Saliendo de Cromañón
La música popular argentina vive tiempos inciertos. La catástrofe de República de Cromañón, discoteca de Buenos Aires donde murieron 191 personas a finales de 2004, ha desembocado en grandes trabas para el desarrollo en los boliches del rock en directo. Entre la torpeza de las autoridades y la vengativa ira de los deudos, también han brotado reflexiones sobre los hasta entonces tolerados rituales del rock barrial, el que mayor poder de convocatoria tenía: el futbolero hábito de disparar bengalas, incluso en un recinto cerrado, ya está controlado, pero no el subyacente impulso suicida de muchos seguidores de bandas como Callejeros, que protagonizaban el trágico show de Cromañón. El fenómeno del rock barrial, alías rock chabón, es la última manifestación de la proletarización de una música que nació exquisita, cosmopolita y, sí, bastante hippy.
Muchos observadores porteños se quejan de que el llamado rock nacional ha perdido creatividad, que incluso en su tramo superior se conforma -como ocurre en tantos países- con traducir tendencias de Londres o Nueva York. El último destello llamativo fue el del tango electrónico, que convive con las más descarnadas propuestas milongueras de Daniel Melingo o Cristóbal Repetto. Otra línea fértil es la aproximación a los sonidos populares, que inauguraron los extraordinarios Fabulosos Cadillacs, aunque a veces degenere en pachanga descolorida.
Y aun así, hay cien motivos para el optimismo. El desfallecimiento de las grandes discográficas se ha remediado con la aparición de compañías independientes, con una actividad febril. Frente al desastre general, se impone reaccionar y todos se arremangan; Andrés Calamaro languidecía en Madrid pero en Buenos Aires fue empujado por el agitador grupo Bersuit para volver a los escenarios (en noviembre se les verá juntos en España). Culturalmente, el entorno del rock y demás géneros populares es robusto: la música local tiene fuerte presencia en las ondas; los suplementos de los diarios y las revistas como La Mano, Les Inrockuptibles o Rolling Stone alcanzan un nivel inimaginable en España. Es el consolidado fruto de un país muy consciente y muy respetuoso con su historia musical: casi cuarenta años después, los padres del invento, figuras como Luis Alberto Spinetta o Charly García, siguen insurgentes y activos y queridos.
Babelia
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