"He escrito esta novela como un exorcismo"
"Ahora llevo una vida falsa, una vida apócrifa y clandestina e invisible, aunque más verdadera que si fuera de verdad, pero yo todavía era yo cuando conocí a Rodney Falk". Las primeras líneas de La velocidad de la luz (Tusquets) obligan al lector a llegar hasta el final del libro. Trescientas páginas después uno lamenta que se haya acabado.
Ésta es la historia de un muchacho que quiere ser escritor y que, como Cercas, se fue a una universidad del Medio Oeste estadounidense para dar clases de español; que allí hizo amistad con Rodney Falk, un veterano de Vietnam, misterioso y atormentado, cuya historia quiso escribir. Una historia fascinante que se mezcla con la suya propia hasta convertirse en un solo argumento. El narrador, sin nombre, publicó una novela ambientada en Illinois (como Cercas con El inquilino), se casó y tuvo un hijo (como Cercas) escribió más libros, y el último, centrado en un minúsculo episodio de la Guerra Civil, le proporcionó el éxito, le lanzó a la fama y cambió su vida.
"En 'Salamina' se hablaba de alguien capaz de un acto de piedad; en ésta, hablo de cómo cualquiera puede cometer la mayor atrocidad"
"La crítica va con el sueldo. Si no les gusta lo dirán, y si les gusta espero que también. El culpable soy yo por haber publicado un libro"
"El éxito te puede convertir en un mamarracho, te puedes creer un gran escritor, cuando todo el mundo sabe que el éxito es un puro azar"
"Escribir una novela o escribir un artículo es el mismo procedimiento. El esfuerzo de transparencia y de claridad es exactamente igual"
La velocidad de la luz trata varios temas: la amistad, el mal, los errores, la culpa y lo terrible que puede llegar a ser el éxito. Todo en un diálogo casi permanente entre el narrador y Rodney sobre literatura, lo que los expertos califican de metaliteratura. Es la quinta novela de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), si contamos la nouvelle El móvil, y, como en todas ellas o casi, los protagonistas son, quieren ser, quieren dejar de ser o no tienen más remedio que ser, escritores, porque, para este personaje, "la única esperanza es la propia novela".
La disfrutarán tanto quienes quieran leerla como una obra metaliteraria como quienes lo hagan como una aventura trágica. Cercas, como él dice de su admirado Hemingway, tiene una escritura transparente.
Pregunta. ¿Qué es lo que le interesaba contar al principio?
Respuesta. Me fascinaba escribir sobre un personaje con pasado. Conocí a una persona como Rodney, muy excéntrica, muy especial. Es una escena que yo viví: un día llegué a la universidad y me encontré como compañero de despacho a un ex combatiente de Vietnam. Me hablaba de Orwell; España le interesaba muchísimo y Hemingway era Dios para él, como para el personaje de la novela. Un día me lo encontré pegando carteles en los que el partido trostkista, al que él pertenecía, convocaba una huelga contra la General Electric. ¡Qué disparate! Cuatro locos contra un monstruo como la General Electric... Esa escena siempre me rondaba por la cabeza.
P. ¿Por qué eligió Vietnam?
R. Me encontré con Vietnam, como antes me encontré con la Guerra Civil. Cuentas las historias que se te ocurren, que te afectan, no vas a buscarlas. A mí ésta me llegó porque me encontré con una persona que había estado en esa guerra, como podía haber estado en otra.
P. ¿Habló del tema con Susan Sontag?
R. Después de lo de Salamina fui un día a cenar con ella, que fue muy generosa conmigo. Era una mujer muy áspera, pero muy interesante. Y, así en privado, me preguntó qué estaba escribiendo, y yo le conté que esto, y le dije que tenía dudas, porque una cosa como Vietnam no me afecta. Ella había estado allí, y me dijo que, precisamente, porque mi perspectiva no es la de un estadounidense, le parecía interesante: tienes que hacerlo por eso, me dijo.
P. El mal y la culpa.
R. No hubiese podido escribir esta novela antes de Soldados de Salamina. Los procedimientos son aparentemente similares, pero las dos son muy distintas. En Salamina se hablaba de cómo en circunstancias extremas alguien es capaz de un acto de piedad, de compasión. Y aquí se habla de cómo cualquiera de nosotros, uno de los nuestros, porque Roddy es uno de los nuestros, es capaz de las mayores monstruosidades.
P. También el narrador se siente culpable. Su mujer y su hijo han muerto en un accidente de coche y él se cree responsable.
R. Es la diferencia entre el mal y el error. La cita de Ingeborg Bachmann, que abre el libro, lo explica: el mal, no los errores, perdura; lo perdonable está perdonado hace tiempo; los cortes de navaja se han curado también; sólo el corte que produce el mal, ése no cura, se reabre cada noche. Es decir, lo que ha cometido el narrador son errores, más o menos graves, pero que él siente como gravísimos. Se considera responsable de la muerte de su mujer y su hijo. Pero no es responsable, no es culpable de eso, él sólo ha cometido errores. Rodney, en cambio, sí es culpable porque fue responsable de lo que hizo en Vietnam. Ésa es una diferencia fundamental. El mal es una cosa y los errores otra. El mal es la muerte.
