Arranca la batalla por la excepción cultural
La ministra Carmen Calvo prepara ya un proyecto de ley para proteger las creaciones artísticas
Que una película, un libro, una obra de arte no sea tratada como un zapato o como una salchicha, que la inspiración artística no tenga que enfrentarse al puro mercadeo, al más bonito, más barato, ni más limpio, porque no es meramente un producto o una mercancía, sino creación, y como tal debe contemplarse pese a lo que pretende la Organización Mundial de Comercio (OMC), que quiere imponer una filosofía basada en todo lo contrario. Ésa es la esencia de la denominada excepcion cultural, un término que se hizo famoso en Francia gracias a su adopción por el ministro de Cultura, Jack Lang, en la época de François Mitterrand, y que se ha ido conservando con los tiempos hasta hoy. Y es una de las mayores prioridades del Partido Socialista Obrero Español para esta legislatura. Tanto, que Carmen Calvo, ministra de Cultura, está preparando una ley que abarque bajo ese término -y no el de diversidad cultural, que es el que predomina ahora en la Unión Europea- la mayoría de los ámbitos de la creación.
"La ministra está yendo mucho más lejos de lo que pensábamos", dice González-Macho
"Los distribuidores no estamos a favor de que se regulen los mercados"
"Será una ley ordinaria y la negociaré con todos los grupos para que cuente con los mayores apoyos", declara Calvo sobre uno de sus proyectos urgentes y estrella. No sólo afectará a los productos audiovisuales, como muchos se habían temido, contemplará todas las artes y tratará de fomentar la diversidad y la supervivencia de las culturas alternativas frente a las todopoderosas maquinarias del entretenimiento. "Debemos proteger la cultura como un derecho para todos, no como mero objeto de consumo", asegura la ministra mientras degusta un yogur de marca láctea nacional en el comedor de la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde suele dejarse caer a por el menú del día para atemperar los efectos de los primeros latidos de vorágine que le espera.
Para la cultura, Carmen Calvo pretende el mismo trato que tiene la sanidad. "Tú vas a un hospital y te curan lo que tengas, ¿no? Pues la cultura sirve para algo parecido, nos hace crecer como personas, nos alimenta el alma", dice. Así que en la primera semana de su nueva vida, Calvo ha dado esperanzas a quienes esperaban como agua de mayo un proyecto así y ha creado inquietud en los sectores que, en principio, se oponen.
Lo ha anunciado por todos los lugares donde ha pronunciado discursos de bievenida. "La cultura, en el mercado, tiene frío", dijo nada más entrar al ministerio el lunes pasado, frente a los funcionarios, que ha saludado uno a uno, y frente a Pilar del Castillo, que durante su mandato se ha limitado a aplicar medidas europeas sin rangos de ley especiales. Las palabras sonaban a pura intención política y no a discursos prefabricados por ningún gabinete. "Para el cine tendré afectos especiales", contaba después y repetía frente a los productores españoles en la entrega del Premio José María Forqué a Te doy mis
ojos, de Icíar Bollaín, producida por Enrique González-Macho, responsable de Alta Films, productor, distribuidor y exhibidor y paradigma del cine independiente en España. "En sus discursos de estos días, la ministra está yendo mucho más lejos de lo que pensábamos todos", aseguraba en su despacho al día siguiente de recoger el galardón González-Macho. "Yo soy un gran defensor del modelo francés, que además de las cuotas de pantalla tiene más restricciones en materia de publicidad en las televisiones o cosas similares", sigue el dueño de los cines Renoir.
Es un modelo restrictivo y duro con las majors, es decir, las grandes compañías de cine de Hollywood. Pero es un marco que ha propiciado una industria cinematográfica fuerte en ese país, donde las películas francesas contaban en 2001 con una cuota de mercado del 41,7% frente a una media de un 11,65% del cine nacional en España de cuota entre 1996 y 2002. Pero los afectos especiales de la ministra no se limitarán a las salas, tendrá que entrar en la producción y en los pasteles que reparten las televisiones para el cine. "Ése es el reto para que el cine español sobreviva; sencillamente, que haya una regulación y un control de lo que hacen las televisiones", reta González-Macho. Ayudas, vengan de donde vengan. "Las habrá", asegura la ministra.
Arreglarlo es un problema de voluntad política. "Que se haga una ley que se acepte ya implica una intencionalidad política", asegura González-Macho. Cosa que tampoco, a priori, molesta a las grandes compañías, que en España copan el 80% del mercado. Luis Hernández de Carlos, de Warner, no se atreve a dar un juicio como responsable de la distribución de la multinacional en España. "Hay políticas que se establecen desde las casas matrices", asegura excusándose, pero no tiene inconveniente en hacer declaraciones como cabeza visible de los distribuidores en España, agrupados en Fedicine. "Nosotros no hemos celebrado una asamblea para valorar una nueva ley", asegura Hernández de Carlos, "y en general, como distribuidores, grandes, pequeños y medianos, en principio no estamos a favor de que se regulen los mercados", avisa.
