"Hablo por los más pobres entre los pobres"
Las catacumbas del Estadio Olímpico de Berlín. Faltan 10 minutos para la aparición de U2. Bono parece ensimismado. Ha pasado todo el día en la cumbre del G-8 en Escocia, con los Schröder, Bush y Chirac de este mundo, debatiendo la necesidad de más ayuda al desarrollo para los países más pobres de África mientras, en Londres, estallaban las bombas. Tiene aspecto de estar agotado, inclinado contra la pared, con la voz frágil, barba de tres días y bolsas bajo los ojos. Da la impresión de que lo que querría hacer es acostarse en el suelo y dormir varios días. Sin embargo, sube al escenario y es como si le diera una sacudida eléctrica; durante dos horas es la mayor estrella, una estrella de dimensiones sobrehumanas, un maestro del espectáculo que seduce a los 70.000 admiradores como un director de orquesta. Unas cuantas horas de megalomanía rockera, un respiro.
"El comercio justo es tan importante como la ayuda. No puede haber lo uno sin lo otro"
"Me he reunido varias veces con Bush. Tenemos opiniones completamente distintas"
Bono empezó a dedicarse, con gran talento, a la causa del alivio de la deuda para los países más pobres, hace seis años. A este dublinés de 44 años le resulta habitual que le inviten a la Casa Blanca, el Elíseo o el congreso del Partido Laborista. También es bien recibido en la cumbre del G-8, el Foro Económico Mundial o el Vaticano. Y lo que comenzó como una campaña se ha concentrado ahora en una red fundada por él y dotada de gran influencia, DATA (iniciales en inglés de Deuda, Ayuda y Comercio para África), que, además de propugnar el alivio de la deuda, defiende la lucha contra el sida y a favor de un comercio más justo para los países en vías de desarrollo.
Pregunta. Bono, ¿recuerda el apodo que asignó en una ocasión a Jacques Chirac, en una entrega de premios de MTV?
Respuesta. Déjeme pensar... Dios mío, ya sé a lo que se refiere.
P. En 1995, le llamó "gilipollas", por sus pruebas atómicas en el Pacífico. ¿Se lo mencionó él cuando le condecoró por su dedicación a África hace dos años?
R. No, Chirac tuvo el tacto suficiente para no decir nada. Pero sabía lo que había dicho, me lo contó previamente alguien de su círculo. El hecho de que decidiera condecorarme demuestra cuánta dignidad tiene. Pero, aquel día, toda la gente de su equipo sabía que yo había llamado "gilipollas" a su presidente. Estuvieron a mi lado y me sonrieron, y lo encontré vagamente divertido. En 1995 yo estaba furioso porque Francia había violado la moratoria sobre las pruebas nucleares. Por supuesto, para las estrellas de rock siempre es fácil decir palabrotas en televisión. A veces me gustaría no utilizar expresiones tan mordaces. Pero, por otro lado, me gusta cómo suenan esas palabras.
P. Ah.
R. En aquellos premios sólo pretendía ser gracioso. Grité: "¡Qué ciudad!", aplauso. "¡Qué noche!", aplauso. "¡Qué público!", aplauso.
P. Y entonces, "Qué gilipollas tenéis como presidente". Es increíble hasta qué punto ha revisado después su opinión sobre Chirac.
R. No hace falta estar de acuerdo con una persona para llevarse bien con ella. A veces basta con compartir la misma opinión sobre una cosa.
P. ¿Su dedicación a África?
R. Sí. Chirac sabe mucho de África, ha visitado el continente más que ningún otro jefe de Estado, tiene muchos amigos allí. Me he dado cuenta de que no necesita que le expliquen muchas cosas sobre África. Puede hablar del tema sin preparárselo, sabe de qué va, es consciente de su complejidad.
P. ¿A qué se debe su peculiar transición de agitador político a homo políticus diplomático?
R. Cuando tenía 20 años, mi blanco eran los enemigos lógicos. A una persona siempre le definen sus enemigos, así que conviene escoger los más interesantes. En los años noventa, estaba tan furioso conmigo mismo como con los males del mundo. Quería afrontar mi propia hipocresía, y dirigía mi indignación contra esos blancos.
P. Aquella fue la fase en la que le encantaba hacer el ridículo en el escenario para que la gente no se fijara en su imagen de misionero buenecito.
R. Pero también entonces había excepciones: nos manifestamos contra las actividades de reprocesado en Sellafield, en la costa irlandesa, y contra las pruebas atómicas francesas. A finales de los noventa empecé a colaborar con la campaña Jubilee 2000, que exigía el alivio de la deuda para los países pobres, sobre todo en África.
