Dominique Lapierre narra su largo viaje por las 'carreteras prohibidas' de la URSS
El escritor francés relata la vida cotidiana de los soviéticos en los años cincuenta
Historias cautivadoras y llenas de fuerza narrativa se descubren en las páginas del relato Érase una vez la URSS (Planeta), de Dominique Lapierre (París, 1931), en el que muestra un pueblo que creía que el comunismo iba a durar mil años y que "nos observaba cuando llegábamos a sus pueblos como si fuésemos auténticos extraterrestres". Fueron tres meses del verano de 1956 en los que el periodista Dominique Lapierre, el fotógrafo Jean-Pierre Pedrazzini y las esposas de ambos recorrieron libremente 13.000 kilómetros por tierras soviéticas en coche.
"La juventud fue lo que nos llevó a tener la idea loca de entrar en la Unión Soviética con un coche y recorrer su vasto territorio en un momento en el que era complicado adentrarse en un mundo cerrado en el que el comunismo está en pleno apogeo", indicó ayer Lapierre durante la presentación en Madrid de Érase una vez la URSS. La fantástica aventura de dos jóvenes parejas occidentales por las carreteras prohibidas de la Unión Soviética. Lapierre y sus compañeros de aventura viajaron 13.000 kilómetros para recorrer "sin prejuicios un mundo que hoy ha desaparecido. La oportunidad que nos regaló la historia no tuvo precio. El texto no es nada político. Es un libro de historia que puede abrir las puertas de este mundo comunista, pero yo lo escribí sin hablar del infierno ni del paraíso".
Los viajeros partieron de París en un Simca Marly amarillo y negro con el que cruzaron Alemania, Polonia y Moscú y circularon por carreteras desiertas hacia el Mar Negro y Georgia. "Uno de los mayores problemas en tierras soviéticas fue conseguir gasolina, que era nefasta, hasta que logramos que nos dieran gasolina para aviones o tractores y entonces fue como si a nuestro vehículo le hubiesen colocado alas", relata Lapierre. El escritor, que trabajaba como periodista para Paris Match, asegura que pudo realizar sin problemas entrevistas, entrar en casas, fábricas y granjas colectivas, realizar fotografías sobre la vida ortodoxa en la patria del ateísmo de Estado y acampar en las montañas del Cáucaso. En el viaje les acompañó Stanislav Ivánovich, reportero del periódico de las juventudes comunistas Komsomolskaia Pravda. "Cuando se publicó el reportaje del viaje en Paris Match, Slava fue inmediatamente sancionado por la dirección de su periódico y por las autoridades políticas, que no entendían tantas libertades y fue despedido y enviado a Siberia durante tres años". El libro recoge las fotografías que realizó Jean Pierre Pedrazzini durante su periplo.
El escritor reconoce que la caída del comunismo le produjo "gran alegría, porque el régimen pretendía hacer creer a la gente que era el más feliz del mundo, pero destruían el alma de las personas dirigiendo su vida desde que se levantaban hasta que se acostaban, matando la propiedad privada. Pero ellos eran un pueblo satisfecho, aunque estuvieran todas las familias sometidas. Vivían en 15 metros cuadrados y mostraban una felicidad que nos resultaba casi imposible de creer".
Lapierre relata que todavía no puede olvidar a una mujer que se encontró en uno de los pueblos perdidos de la Unión Soviética. "Nos pidió que desinfláramos una rueda de nuestro coche. ¿Para qué? Me gustaría respirar el aire de París".
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