El vino y la salud
Uva y vino han estado presentes en la alimentación de los pueblos mediterráneos desde sus inicios. La uva es una de las frutas más nutritivas; el vino, producto de su transformación, mantiene parte de sus componentes, a la vez que se añaden otros en la fermentación y crianza. Resulta así una bebida natural, de alta complejidad y valor alimenticio. Después de todo, el vino no es sino una forma natural de conservar años las propiedades del producto estacional que no duraría más allá de unos meses en las mejores condiciones.
El vino ha sido utilizado como un aporte energético fundamental en tiempos de escasez y gran esfuerzo físico. Es, además, una fuente de azúcares, vitaminas, minerales y otras sustancias.
Semejante complejidad y riqueza la han tenido muy clara los pueblos mediterráneos, quienes tradicionalmente han mantenido una alimentación sobria y regada con vino, muchas veces más por necesidad que por gusto.
Hoy en día, cuando el desarrollo tecnológico permite a una gran parte de la población una vida más sedentaria y más alimentos de los que pueda desear, el vino puede y debe seguir formando parte de la dieta. Es la bebida perfecta desde el punto de vista gastronómico. No sólo sacia el hambre y la sed, sino que llena los sentidos. El olfato capta sus complejos aromas, el paladar saborea sus infinitos matices y la vista se llena de colores nobles.
La elección del vino que acompañará nuestras comidas puede ser algo muy complicado, sobre todo si se exige un alto grado de refinamiento o si pesa la influencia de las modas. Pero quizá convenga desmitificar algo el asunto. Después de todo, se trata sólo de combinar sabores con algo de gusto.A través de los siglos, el vino ha recibido diversas consideraciones: alimento, medicina o veneno. De las tres formas se puede concebir; todo es cuestión de cantidad.
La dosis admisible depende de varios factores: raza, peso, sexo, edad, esfuerzo físico que se realiza, la forma de consumirlo y, en definitiva, los hábitos de vida.
Es importante también la forma social de consumir el alcohol. En la cultura mediterránea, el vino acompaña a las comidas. El consumo actual de alcoholes de alta graduación se hace de noche, sin que nada lo acompañe. Se ha comprobado que si el alcohol se ingiere lentamente con las comidas, como sucede con el vino, se retrasa su absorción y disminuyen apreciablemente los niveles circulantes de alcohol en la sangre.
El vino forma parte de la herencia cultural de muchos pueblos y las estadísticas demuestran que estos pueblos, que tradicionalmente beben vino de mesa, cultivan la vid y elaboran el vino, poseen un grado de formación cultural que les permite preservarse del exceso nocivo de la ingesta de alcohol.
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