P. De esa acción nació la organización fundada por usted, DATA.
R. Sí. Fue la primera vez que hablaba en nombre de personas que no tenían voz propia, al menos no ante las autoridades. Y, en el transcurso de aquella campaña, mi actitud cambió enormemente. Ya no puedo permitirme el lujo de hacerme el interesante, ni siquiera cuando para una estrella de rock es una ventaja hablar con brusquedad. Tengo prioridades, un objetivo que pretendo alcanzar. La diferencia, ahora, es que no hablo sólo por mí, sino por los más pobres entre los pobres. Eso me ha enseñado buenos modales.
P. Sinead O'Connor criticó duramente el ritual de "Bono se entrevista con políticos y se fotografía con ellos". Es peligroso "chuparles la polla" a los políticos, dijo.
R. No es la primera vez que Sinead habla de un tema sin comprender su complejidad. Tiene derecho, claro, como todos los artistas. Sé lo que digo, yo mismo lo he hecho con frecuencia. La cuestión es que su tesis está equivocada. Sin nuestro tipo de campaña, sin presionar a los políticos, entablar diálogo con ellos, no habríamos llegado tan lejos, ni mucho menos. Las fotos sólo son un elemento más. Lo fundamental es que el acuerdo de duplicar la ayuda al desarrollo para África, a 50.000 millones de dólares, no ha sido una decisión repentina. Los conciertos de Live 8 y las masas de gente en las calles fueron la faceta espectacular de la agenda, pero no impulsaron por sí solos la decisión. Para llegar a ella hemos tenido que pasar años de tensas negociaciones. Hemos tenido que afrontar constantemente las reservas sobre el aumento de la ayuda al desarrollo, no sólo de los políticos, sino de los ciudadanos. Se sienten escépticos, quieren estar seguros de que el dinero se va a invertir bien. Ven la corrupción, que la situación no mejora a pesar de que se ha invertido ya tanto...
P. Se le acusa de simplificar la ingenua política de la Comisión para África de Blair con su Live 8.
R. En la comisión creada por Blair había muchos africanos y expertos en desarrollo. También estaba presente mi socio Bob Geldof: no fue una reunión de especialistas en una torre de marfil. La exigencia de que se duplique la ayuda no es arbitraria. Es exactamente la suma que necesita gastar África para erradicar los problemas más acuciantes, por ejemplo, en los servicios sanitarios. No es verdad que hayamos simplificado las cosas. Queríamos que en el G-8 hubiera una serie de cosas concretas que se aceptaran como absolutamente necesarias. Por ejemplo, que todos los enfermos de sida tengan acceso a medicamentos antirretrovirales.
P. Se refiere a los cócteles de fármacos baratos.
R. Sobre esa idea hubo acuerdo. Luego quisimos abordar la malaria, pero eso no fue sugerencia de la comisión sobre África, sino que es mi cruzada personal. Ahora disponemos del dinero necesario para reducir la propagación de la malaria en un 85% de aquí al año 2010.
P. Con Chirac, ¿tocó el delicado tema de los subsidios agrarios?
R. Sí, hablé de ello con Chirac. Schröder tiene razón cuando subraya la importancia del comercio justo. Es tan importante como la ayuda al desarrollo. No puede haber lo uno sin lo otro. ¿Cómo va a construir la gente nuevos sectores industriales si antes se muere? Lo que intentamos fue que Chirac aceptara un calendario para decidir el desmantelamiento de los subsidios a la exportación. También hablamos con Bush.
P. Haga lo que haga, a Chirac no va a haber quien le libre de la ira de los agricultores franceses.
R. Sí, claro. Pero es un éxito en la medida en que el G-8 ha indicado que va a seguir discutiendo la desaparición de los subsidios. El tema estará sobre la mesa durante la reunión de la Organización Mundial de Comercio que se celebrará en Hong Kong en diciembre. Es muy posible que Chirac no pretendiese más que sacársenos de encima. No obstante, hasta Bush ha dicho que, si los europeos reducen los subsidios, él seguirá el ejemplo. Eso fue positivo.
P. Cuesta imaginar que tenga la mínima cosa en común con Bush.
R. Me he reunido varias veces con Bush. Tenemos opiniones completamente distintas sobre muchas cosas. Durante una conversación en el Despacho Oval, en un momento dado, me quejé de que los medicamentos contra el sida que proporcionaba Estados Unidos no llegaban a los enfermos de África con la rapidez suficiente. Le insté a que hiciera algo. Y, glup, a partir de aquel momento la conversación se acaloró un poco. Me fui indignando, no había quien me parase. Hasta que dio un puñetazo en la mesa y gritó: "Demonios, soy el presidente y ésta es la Casa Blanca, ¿puedo decir algo yo?".
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
Babelia
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