Silencio en La Habana
Los medios de comunicación no informaron ayer en Cuba de la muerte del escritor, como no lo hicieron cuando ganó en 1997 el Cervantes
Paradojas de la vida: para la inmensa mayoría de los cubanos que viven en Cuba, Guillermo Cabrera Infante no ha muerto. Ayer, ni el diario oficial Granma ni ningún otro medio de prensa masivo reportó el fallecimiento del escritor, ni siquiera matizando la noticia con adjetivos descalificativos. Cierto es que tampoco se dijo nunca en su país que obtuvo el Premio Cervantes en 1997. Debido a su anticastrismo militante, el autor de Tres tristes tigres era uno de los enemigos públicos de la revolución desde que se exilió en 1965. Pese a que fue también implacable con los escritores que se quedaron en Cuba, la mayoría recordó ayer a Cabrera Infante como uno de los grandes de la literatura cubana y universal.
Antón Arrufat: "Volverá a caminar estas calles, transformado en escritura, sabia y brillante"
"La literatura en lengua española pierde a uno de sus más originales escritores. Su prosa intensa y cargada de rabiosa nostalgia marcó a muchos escritores cubanos de la generación que lo sucedió", aseguró el escritor Miguel Barnet. Barnet, en más de una ocasión blanco de las críticas ácidas de Cabrera Infante, prefirió ayer, como la mayoría de los autores consultados por este diario, dejar a un lado las diferencias: "Aunque por razones políticas descalificó a todos los intelectuales que vivimos en la isla, para mí fue un gran artista, atormentado y contradictorio, que sin embargo le dio a Cuba su tercer Premio Cervantes".
La prensa cubana, por cierto, no informó nunca de ese premio; todavía hoy, cuando en la isla se habla de los cubanos que han ganado el Cervantes, la oficialidad sólo menciona a Alejo Carpentier y a Dulce María Loynaz. Desde 1959, sólo dos libros de Cabrera Infante han sido publicados en la isla: el de cuentos Así en la paz como en la guerra (1960) y la recopilación de críticas cinematográficas Un oficio del siglo XX (1963). En Cuba, por decisión de Cabrera Infante, ni siquiera se ha editado su novela más famosa, Tres tristes tigres, algo que no impidió que se convirtiera en una obra de culto, mítica además por su condición clandestina.
"Decir que su muerte es una gran pérdida para la cultura cubana, de adentro y de afuera, las que serán con el tiempo una sola, resulta evidente, pero es mucho más", expresó el poeta y narrador Antón Arrufat, uno de los pocos intelectuales residentes en la isla con los que Cabrera Infante mantuvo una relación epistolar durante estas cuatro décadas. "Cabrera Infante pertenece a toda la cultura en español. Para nosotros resulta imprescindible e incuestionable. Convirtió nuestra lengua de cada día, habitual y comunicativa, incoherencia y hojarasca, en una manifestación de arte literario", afirmó Arrufat. Hace dos años, ambos se reencontraron en Londres después de 30 sin verse. "Conversamos y paseamos hasta el amanecer. Circunstancias vitales y políticas impidieron que volviéramos a encontrarnos en La Habana, la que nunca olvidó. Pero volverá a caminar estas calles, porque a la cultura cubana pertenece su obra, transformado en escritura sabia y brillante".
El novelista Lisandro Otero, quien a comienzos de los sesenta era redactor jefe del periódico Revolución (después Granma) cuando Cabrera Infante dirigía su suplemento literario, Lunes, no pasó por alto las turbulencias que marcaron sus relaciones: "Creo que Guillermo, como el capitán Achab, obsedido por la persecución de la ballena blanca, no pudo ver con objetividad el mundo circundante. Fui su amigo en años tempranos y su condiscípulo. Luego nos distanciamos. Polemicé con él. No puedo impugnarle en la hora de su muerte, tampoco puedo encomiarlo. Fue un buen escritor". El poeta César López lo consideró "un escritor imprescindible, con un sentido del humor cáustico, rítmico y agresivo, que culmina en Tres tristes tigres, una novela que está en la literatura hispánica y que sería absurdo soslayarla por razones extraliterarias".
Pese a ser un autor maldito en Cuba, muchos quisieron ayer recordarle. Para Antonio Ponte, también maldito por su condición de redactor de la revista Encuentro, "fue un clásico del humor y de la crítica cinematográfica y del anticastrismo. Y cumplió el sueño que consiguen pocos: fundar desde el exilio una ciudad reconocible en la ciudad dejada atrás. Porque existe una Habana cabrerainfantesca que puedo reconocer, en ruinas, en La Habana que habito".
El autor de Trilogía sucia de La Habana, Pedro Juan Gutiérrez, consideró Tres tristes tigres un "texto definitivamente germinador en la literatura en lengua castellana". "Todavía hoy, cuando paso cerca de Las Vegas y de otros cabarés, me acuerdo de los personajes de la novela. Me enseñó una forma de ver La Habana, La Habana más gozadora, más placentera; el habanero es pícaro, la mujer habanera es diferente, hasta las jineteras de La Habana son diferentes", afirmó Pedro Juan que, como Cabrera Infante, ha convertido la ciudad y sus ambientes y personajes más marginales en protagonistas de su obra.
Ayer, sólo una revista digital cubana, La Jiribilla, perteneciente al Instituto Cubano del Libro, dio escuetamente la noticia de la muerte de GCI. La información termina con el siguiente comentario: "Por encima de sus propias diatribas contra su país de origen, sus escritores y sus instituciones, lo mejor de su obra pertenece al patrimonio literario de la nación cubana, a su cultura y a quienes la defienden frente al acoso y la mentira". De este mensaje, un librero de viejo opinó a media tarde: "En Cuba la mayoría no tenemos acceso a Internet y es ilegal comprar una computadora. Así que pasará igual que cuando le dieron el Cervantes: no se enterará nadie".
Babelia
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