsa está en nuestro poder, la familia recibe un correo electrónico". CBR establece como período máximo de espera 48 horas. Si se excede ese tiempo, la sangre se analiza y se pregunta a los padres si quieren conservarla o no.

En un pasillo hay dos paneles colgados de la pared. Parecen listas de nombres de víctimas en una guerra pero Mapother se apresura a explicarlo. "Los de este panel son los médicos", explica, "más de 22.000, los que han extraído la sangre del cordón de los bebés. En este otro tenemos los hospitales, más de 3.200 centros". En ninguno de los dos está el nombre de Luis Ignacio Recasens, quien atendió a la princesa Letizia en el parto, ni el de la Clínica Ruber Internacional de Madrid. "No es extraño que no esté el nombre del médico ni el del hospital. Si no, cualquiera podría enterarse de que el cordón de vuestra heredera está aquí", bromea Mapother.

Seguridad. Ésa es la palabra que la mujer pronuncia más veces. Cada uno de los eslabones de la cadena tiene su seguro. Un generador de 750 kilovatios en un patio interior del edificio es el encargado de suministrar energía eléctrica a todos los equipos en caso de corte. Luego, el contenedor de nitrógeno líquido, un mastodonte de 9.000 galones que proporciona el elemento sobre el que se sustenta el negocio de la empresa: la crioconservación de células madre. Y después todo lo demás: las alarmas, los códigos de entrada y salida en cada una de las puertas, los guardas y un enorme techo de acero que cubre los 23 congeladores del vestíbulo.

"¡Ah, se me olvidaba enseñar esto!". Mapother abre con su tarjeta otra puerta que da a una vasta sala vacía. "Ésta es la capacidad real de nuestro almacén", sonríe la mujer, "aquí llegaremos a los 675 tanques de congelación". Un negocio redondo. "Sí, pero me gusta pensar que salvamos vidas, no sólo ganamos dinero", apostilla. CBR lleva guardadas de 400.000 muestras de sangre de 120.000 niños. La cifra convierte a la empresa en el mayor banco de cordones del mundo y también en el que más rápido crece. Todo hace presumir que la sala vacía estará pronto llena de congeladores.

Una trabajadora del banco de células madre adultas CBR de Tucson enseña muestras biológicas.
Una trabajadora del banco de células madre adultas CBR de Tucson enseña muestras biológicas.EFE

Cordones en manos privadas

La sangre de los cordones umbilicales es rica en células madre adultas que sirven para generar los componentes principales de la sangre humana, de la médula ósea y del sistema inmunológico. De ahí que se usen para transplantes en el tratamiento de enfermedades como la leucemia, el linfoma o ciertos tumores infantiles. En España, no se ha autorizado a la iniciativa privada el almacenamiento de estas células madre adultas (distintas de las embrionarias) y el Ministerio de Sanidad, defiende el control exclusivamente público de los bancos de cordones alegando que mantiene el principio del altruismo de la donación y que, en caso de ser necesario, cualquier persona podría beneficiarse de estas céulas madre.

En Estados Unidos y otros 21 países europeos existen bancos públicos pero el almacenamiento de los cordones en manos privadas está permitido y los padres pueden hacer el uso que quieran de la sangre que guardaron en el momento del parto. Es más, en Estados Unidos se exige por ley a los médicos que informen a las familias de la utilidad de guardar el cordón. Por el contrario, la directiva de la Unión Europea que autoriza estos bancos privados se centra en exigir a las empresas que informen a las familias de los beneficios reales de conservar las células madre.

La jefa de operaciones de CBR entiende la polémica surgida en España a raíz de la conservación de las células madre de la infanta Leonor en sus laboratorios, pero asegura que nadie le puede poner puertas al campo y que lo importante es que la familia real puede tener la seguridad de contar con esa posibilidad de tratamiento en caso de una enfermedad. Aún así, la jefa de operaciones de CBR reconoce que aún hay pocos casos de niños que se hayan beneficiado de sus propias células madre. "Lo primero que hay que tener en cuenta es que esto es algo que se hace desde hace poco tiempo, así que los bebés que guardaron sus células aún son muy jóvenes".

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