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Héctor Tizón relata "el odio y el furor" de su exilio de Argentina durante la dictadura

'La casa y el viento' descubre con un tono autobiográfico la envergadura literaria del autor

José Andrés Rojo

Héctor Tizón (Jujuy, Argentina, 1929) terminó de escribir La casa y el viento (Alfaguara) en la sierra madrileña, en Cercedilla, el 28 de febrero de 1982. La novela apareció en su país en 1984, pero han tenido que pasar más de 20 años para que el lector español pueda asomarse a sus páginas. Cuenta la historia de un hombre que cruza una frontera. Lo hace en el norte de Argentina, en un paisaje duro e inhóspito, y la cruza para buscar la vida. "No se puede vivir el exilio sino con furor, con odio", explicaba hace unos días el escritor -y juez- argentino en Madrid.

Tardó mucho en escribir la novela: "No encontraba el acento", explica
"Sé que irse es un acto de desamor", asegura el escritor argentino

Durante la época de exilio que vivió en España, Héctor Tizón tuvo la necesidad de consultar a un psicoanalista. El mundo se le derrumbaba, no sabía cómo encontrarse, pero lo cierto es que no sabía qué decirle. Así que durante el trayecto de Cercedilla a Madrid apuntaba en un cuaderno algunas historias que le sirvieran para matar el tiempo que duraba la consulta. Terminó por comprender que todo aquello no tenía sentido, y así lo entendió también su médico, que le hizo, sin embargo, una sugerencia: debía publicar todas aquellas notas como una novela.

Ése es el germen de La casa y el viento. "Sé que irse es un acto de desamor y que nadie es más egoísta que aquel que corre tras su propia suerte", dice el narrador de esta historia. También explica que "huía en busca de la vida". Héctor Tizón cuenta que cuando llegaron los militares al poder en 1976 no tuvo más remedio que salir de la Argentina. "No había manera de decirle a un régimen de esas características. Pero tampoco podías decirle no, porque entonces te encarcelaban, te mataban o te desaparecían. Así que te ves expulsado de tu patria por una gente que no tiene ninguna autoridad moral para hacerlo".

El exilio es el combustible que desencadena la escritura de esta novela, pero La casa y el viento es mucho más que una historia sobre el dolor de abandonar lo que uno ha sido para reinventarse de nuevo. No hay ni siquiera referencias concretas a los disparates que hicieron los militares golpistas. "Desde que me negué a dormir entre violentos y asesinos, los años pasan". Así empieza el libro. El horror late detrás de todo, pero la narración da cuenta de los días que pasa un hombre en el norte de Argentina, en la puna, ahí en la frontera con Bolivia, poco antes de abandonarlo todo.

Héctor Tizón tardó mucho tiempo en escribir La casa y el viento. "No encontraba el acento", explica. Ahí en el exilio se pierden las referencias inmediatas, se deja de ser el que se es. Del libro escribe que "sabía que era como una despedida, un extendido, demorado adiós, no solamente a todo lo que había sido mío, sino a mí mismo como escritor". Y es que cuando llegó a España tuvo que servirse de la escritura para sobrevivir. "Colaboré en Informaciones, hice de negro en las editoriales. A alguno de los ilustres hombres del franquismo tuve que redactarle las memorias y, en el camino, inventarle ese inexistente pasado democrático del que quería empezar a presumir".

"No se puede vivir el exilio sino con furor, con odio. Pero el odio es mal consejero", explica Tizón. "Yo había pasado gran parte de mi vida fuera de Argentina por mi trabajo de diplomático". Pero el exilio es diferente. "Es brutal, violento e injusto. A la falta de trabajo y a la pérdida de identidad hay que sumar la obligación de tener que llevar la autobiografía a cuestas. Eso de tener que explicar cada rato quién eres, sometiéndote a una permanente violencia moral contra ti mismo. Nadie sabe de ti, eres un extraño, empiezas imperceptiblemente a cambiar".

La novela tiene sólo 175 páginas y está situada en el escenario desnudo de la puna con la dureza de su paisaje y el viento que corta. El escritor que imperceptiblemente iba cambiando en el exilio cuenta allí la historia de un hombre que viaja al norte profundo de Argentina, a su lugar de origen, junto a los suyos, antes de abandonar su patria. "Sabía que en este país impasible y duro las palabras -recalcitrante y vana tendencia del corazón- son un peligro mayor que el propio vacío", dice el narrador.

El tremendo vacío de la puna, la austeridad expresiva de sus gentes, el silencio. "Siempre he tenido una gran pasión por el desierto", comenta Héctor Tizón. "A la puna, este altiplano desangelado, he venido muchas veces para alimentarme de historias. El desierto es el gran escenario de la humanidad, no en vano ahí tienen lugar los pasajes más importantes de las tres grandes religiones monoteístas. Quienes lo habitan tienen una particularidad: no ser locuaces. No utilizan las palabras en vano. Es lo que ocurre en los evangelios. Jesús habla para un auditorio de analfabetos y utiliza las palabras precisas. Un lenguaje sencillo, lleno de versículos, cargado de metáforas campesinas. La vida no está en la ciudad, como suelen decir, está en el campo".

Ahí, en esos pueblos minúsculos y míseros, junto a sus gentes, el narrador descubre al otro. De eso trata en buena medida el libro, de lo que ocurre cuando se descubre al prójimo. "Todos los hombres necesitan alguna forma de estimación, de amor, de aproximación", dice Tizón. "Y el deber que tenemos todos es el de ser generosos. Pues ha de llegar ese momento en que no hay más remedio que preguntarse '¿qué diablos he hecho yo en esta vida?'. Entonces tendríamos que tener una respuesta satisfactoria para que al despedirnos podamos irnos sin pesares y sin rencor".

El escritor argentino Héctor Tizón, en Madrid.
El escritor argentino Héctor Tizón, en Madrid.BERNARDO PÉREZ

El juez prolífico en novelas

Héctor Tizón publicó su primer libro -A un costado de los rieles- en México en 1960. Desde entonces no ha parado: Fuego en Casabindo (1969), El cantar del profeta y el bandido (1972), El jactancioso y la bella (1972), Sota de bastos, caballo de espadas (1975), El traidor venerado (1978), El hombre que llegó a un pueblo (1988), El gallo blanco (1992), Luz de las crueles provincias (1995), La mujer de Strasser (1997) o Extraño y pálido fulgor (1999), entre otras, son algunas de sus obras. Abogado y diplomático, ha residido fuera de Argentina durante largas temporadas y actualmente es juez de la Corte Suprema en Jujuy, su provincia natal. Traducido a múltiples lenguas, premiado en muchas ocasiones, en 1996 fue condecorado por el Gobierno francés con el título de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En España sigue siendo un desconocido total. Con La casa y el viento se abre así la posibilidad de acercarse a una de las literaturas más ambiciosas y sugerentes de las que se escriben actualmente en lengua española.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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