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Reportaje:El FUTURO DEL SABER

Babel en la pantalla del ordenador

El anuncio de que Google volcará 15 millones de libros en la red pone en guardia al mundo editorial

Jesús Ruiz Mantilla

Si Borges levantara la cabeza... Pues hoy sería feliz. Imagínenselo sentado en el salón de su casa de Buenos Aires, convencido ya de las bondades de la informática y sabiendo que con darle a unas pocas teclas podría acceder, utilizar, merodear por todos los laberintos del saber, no como ocurre en cualquiera de sus ficciones, sino acomodado en la mera realidad de los tiempos que corren. Sergey Brin y Larry Page, de 30 y 31 años, respectivamente, creadores del servidor Google y hoy multimillonarios, serían sus particulares genios de la lámpara maravillosa, más después de haber anunciado el proyecto que ha supuesto una sacudida para el mundo editorial a escala global: que volcarán 15 millones de libros en su servidor, provenientes de fondos públicos como bibliotecas o instituciones culturales, para que cualquiera los pueda consultar... ¡Y gratis!

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No parece ninguna fantasmada y los responsables del buscador, que con ese anuncio ha dado un giro espectacular a lo que es el futuro del saber en la red, ya han empezado a gastarse 150 millones de dólares (116,2 millones de euros) presupuestados para ponerlo en marcha, que provienen de los beneficios que ha ocasionado su salida a bolsa. Los libros que volcarán en la Red, en principio, son de dominio público y están ausentes de pagos de derechos y otras obligaciones, pero la magnitud del proyecto es tal, que el mundo editorial ha empezado a ponerse en guardia por lo que pueda suponer lo que en un principio se reduce al ámbito anglosajón.

Aunque como la información y las ideas por las redes vuelan, el asunto no tardará en extenderse por otros ámbitos, más después de que los franceses ya hayan anunciado iniciativas al respecto. Europa, como espacio de referencia en la cultura, debe ya empezar a dar respuestas y sobre todo desde el ámbito público, porque el órdago de Google, que viene de la iniciativa privada, ya ha sacado los colores a todos aquellos que cobran por acceder a la sabiduría exenta de derechos.

José Antonio Millán, experto en nuevas tecnologías aplicadas al campo de la cultura y colaborador del portal de la Edad de Plata, impulsado por la Residencia de Estudiantes, lanza una pregunta que cualquier día puede ocurrir: "¿Qué pasaría si Google o cualquier servidor privado llama a las puertas de la Biblioteca Nacional y les ofrece digitalizar sus fondos sin que ellos tengan que poner un duro?". Ya lo han hecho en bibliotecas de Estados Unidos y del Reino Unido. Y antes de que llegue Google, ¿por qué no dar un paso desde la iniciativa pública? "Los buscadores son la llave para que acceda todo el mundo, pero los gobiernos, las instituciones públicas, deben hacerlos accesibles con estándares muy abiertos, que permitan la interrelación fácil. ¿Qué problema hay para hacerlo?", insiste Millán.

Abierta ya la veda desde el sector privado, parece que sobran las excusas desde lo público. "El patrimonio cultural debe ser accesible para todo el mundo y los poderes públicos deben apostar por la creación de buenos softwares que lo permitan", añade Millán. Seguro que estas buenas intenciones están en la mente de buena parte de los gobernantes, pero en este caso, existe también una barrera difícil de saltar desde algunos lugares y es la siguiente: 150 millones de dólares (116, 2 millones de euros).

Google saca beneficios de la publicidad y como su servidor recibe al día la friolera de más de 200 millones de consultas, supone un escaparate inagotable y con futuro prometedor, eso sin contar los 1.670 millones de dólares que ganaron con su salida a bolsa. Sus ingresos premiten eso y más. Así que algo comparable y público tendría que hacerse a escala europea. En España existen algunos portales con libros volcados, pero, sobre todo, destacan algunas direcciones que orientan sobre fuentes, como el famoso Oteador del Centro Virtual Cervantes, que dirige Andrés Elhazaz. Éste cree que el proyecto de Google es muy positivo por varios motivos: "La primera razón es por seguridad. Servirá para digitalizar todo aquello que corre el riesgo de perderse o deteriorarse, y además, en segundo lugar, acerca los fondos de bibliotecas que en otros casos serían inaccesibles para muchos".

El proyecto será de gran utilidad sobre todo para los investigadores, dice Elhazaz. "Para lo científicos puede ser impresionante. Tener disponibles las herramientas desde casa es todo un lujo", agrega.