P. Así y todo seguimos queriendo a Rodney.
R. Eso es maravilloso, de eso se trata. Por eso digo que La velocidad es el reverso de Salamina, porque aunque no entendamos que haya un gramo de humanidad incluso en las bestias y que nosotros fácilmente podemos convertirnos en bestias, está en nuestra naturaleza.
P. Le llamarán revisionista.
R. Precisamente estaba pensando en eso, me encantaría que me llamasen revisionista, porque es que hay que revisar la historia, y los tópicos, también. A propósito del revisionismo, el otro día vi la película El hundimiento, está bien. Y ahí ves que incluso este hombre enloquecido [Hitler], con toneladas de resentimiento, esta bestia es también un hombre. Lo tomas o lo dejas, pero ésa es la naturaleza humana. Puede ser interpretado como revisionismo, depende de lo que se entienda por revisionismo. Si entiendes por revisionismo afirmar que Auschwitz era un balneario..., pero es que en Vietnam eran chavales como los de aquí cuando yo tenía 18 años. Sontag, cuando le hablé de este asunto, me dijo: "Pobres chicos". Y si queremos vivir el tópico de consolación y decir: "No, es que ellos no eran como nosotros", lo más probable es que recaigamos en lo mismo.
P. Rodney dice que es imposible sobrevivir con dignidad al éxito.
R. Es como si dijeras ¿qué hubiese pasado si...? En esto consiste para mí escribir una novela: yo estoy en tal situación, tengo éxito, entonces es como si me inventara un yo hipotético... En cierto sentido, esta novela es como un ejercicio de exorcismo. El éxito ¿en qué te puede convertir?: en un mamarracho, te puedes creer Napoleón Bonaparte, te puedes creer un gran escritor, cuando todo el mundo sabe que el éxito es un puro azar, no sólo el literario, sino en los negocios, en todo. Se dan ciertas circunstancias y te conviertes en Mario Conde, pero no es que Mario Conde sea más listo, es que las circunstancias le han llevado ahí. Eso es evidente, pero si crees que es mérito tuyo, ya la has cagado. Y acabas en la cárcel como Mario Conde. Por lo menos yo trabajo así, son yoes hipotéticos, qué ocurriría si...
P. Y, de verdad, ¿cómo ha vivido el éxito de Salamina?
R. Lo he vivido bien, le veo muchas más gracias que desgracias. Ahora bien, negar que el éxito tiene componentes peligrosísimos, de corrupción, venenosos, eso es negar la evidencia. Dicho entre paréntesis, mi éxito ha sido limitado, pequeño, compárelo con el de un futbolista, o con el de un cantante de rock and roll. ¿El éxito es una catástrofe? Sí, pero también es una bendición, las dos cosas, y para mí ha sido más una bendición. El éxito te da ganas de decir: pero si todo esto es mentira, si es una farsa. Tú continúas siendo el mismo, lo que has hecho continúa siendo idéntico.
P. En la novela también aparece la palabra envidia.
R. Poco, aquí se habla más bien de la corrupción propia que de las cosas negativas que suscita en los demás y que son inevitables. Lo peor de eso no es que exista gente envidiosa, porque todos lo somos hasta cierto punto, sino las reacciones que suscita en uno mismo. Uno se puede convertir fácilmente en un paranoico. Hay muchísimos ejemplos de eso: crees que todo el mundo te odia, crees que todo el mundo te envidia, y eso te reconcome y te puede volver loco. Yo he intentado que no me pase y, entre otras cosas, para eso he escrito este libro, para que no me pase.
P. ¿Le preocupa la crítica?
R. Va con el sueldo. Si no les gusta lo dirán, y si les gusta espero que lo digan también. Un amigo me decía que esta novela se iba a titular Me esperan con toda la artillería, o algo así. No se puede leer igual que Soldados, porque quien la vaya a leer lo hará de manera distinta, porque ya sabe que existe Salamina. Habrá gente que diga: "A este tío le vamos a poner las peras a cuarto y sabrá lo que vale un peine", pero también habrá gente que diga: "Vamos a ver qué ha hecho este hombre, si me gustó la otra, a ver si me gusta ésta también". Me parece que es lo honesto y un crítico debería actuar así. Leí hace unos días algo que decía Mairena que es muy bueno: "En España se confunde la crítica con las malas tripas". Yo espero que los críticos cojan el libro honestamente y digan "no me ha gustado" o "me ha gustado". Eso es lo que espero. Que habrá otras cosas, pues igual sí, qué le voy a hacer. El culpable soy yo por haber publicado un libro, podría haberme callado.
P. ¿Hay más sentimiento en Soldados que en La velocidad?
R. También hay mucho sentimiento en ésta. Con Salamina me hablaban en broma de la cantidad de kleenex que se gastaba la gente leyendo la novela, pero era falso, eran 10 páginas. Parecía una novela emocional y no es verdad, la vuelves a leer y es mucho más humorística de lo que parece, es mucho más cerebral... y ésta es más dura, pero de aquí a Lima, aquí no se salva ni Dios, no hay salvación.