Sin embargo, se muestra comprensivo con la diferencia del hecho cultural. "Entendemos perfectamente bien que la cultura no es una mercancía y comprendemos lo que es la excepción cultural y nos parecería bien que se aplicase en sentido positivo, es decir, no como restricción, poniendo cuotas, ni barreras, pero sí como fomento de los productos culturales", dice. Y luego va al grano. "A mí me parece interesante que, como ocurre en Francia, de cada euro que se recauda en taquilla por cualquier película, 0,20 céntimos vayan a parar a un fondo de ayudas para el cine nacional. Ésa sería una medida sabia con la que todo el mundo estaría de acuerdo", asegura el distribuidor, que también insiste en lo de las televisiones, que en 2003 invirtieron 109,7 millones de euros en nuevas películas: "Regular bien las ayudas a la producción de los canales de televisión es más importante que la taquilla".
Viene de la página anterior
Aunque el cine es un arte que se zafa de las crisis y de las profecías apocalípticas, no ha vuelto a los niveles de los años sesenta, cuando existían 8.193 salas y 403 millones de espectadores en España, frente a las 4.039 de ahora, ocupadas por 140 millones, según datos de la Asamblea de Directores Cinematográficos (Adirce) que aparecen en el libro La excepción cultural. El futuro del cine
español, coordinado por Javier Maqua y editado por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) y la Fundación Autor. Era una pujanza que se notaba también en el cine español, que en aquellos tiempos contaba con un 29,63% de cuota, frente al 28,19% del europeo y el 34,85% del estadounidense, que hoy ronda el 80%.
Pero no sólo de cine vive la cultura, y aunque ése es el apartado más jugoso a corregir por la excepción cultural, la ley también contemplará aspectos del sector del libro, con apoyos a los pequeños libreros, pequeñas editoriales y materias arriesgadas. "Será un campo en el que entraremos también y que yo he cuidado mucho mientras he sido consejera de Cultura de la Junta de Andalucía", avanza Carmen Calvo.
La música también tiene su cabida en la excepción cultural, aunque su situación no es tan grave como la del cine, ni tan alarmante como en Francia, donde la ley obliga a programar música francesa en las radios. "Aquí el mercado se ha regulado de manera natural", afirma Eduardo Bautista, presidente ejecutivo de la SGAE. Él, como representante de los creadores, ve bien el proyecto de excepción cultural, pero se muestra ambicioso. "Esa ley no debe ser formulada en términos de protección de nuestra cultura, sino de desarrollo de la misma, porque el caso español no es igual que el de Francia", asegura. "Nosotros somos una cultura en expansión y tenemos por nuestra lengua un mercado de 400 millones de hispanohablantes; por tanto, no debe tender a encerrar la cultura, sino a sacarla hacia afuera", propone.
Y, por supuesto, debe mirar hacia el futuro: "Será una ley que trate los objetos culturales como lo que conocemos, pero eso es el pasado y la nueva legislación debe tener en cuenta lo que está por venir o lo que se está haciendo, que ya no son mercancías tangibles, un CD, un vídeo o un DVD. La ley debe tratar con los productos del ciberespacio, que son el gran reto que tenemos delante y el que más quebraderos de cabeza nos produce", asegura el responsable de la SGAE.
En cualquier caso, será una toma de posición frente a los plazos que ha impuesto la Organización Mundial de Comercio, que no está dispuesta a considerar a los productos culturales como algo ajeno al sino del mercado y que pretende en su próxima reunión -prevista en principio para 2005- imponer, qué paradoja, la libre circulación en ese ámbito. "Sólo se librarán de las nuevas reglas quienes cuenten con una fuerte legislación propia al respecto", afirma Bautista.
La provocación de Aznar
El escenario era el siguiente: José María Aznar junto a su mentor en el disparate internacional, George W. Bush, juntos en la Casa Blanca. Comparecían en una rueda de prensa y alguien disparó: "¿Qué opina de la excepción cultural?". El entonces presidente del Gobierno español balbuceó: "Es para las culturas derrotadas". Y luego miró hacía Bush II, que le sonrió paternalmente. Aquello casi no se vio por las televisiones, pero se ha recuperado para la historia en el corto de tres minutos que hizo José Luis Cuerda para la película Hay motivo. Para muchos creadores aquello fue una provocación "escandalosa", asegura el director de cine Manuel Gutiérrez Aragón. Algo lleno de intención política. "Durante años la intención de la derecha española es no hacer lo que se hace en Francia, por principio", agrega el cineasta. Pero las cosas en el Partido Popular parecen haberse suavizado en ese aspecto, a juzgar por lo que dice la portavoz de cultura en el Congreso de los Diputados por dicha formación, Beatriz Rodríguez Salmones. A priori, el PP no rechaza una ley de excepción cultural: "Como es lógico, tendremos que ver qué abarca y en qué consiste el proyecto", avisa. "Pensamos que es un término que se ha identificado mucho con la postura francesa, pero nosotros también hemos defendido que no se puede considerar la cultura como un producto más. Partimos de la base de que la cultura no puede estar simplemente en el mercado y que el mercado no es malo tampoco para la misma". Con respecto a las declaraciones de Aznar, no quiere desmarcarse: "Él hablaba precisamente de que la cultura española no lo necesita porque está en expansión y no podemos ponerla a la defensiva".
Babelia
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