Donde ya empiezan las dudas es en otros ámbitos. El mercado editorial ve luces y sombras por igual. Se trata de un sector dividido en cuatro partes que comen del pastel de un libro troceado en porcentajes más o menos fijos, con un 10% para el autor, un 30% para el librero y un 60% que queda en las editoriales y los distribuidores. El autor, en este proyecto queda fuera. Los editores tampoco pierden mucho. Pero los distribuidores y libreros tendrán que inventar algo para sobrevivir en el mundo digital.

Las organizaciones dedicadas a la cultura y la educación a escala internacional van avisando de lo que llega. Hace unas semanas, Milagros del Corral, subdirectora general adjunta para la Cultura de la Unesco, ofreció una conferencia en Madrid ante la Asociación de Editores en la que comentó el asunto de Google. "Las inversiones del sector del libro en España no destacan por una dedicación a la alta tecnología", asegura. Es hora para ella de encender alarmas: "No existe un motor de búsqueda comparable a Google y no crecen los proyectos de investigación y desarrollo", añade. En cuanto a otras vertientes, donde ya se adivina un gran negocio sobre los contenidos, Del Corral se preguntó en su intervención en Madrid: "¿Cuánto tardará en cristalizar un acuerdo entre Google y Amazom -una de las librerías online más potentes del mundo- para gestionar estas nuevas ofertas?".

El aviso está lanzado. Pero, pese a que el asunto da mucho de sí para que se desaten los comentarios más apocalípticos, los editores se muestran tranquilos, por ejemplo. Antonio María Ávila, representante de la Federación de Gremios de Editores (FGEE), asegura que se impone llegar a acuerdos. "Si los proyectos que pueden desarrollarse en la Red salen de acuerdos de los servidores y los portales con las editoriales, por nosotros no puede haber ningún problema", asegura. La pregunta es saber si cuando todas esas fuentes viajen por la red, las tecnologías son lo suficientemente seguras como para confirmar que no va a producirse piratería. "Disponemos de la tecnología que permite la identificación del consultador y su pago?", pregunta Ávila.

En Estados Unidos ya hay servidores que han anunciado macroproyectos para hacer grandes negocios con libros actuales por la Red. "Me gustaría saber cuántas editoriales se han decidido a hacerlo. Ahí saldríamos de dudas". Aunque no duda de su proyección. "Como nueva fuente de negocio es bienvenida", afirma el representante del gremio editorial en España. Tampoco cree que deba ser algo de lo que se encarguen los poderes públicos. "Todo esto lo deben hacer las empresas", asegura. ¿Y afectaría a los precios de los libros, teniendo en cuenta que sería un negocio con menos intermediarios y podrían bajar? "Lo normal es que afecte", sostiene Ávila.

Tampoco lo ven tan negro los libreros. Tienen confianza ciega en el invento que gracias a Johann Gutenberg cambió la historia a partir de 1455. Es curioso que el libro, que es eterno gracias a sus contenidos, vaya a salvarse en este caso gracias a la forma, al aspecto, a su físico. Paradojas de la vida. Michelle Chevallier, representante de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL), ve blanco y ve negro. "¿Estamos preocupados por el panorama que se abre? Sí y no. En principio, no afecta mucho a lo que puede encontrarse en las librerías, son libros descatalogados, en gran parte. Lo que nos inquieta de la iniciativa de Google es que sea sólo el anuncio de una primera fase que vaya más allá y entre en los terrenos de cosas más nuevas", afirma Chevallier.

Pero ahí es donde el libro puede defenderse como objeto, como gran invento en el aspecto material, tangible. "Es cómodo y a la larga barato. Un libro online, para no leerlo en la pantalla necesita papel, tinta y tiempo para la impresora, es un gasto que resulta más barato fabricado", dice.

Son cosas que preocupan en su sector, que abordó el tema de la edición digital en su último congreso. Como les preocupan otros juegos que no comparten. "Las editoriales y las bibliotecas públicas están llegando a acuerdos para hacer acceder a los investigadores a muchos libros especializados por ser usuario de determinada biblioteca", denuncian en CEGAL. Son algunas pistas que van conduciendo al sector a nuevos retos del futuro, un tiempo que ya se ha instalado aquí sin que todavía haya llegado todo el mundo.

La entrada de la sede de Google en Mountain View, California.
La entrada de la sede de Google en Mountain View, California.ASSOCIATED PRESS
Aspecto de una de las bibliotecas públicas de Estados Unidos que entran en el proyecto de Google.
Aspecto de una de las bibliotecas públicas de Estados Unidos que entran en el proyecto de Google.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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