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Tribuna:EL FUTURO DE LA UNIÓN EUROPEA
Tribuna
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Una nueva Europa política

El primer ministro de Francia defiende que la unidad y la solidaridad son las claves para que la UE sea capaz de defender sus intereses políticos, sociales y económicos.

Europa está en crisis. Y, sin embargo, los pueblos europeos jamás habrán expresado con tanta fuerza su esperanza de ver que construya una Europa de los valores y de la voluntad, capaz de responder a su exigencia social. Fiel a la historia de nuestro continente y a la imagen que tiene del futuro, Francia quiere avanzar con ellos en la vía trazada por Jacques Chirac.

Alrededor nuestro, los Estados se están organizando para sacar el máximo partido a la globalización y reforzar sus posiciones estratégicas. India se aproxima a China; Brasil, Suráfrica y otros países emergentes ya realizan entre ellos una tercera parte de su comercio exterior y defienden colectivamente sus posturas dentro del marco del G-20; los países suramericanos desarrollan vínculos económicos: no podemos permanecer al margen de este gran movimiento de reorganización del planeta. También nosotros debemos ser capaces de defender nuestros intereses políticos, económicos y sociales en mejor posición, estando unidos y siendo solidarios entre nosotros.

Europa es hoy en día el laboratorio de las nuevas ideas políticas, económicas y sociales

Es un imperativo para nuestra seguridad: la única respuesta posible a la amenaza terrorista, al riesgo de proliferación biológica, química o nuclear y a la inmigración ilegal, es una respuesta colectiva. Es un imperativo para nuestro crecimiento y nuestros empleos: hemos logrado reducir las importaciones de textil chino gracias únicamente a la presión colectiva europea. Es un imperativo para el dominio del futuro: las inversiones en materia de investigación son ya demasiado pesadas como para que un solo país cargue con ellas. Para convertirnos en o seguir siendo los mejores en materia de sanidad, agroalimentación, tecnología punta y aeronáutica debemos poner nuestros medios en común. Por último, es un imperativo para la defensa de nuestros valores: la democracia, los derechos humanos y la diversidad cultural son rasgos fundadores de nuestro proyecto común. Debemos poder afirmarlos alto y claro.

Hoy no podemos seguir eludiendo estas opciones. O bien nos damos los medios para construir esta nueva Europa política, con voz y acciones en el mundo de mañana, o nos resignamos a hacer de nuestro continente una amplia zona de librecambio gobernada por las reglas de la competencia. Todos y cada uno de nosotros debemos salir de la ambigüedad y pasar a la acción.

Para hacer realidad esa nueva Europa política, necesitamos proyectos ambiciosos y concretos.

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Primer proyecto: la gobernanza económica europea. Europa es hoy la primera potencia comercial del mundo. En unos años, 12 Estados miembros, Francia entre ellos, han creado una moneda estable y protectora: el euro. Y, sin embargo, el índice europeo de crecimiento es inferior al de Estados Unidos o al de los países asiáticos mientras que el desempleo se mantiene a un nivel elevado. Propongo por lo tanto abrir un diálogo entre el Eurogrupo y el Banco Central Europeo (BCE) para definir, respetando la independencia del BCE, una verdadera gobernanza económica europea para los países de la Zona Euro. Como respaldo a ese diálogo, propongo igualmente que examinemos juntos los grandes envites económicos a los que se enfrenta Europa: por ejemplo, ¿cómo se explica que frente al aumento del precio del petróleo aún no hayamos emprendido una reflexión común sobre la gestión de nuestras reservas estratégicas?

Segundo proyecto: la agricultura. En unas cuantas décadas ha hecho a Europa independiente en materia de aprovisionamiento agrícola, la ha convertido en la segunda potencia agrícola mundial y le ha dado un considerable poder económico. Ahora que el problema de la alimentación es cada vez más acuciante en todo el planeta, debemos reforzarla continuando su adaptación. Los consumidores europeos quieren saber de dónde proceden los productos alimenticios que consumen, qué cadena de producción y de distribución han seguido. Quieren estar seguros de que no van a tener problemas de aprovisionamiento a precios competitivos en los próximos años: sólo la política agrícola común nos permitirá superar estos retos del futuro.

Tercer proyecto: la política de innovación y de investigación. No están por un lado los antiguos, apegados a la Política Agrícola Común (PAC), y por otro los modernos, que defienden la estrategia de Lisboa. Todos tenemos la mirada puesta en el futuro: prueba de ello es la implantación del reactor de investigación ITER en Cadarache. Porque soy consciente de que no explotamos lo suficiente las bazas europeas en el ámbito de la física, las matemáticas o la química, propongo que creemos en Francia uno o dos Institutos Europeos de Estudios y Tecnologías. Estos institutos contarán con los mejores investigadores internacionales, laboratorios de investigación y empresas innovadoras. Estarán abiertos a todos los Estados europeos que lo deseen. En Francia, hemos decidido crear polos de competitividad que permitirán reagrupar competencias de alto nivel que aún están dispersas: ¿por qué no darles una dimensión europea?

Cuarto proyecto: la seguridad europea. Cooperación policial, intercambio de información sobre el terrorismo y controles fronterizos constituyen la base de una Europa de la seguridad interior de la que el G-5 es la punta de lanza: Alemania, Reino Unido, España, Italia y Francia avanzan en este marco sobre proyectos concretos. En materia de defensa, los avances conseguidos en los últimos años deben servir de base para cooperaciones aún más estrechas. Tenemos una estrategia común, tenemos medios comunes y garantizamos juntos la estabilidad en zonas que acaban de salir de sangrientos conflictos como Afganistán o Kosovo. Estamos decididos a seguir progresando.

Quinto proyecto: la democracia europea. Necesitamos el respaldo de los pueblos europeos. La identidad europea comenzó a construirse hace unos años basándose en la adhesión a una serie de valores comunes como la libertad y la solidaridad, el apego a las reglas del derecho internacional o la exigencia de preservación del medio ambiente. El intercambio de estudiantes dentro del marco del programa Erasmus refuerza ese sentimiento que prepara la emergencia de una democracia europea. Pero este programa aún está limitado a un número restringido de personas. Por su parte, incluso el servicio de voluntariado europeo permanece en un estado un tanto embrionario puesto que sólo alcanza a 4.000 jóvenes al año. Propongo por lo tanto que emprendamos una reflexión con nuestros socios europeos sobre la creación de un verdadero servicio civil europeo que dé a cada joven europeo la oportunidad de involucrarse en el ámbito humanitario o de la seguridad civil en un país diferente del suyo.

Los pueblos europeos nunca habían estado más unidos. A imagen de Francia y Alemania, quieren que sus dirigentes se pongan de acuerdo en lugar de ceder a los egoísmos nacionales; que encuentren soluciones en lugar de contentarse con hacer preguntas. El presidente de la República Francesa mostró el camino en el Consejo Europeo de Bruselas al aceptar un compromiso sobre el presupuesto, al igual que aceptó un compromiso en 2002 sobre la PAC. Europa no debe sufrir las consecuencias de nada sino ser quien tome las iniciativas. Nuestros pueblos quieren una nueva Europa política, atenta tanto a sus problemas como a los del mundo en general, dotada de capacidad de acción, de conciencia y de moral.

Europa es hoy en día el laboratorio de las nuevas ideas políticas, económicas y sociales del mundo. Dejémosla expresarse. Con ella la historia vuelve a empezar.

Dominique de Villepin es primer ministro de Francia.

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