P. ¿Está seguro?
R. Aquí sólo hay una salvación, que es continuar trabajando y portarse lo mejor posible, la única esperanza es la propia novela, seguir escribiendo. La única esperanza es el hecho de que este tipo ha escrito la novela, no hay más, cero. En cambio, en Salamina había una esperanza, porque aunque sea una sola persona, en un solo momento, ha sido bondadosa, generosa y valiente; aquí, nada, un desastre.
P. ¿Cómo lo interpreta?
R. Eso quiere decir que desde Salamina me he vuelto mucho más pesimista. A lo mejor es que me estoy haciendo mayor, no lo sé. Es evidente que me he vuelto más pesimista. No quiere decir más infeliz, pero más pesimista sí, respecto a lo que somos, a la naturaleza humana.
P. Pero en ésta como en todas sus novelas hay bastante humor.
R. Pues creo que es mi novela menos humorística.
P. Por ejemplo, cuando en la universidad se imparten clases de iniciación a la literatura catalana y no existe un idioma común en que alumnos y profesor puedan entenderse. Es muy humorístico. Por cierto, ¿se dan ese tipo de cursos en una universidad del Medio Oeste?
R. Palabra de honor. En Salamina hay más humor que aquí, porque La velocidad de la luz es muy dura, dramática y trágica, pero cuanto más humor haya, mejor, el humor nos salva, la capacidad de distanciarnos de nosotros mismos.
P. Todas sus novelas, aunque tengan tramas diferentes, hablan de novelas.
R. Tú muestras el mecanismo, pero en realidad no se nota porque forma parte de la trama. A mí me gusta aquella definición, que creo que es de Kundera, lo de las novelas fáciles de leer y difíciles de entender, me gusta mucho. Son las novelas que lees de un tirón y luego dices: ¿este tío de qué me ha hablado?, y vuelves para atrás. Eso es lo ideal. Lo contrario de esas novelas difíciles de leer, que tienes que pasar las páginas con grúa, y fáciles de entender porque no dicen nada más que banalidades.
P. En eso de los mecanismos hay ciertas similitudes entre esta novela, Soldados de Salamina, El vientre de la ballena y El móvil. En todas, de alguna manera, Javier Cercas está muy presente.
R. Yo siempre había querido y creído que había que cambiar completamente, que cada novela debía ser completamente distinta de la anterior, hasta que me he dado cuenta de que no puedo cambiar de cara.
P. ¿Qué quiere decir?
R. Tú tienes que ser tú mismo porque tienes tu mundo, tu obsesión, las historias que te interesan y las que no, y lo que tienes que hacer es ir ensanchando ese mundo, ampliándolo, pero sin dejar de ser fiel a ti mismo, porque entonces, ¿quién eres?, no puedes cambiar. Y efectivamente, no hay diferencias, es el mismo mundo, aunque el ámbito sea distinto. El narrador de La velocidad no es para nada el de Salamina, pero se parece. Y se parece a mí, claro, es que todos se parecen a mí. Ése es casi un juego deliberado. Esto es lo que los especialistas llaman autoficción, hacer ficción contigo mismo, experimentos contigo mismo.
P. Su protagonista y Rodney hablan mucho de Hemingway.
R. Con Hemingway, como con tantos otros, al final nos hemos quedado con la superficie, con el tópico, con el de los toros,con el mentiroso compulsivo, con el creador de su propia leyenda. Le ha perjudicado de una manera espantosa, porque, a mi modo de ver, es probablemente el mayor estilista del siglo XX. Es un hombre que escribe unos cuentos maravillosos, absolutamente inteligentes, que escribe sobre todo una prosa prodigiosa, muy difícil de traducir porque es tan simple, tan transparente, que la prosa inglesa no se entiende sin Hemingway en este siglo, y creo que no solamente la inglesa.
P. ¿Cuántos borradores hace de una novela?
R. De ésta, barbaridades. Y de Salamina, muchos. Ahora es imposible controlarlo por el ordenador, pero a lo mejor he escrito una frase ocho veces. Por ejemplo, de la última que escribí a mano, El vientre de la ballena, hice cuatro borradores. Sin contar las correcciones... Para mí, escribir una novela y escribir un artículo es el mismo procedimiento. Y el esfuerzo de transparencia, de claridad, es exactamente igual. Para mí ése es el gran desafío, escribir bien es escribir así. E insisto, Hemingway es el modelo máximo, es de una transparencia absoluta, hay poquísimas cosas que no entiendas, la estructura de la frase es limpísima.
P. ¿Sigue con las clases en la Universidad de Girona?
R. Este año no doy clases, tenía que faltar mucho. El año pasado daba sólo una y este año lo he dejado, aunque digo que soy profesor y a mucha honra. Lo he dejado no con la idea de dejarlo para siempre. A mí me gusta, es agotador, pero me gusta mucho. Además, piensa que si tengo que hacer promoción de este libro estaría faltando a clase todo el día, que es lo que me pasó un año y no puede ser, buscas un sustituto, lo dejas y ya está.
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