Vinos de Rioja

La región vitivinícola de la Rioja está enclavada en el Valle del Ebro. Limita al norte con la Sierra de Cantabria y al sur con la Sierra de la Demanda, lo que constituye una situación privilegiada para el cultivo de la vid. La zona posee diferentes suelos y zonas climáticas, lo cual favorece al desarrollo de la vid, proporcionándole distintas características que imprimen la peculiaridad de estos vinos.

El vino de Rioja defiende el pabellón con sus tintos envejecidos en roble, y cuenta para ello con el soporte de una variedad original, la uva tempranillo, seguramente la más noble de las viníferas tintas de origen nacional. La tempranillo presta elegancia a los vinos, concentración de aromas y complejidad de sabores. Luego cada cual corrige a golpe de mazuelos concentrados, garnachas viejas o gracianos perfumados. Hoy en día existe una tendencia en la elaboración de vinos de distinto corte; es muy normal encontrar una bodega con un vino elaborado de viñas viejas, expresivo, de poca producción y precio elevado.

La zona de producción está dividida en tres, Rioja Alavesa (20%), Rioja Alta (50%) y Rioja Baja (30%), cada una con ciertas peculiaridades. La parte alavesa de la denominación de origen riojana presenta un paisaje de viñedo severo, donde la vid está obligada a dar lo mejor de sí misma. La presencia de la variedad tempranillo es aquí elevada, de más del 70%.

Las variedades de uva autorizadas en las tres subzonas son las blancas viura, malvasía y garnacha blanca; y las tintas tempranillo, garnacha, graciano y mazuelo. Se consideran variedades principales la tinta tempranillo y la blanca viura, aunque existen otras variedades de ensayo permitidas por el Consejo Regulador.

Pero algo tan cercano y familiar a nosotros como son los vinos de Rioja merece una seria reflexión por nuestra parte, debido a los cambios que se están produciendo en los últimos años. La pregunta que habría que hacerse sería si conocemos verdaderamente el vino de Rioja o lo que conocemos históricamente es el coupage que, a través de los años, las grandes bodegas han utilizado para implantar sus marcas, recurriendo a mezclar variedades de uva de distintas procedencias, sean de Rioja Baja, Alta o Alavesa, dependiendo del año climático, variando su proporción pero manteniendo los parámetros y perfil del vino que el consumidor tiene asociado con la casa.

Luego están los nuevos riojas, los vinos de pago (aunque la reglamentación no lo recoja), esos que nos descubren todo el potencial de la tempranillo, dependiendo del terreno en que esté plantado. ¿Acaso no son estos nuevos caldos nacidos de la misma tierra?

Resulta paradójico que estos nuevos riojas son los abanderados y responsables de romper la monotonía de la D.O.C. y, sin embargo, el gran consumidor sigue sin conocerlos ni valorarlos. Porque todavía seguimos buscando la calidad en las contraetiquetas, como si lo más importante fuera el papel en vez del contenido que guardan las botellas.