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Reportaje:INICIATIVAS | Marco de Crianza del Jerez

Una batalla legal ganada

Los vinateros jerezanos se enfrentan a los fabricantes californianos

No se ha ganado la guerra, pero sí una batalla esencial. El Tribunal Supremo del Estado de California (EE UU) ha dictado una sentencia en la que, por primera vez, reconoce que los vinos con denominación de origen deben ser elaborados con uvas autóctonas. La decisión ha sido celebrada por el Marco de Crianza del Jerez, que mantiene un largo proceso legal contra los vinos elaborados en el valle californiano de Napa y que se comercializan bajo la denominación Xerry empleando técnicas de competencia desleal, según los criadores andaluces.

El presidente de la patronal vinícola de Jerez, Cristóbal Cantos, calificó la sentencia como un "aval de enorme importancia a los recursos presentados por el Jerez en defensa de sus derechos de mercado en Estados Unidos". El proceso legal se enfrenta a un obstáculo casi insalvable: la complicada legislación estadounidense en materia de derechos de denominación de origen y de elaboración de vinos.

Cada Estado goza de su propio reglamento y, hasta ahora, ninguno de ellos ha establecido protecciones que reconozcan la singularidad de los vinos europeos. De hecho, se producen casos tan singulares como el de Virginia, donde toda la producción pasa obligatoriamente por manos de un solo proveedor.

Aquí radica la importancia de la sentencia. En su espíritu reconoce el concepto de denominación de origen y el Estado que la emite es el de mayor producción de vinos sucedáneos que se comercializan con nombre de origen europeo.

Para Cantos ahora le toca a la Administración española mover ficha. Ha pedido a la Junta, competente en materia de protección de los Consejos Reguladores, que, sobre la base de la sentencia, "haga valer los derechos del Jerez auténtico eliminando del mercando la competencia del sucedáneo". La solución puede venir, por lo tanto, por la vía jurídica, ya que la política parece cerrada a cal y canto. La Administración federal estadounidense no parece interesada en incluir en las próximas renovaciones del acuerdo sobre el Comercio de Productos Vitivinícolas (Wine Accord) con la Unión Europea normas de protección a la Denominación de Origen, un terreno en el que, sin embargo, sí se han producido avances significativos con otros países amigos. El último acuerdo en esta materia fue firmado por la Comunidad Europea con Suráfrica, un mercado consumidor también en expansión.

Según la patronal jerezana, la difusión del Napa Xerry ha distorsionado gravemente el mercado norteamericano, perjudicando "no sólo las ventas del Jerez de origen, sino también su prestigio". Los balances de ventas demuestran esta realidad. Según datos del Consejo Regulador, el Jerez original vendió el pasado año en torno a los 3,5 millones de botellas, mientras que Napa Xerry logró colocar en el mercado unos 10 millones. De cada cuatro botellas compradas bajo el concepto de vino de Jerez, sólo una era original.

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Precios distintos

Además, el Napa Xerry, con un sistema de producción más simple, barato y rápido, sale al mercado con precios con los que el Jerez no puede competir. Una botella de californiano cuesta en torno a los cuatro dólares, mientras que el auténtico tiene un coste de entre ocho y catorce dólares.

Consciente del filón comercial que han encontrado, y de la batalla que mantiene el Jerez, los productores de Napa han iniciado campañas agresivas para dotar de un falso brillo a sus vinos. Algunas bodegas avalan sus productos con el marchamo de ser criados directamente por viticultores llegados de Jerez, conocedores de los secretos de la elaboración. Olvidan precisar que los productores a los que se refieren llegaron hace dos décadas de Jerez de García Salinas, una localidad mexicana del estado de Zacatecas.

Orígenes españoles

Paradójicamente, el problema actual tuvo origen en una iniciativa de los conquistadores españoles. Según cuenta el erudito británico Hugo Johnson, en su Historia Mundial del Vino, los primeros productores que se asentaron en California, hacia 1770, pertenecían a una comunidad de monjes franciscanos encabezados por Fray Junípero Serra, llegados para consolidar la presencia española en la Costa Oeste de Norteamérica. Empleando las técnicas de crianza establecidas por manuales españoles, los religiosos cultivaron la vid, obteniendo un fruto pobre y excesivamente dulzón. Con todo, la plantación prosperó y un siglo después se habían desarrollado 25 viñas que generaban 1,3 millones de litros anuales.

El éxito comercial alertó a colonos de otros países europeos que se asentaron en la zona para iniciar procesos de generación de vino al modo de sus respectivas zonas de origen, aunque introduciendo modificaciones sustanciales, obligados por las nuevas condiciones climatológicas y de la tierra de cultivo. La evolución de ese mercado ha originado en la actualidad una gran diversidad de sucedáneos de vinos europeos elaborados con las plantaciones de Napa Valley. Junto al Jerez, sufren el fenómeno de la competencia vinos italianos, franceses y espirituosos de gran reputación de la comarca francesa de Champaña.

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