El Papa reclama a Bush que devuelva cuanto antes la "plena soberanía" a Irak
Juan Pablo II se muestra a favor de "una activa participación de la comunidad internacional"
Juan Pablo II reclamó ayer ante George W. Bush "un rápido retorno de Irak a la plena soberanía" y la "activa participación de la comunidad internacional, y en particular de la ONU", en el proceso de pacificación. El Papa y Bush se reunieron en el Palacio Pontificio del Vaticano por primera vez desde que, a principios del pasado año, el jefe de la Iglesia católica se opuso con firmeza a la invasión decidida por Bush. No hubo críticas ni miradas atrás, pero Juan Pablo II deploró las torturas a los presos iraquíes y urgió a su invitado a que se concentrara también en los problemas de israelíes y palestinos.
El encuentro, de tono cordial, se desarrolló en la biblioteca papal en presencia de la esposa de Bush, Laura, vestida de negro y con la cabeza cubierta, y del secretario de Estado, Colin Powell. La consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, no acudió al Vaticano pese a que su asistencia estaba prevista. El Papa, que esta mañana temprano debería emprender un viaje a Suiza, tenía temblores y una voz audible pero escasamente inteligible. Pese a todo, pronunció en inglés un discurso tras el que George W. Bush le concedió la Medalla de la Libertad, la más alta condecoración civil de Estados Unidos.
"Señor presidente", dijo el papa, "su visita se produce en un momento de gran preocupación por la grave inestabilidad en Oriente Próximo, tanto en Irak como en Tierra Santa". "Es el evidente deseo de todos que esa situación se normalice lo más rápidamente posible con la activa participación de la comunidad internacional y, en particular, de la Organización de Naciones Unidas, para asegurar un rápido retorno de Irak a la plena soberanía", siguió. En opinión del Pontífice, los nombramientos de un jefe de Estado y de un Gobierno interino en Bagdad constituían "un paso positivo". Y añadió: "Ojalá una similar esperanza de paz se concrete en Tierra Santa y conduzca a nuevas negociaciones, dictadas por un sincero y decidido compromiso de diálogo, entre el Gobierno de Israel y la Autoridad Palestina".
Juan Pablo II se refirió a la preocupante amenaza del "terrorismo internacional" desde "la trágica fecha del 11 de septiembre de 2001, que no dudo en llamar un día oscuro en la historia de la humanidad". Y acto seguido, para resaltar que rechazaba la tortura de forma tan intensa como los atentados, declaró: "En las pasadas semanas han salido a la luz otros deplorables acontecimientos que han angustiado la conciencia cívica y religiosa de todos, y han hecho más difícil un sereno compromiso con los valores humanos". Más tarde, el Vaticano confirmó que esa frase se refería a las torturas y malos tratos infligidos a presos iraquíes por parte de las fuerzas de ocupación estadounidenses.
Finalmente, el Papa, que había dedicado un recuerdo a "los soldados americanos que murieron por la liberación europea", exhortó a Bush a que trabajara en favor de "una comprensión más completa y profunda" entre Estados Unidos y Europa.
Las palabras de George W. Bush fueron mucho más breves y genéricas. Tras la entrega de la medalla, el presidente estadounidense aseguró a su anfitrión que trabajaría "por la libertad y por la dignidad humana". Luego, dirigiéndose directamente a Juan Pablo II, afirmó: "Apreciamos el símbolo de libertad que usted representa: un siervo devoto de Dios, campeón de la causa de los pobres, de los débiles y los hambrientos, que defiende la dignidad y bondad de todas las vidas". "Su lucha", agregó, "ha inspirado a millones de personas y ha ayudado a derrotar al comunismo y la tiranía".
La comitiva estadounidense, que había llegado al Vaticano minutos después de mediodía, permaneció casi hora y media en el Palacio Episcopal, donde fue recibida por la Guardia Suiza y, a pocos metros, por un monje irlandés que agitaba una bandera de la paz. Bush había visitado anteriormente al presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, en el Palacio del Quirinal. Luego acudió, en compañía de Silvio Berlusconi, a las Fosas Ardeatinas, escenario de una matanza cometida en 1944 por tropas alemanas, justo antes de abandonar Roma, a las tropas estadounidenses que avanzaban desde el sur.
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