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La 'Venganza' que originó 'Múnich'

El escritor George Jonas cree que la película de Spielberg no ha sido fiel a su libro

Jesús Ruiz Mantilla

No sólo le han crecido los enanos israelíes y palestinos; no ha tenido bastante con que los lobbies judíos de Estados Unidos le hayan expulsado del paraíso, con que grupos de presión, de opinión, religiosos, le hayan repudiado como a uno de sus hijos más fieles y más adictos a la causa. Ahora también George Jonas, autor de Venganza (RBA), el libro que da origen a Múnich, la polémica y magistral última película de Steven Spielberg, le ha salido rana y disiente de muchos de los planteamientos fundamentales que el director esgrime en su thriller sobre el episodio que paralizó el mundo en los Juegos Olímpicos de 1972.

De Jonas se sabe poco en España. "Soy escritor y periodista", se presenta por e-mail desde Canadá. Allí vive desde hace 35 años, después de huir de Budapest, la ciudad donde nació, tras ser perseguido por el régimen comunista y haber tomado parte en la revuelta de 1956. Algunos sostenían que era alguien bien relacionado con los servicios secretos para relatar la experiencia del comando creado por Golda Meir, pero él lo desmiente. "No tengo nada que ver con Oriente Próximo", dice.

Aquel grupo de agentes, o terroristas, israelíes fue diseñado por el Gobierno de Meir para cargarse a los palestinos que asesinaron a 11 atletas judíos, manchando de sangre un acontecimiento llamado a promover la sana competencia entre los pueblos, cuando no la paz. El acontecimiento cambió la política israelí de una manera radical y la reacción que vino después, según se puede deducir de la película de Spielberg, supuso una escalada de violencia que ha llevado a ambos bandos hacia un callejón sin salida clara a estas alturas.

Aquella misión fue encargada con esmero y unos fines entre bíblicos y propagandísticos, una combinación que conduce siempre al fanatismo. Más cuando el código es el ojo por ojo. El planteamiento está claro tanto en la película como en el libro, donde aparece una Golda Meir que te pone a temblar por su firmeza, su frialdad y su determinación. El encargo va a parar a Avner, nombre ficticio del responsable de la operación que fue, según Jonas, quien acabó revelando todo el pastel hacia 1981. "Los editores contactaron conmigo ese año. Nick Harris, de Collins, Canadá, y Malcolm Lester, de Lester & Orpen Dennys, querían que conociera a alguien, 'una persona con algo interesante que contarme', me dijeron".

Resultó que Jonas tenía el día libre la jornada siguiente y aceptó la cita. "Así es como conocí a la que sería la fuente de Venganza, alguien a quien me presentaron como Avner". La investigación le llevó dos años y el libro apareció en 1984; después, Jonas perdió todo el contacto con quien le relató los hechos.

Pero el Avner que él conoció mantiene algunas diferencias con el que nos presenta Spielberg en Múnich. "En algunos aspectos, sí", asegura Jonas. "Mi Avner puede que hubiese puesto en cuestión la utilidad de su misión hasta el final ya que los asesinatos selectivos apenas frenan el terrorismo". Pero, según Jonas, Avner jamás hubiese puesto en tela de juicio otra categoría: "Nunca habría dudado de la moralidad de lo que su país le ordenó hacer". El Avner de Spielberg, por el contrario, sí que se cuestiona la misión en ese aspecto. Hasta el punto de que el miedo por su seguridad y la de su familia, además del remordimiento, le hacen tambalearse. Pero resulta una licencia lícita para Spielberg, porque a través del personaje el director opta por una posición ética que es justo lo que revienta a sus detractores. Para Jonas, Spielberg ha sido hasta un poco pacato, equidistante, poco comprometido. Dice que Múnich está hecha con la mirada de un adolescente, "inocente y confusa".

Si lo contemplamos como una ópera o algo similar, Jonas cree que la película es fiel a la letra del libro, pero que la música es todo lo contrario. "Fácil. ¿Cuántas versiones del Ave María existen? Cualquiera puede adaptar las letras a la música que le conviene", asegura el autor de Venganza. "La película respeta la letra del libro pero el espíritu es totalmente contrario. Venganza sostiene que hay una diferencia entre terrorismo y contraterrorismo. Múnich mantiene que no. El libro no tiene problemas en diferenciar acción de guerra de crimen de guerra; la película sí. Spielberg pone trabas morales para oponer resistencia a terror; mi libro encuentra inmoral precisamente no poner resistencia ante ello". Para Jonas, hay una diferencia aún más clara entre terrorismo y antiterrorismo: "La misma que entre la policía y los ladrones", zanja. Y no cree que lo del ojo por ojo sea algo tan malo: "Peor que eso es vida por ojo", dice.

Aun así, con esa contundencia, Jonas asegura que no quiere dar lecciones. "Mi libro describe, no enseña. Soy un cronista, no un profesor, pregúntenle a Spielberg cuál ha sido su intención". Él no ha podido hacerlo. Nunca ha hablado con el cineasta. "Sé que pidió mi teléfono pero nunca me llamó". Aun así, está dispuesto a volver a hacer caja. Las polémicas son lo que tienen, que resultan muy beneficiosas cuando hay algo tangible de lo que hacer uso para comparar posiciones. A más discusiones, más ventas y mejores resultados de taquilla. Sean cuales sean sus diferencias, tanto Spielberg como el autor del libro saldrán ganando: "Eso espero", responde Jonas.

Mathieu Kassovitz (a la izquierda) y Hanns Zischler, en una imagen de <i>Múnich,</i> de Steven Spielberg.
Mathieu Kassovitz (a la izquierda) y Hanns Zischler, en una imagen de Múnich, de Steven Spielberg.
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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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