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Tribuna:UNA REVOLUCIÓN EN LA MEDICINA
Tribuna
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Un paso hacia la medicina regenerativa

La investigación en biomedicina ha experimentado una revolución sin precedentes durante los últimos seis años, desencadenada por la clonación del primer mamífero (la oveja Dolly) y por el aislamiento de líneas de células madre a partir de embriones humanos. Estos descubrimientos marcaron el inicio de una serie de propuestas terapéuticas conocidas globalmente como medicina regenerativa, de las cuales el transplante nuclear sería el exponente más sofisticado y ambicioso.

En un plano puramente teórico, el transplante nuclear propone un escenario en el que se eliminaría el riesgo de rechazo inmunológico causado por las células o tejidos transplantados. Para ello, se crearían líneas de células madre individualizadas, a partir de blastocistos genéticamente idénticos al paciente, es decir, clónicos. Hoy nos hemos levantado con la noticia de que al menos una de las fases de este proceso es posible en humanos: se ha conseguido derivar líneas de células madre a partir de blastocistos clónicos humanos creados en el laboratorio.

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El gran enigma que queda por resolver y que permitirá que la medicina regenerativa sea una realidad es cómo hacer que esas células madre (que pueden dar lugar a cualquier tipo de célula del organismo, pero que implantadas en un adulto causarían un tumor) se diferencien en el tipo de célula que el paciente necesita. Para resolver esta cuestión fundamental es necesario conocer con detalle la biología de las células madre embrionarias: cómo permanecen indiferenciadas y cómo se diferencian en uno u otro tejido. Aunque parezca sorprendente, es muy poco lo que sabemos a este respecto, y mucho menos aún en el caso concreto de las células madre humanas.

Afortunadamente, un número cada vez mayor de gobiernos (entre los que cabe destacar recientemente el de nuestro país) está optado por promover la investigación con células madre humanas encaminada a la consecución de estrategias de medicina regenerativa. Es por tanto previsible que los avances más significativos en este campo se produzcan en los próximos años. A este respecto, conviene destacar que los procesos de diferenciación celular son extraordinariamente complejos y que su estudio requerirá de abordajes multidisciplinarios, en los que el aspecto biológico dependerá principalmente de contribuciones de disciplinas como la biología del desarrollo y la biología de la reproducción humana, con una gran tradición en nuestro país.

La iniciativa encabezada por la ministra de Sanidad y Consumo, Ana Pastor, es en este sentido innovadora y prometedora, pues prevé la creación de un Centro Nacional dedicado a promover, coordinar y desarrollar las actividades asistenciales y de investigación en el ámbito de la medicina regenerativa. Este Centro Nacional aprovechará infraestructuras y recursos humanos y materiales ya existentes en el territorio nacional, permitiendo la optimización de los mismos, la generación de una red estable de intercambio de información y actuando de catalizador científico, a la vez que proporcionará el instrumento ideal para garantizar la adecuación de las actividades investigadoras a la reglamentación vigente.

Son, por tanto, varios los motivos que nos hacen sentir particularmente optimistas sobre el futuro de la medicina regenerativa en estos momentos. El primero es el hallazgo científico concreto que ha motivado esta reflexión. Habida cuenta de que no se trata de un avance transgresor desde el punto de vista científico (ya se habían obtenido blastocistos clónicos en multitud de especies de mamífero, incluyendo el que dio origen a Dolly) ni desde el punto de vista aplicado (ya se habían derivado células madre de blastocistos clónicos de, por ejemplo, ratón), la importancia de este trabajo puede resumirse en que demuestra que el transplante nuclear puede llegar a ser una realidad en humanos. El estudio publicado hoy también hace que las investigaciones llevadas a cabo en otras especies animales tengan posibilidades de ser aplicadas al campo de la medicina regenerativa humana. Esto es quizá más importante en situaciones en que la manipulación de embriones humanos se enfrenta con restricciones morales o legales en determinadas sociedades. Por ejemplo, el tipo de experimentos descritos en este estudio no es legal en nuestro país, pues conlleva la creación de pre-embriones humanos con la finalidad exclusiva de destruirlos. Sin embargo, saber que los resultados son equiparables a los conseguidos en otras especies de mamífero como la oveja o el ratón, tanto en su baja eficacia como en las dificultades del procedimiento, justifica plenamente la investigación en modelos animales, que ofrece mucha mayor flexibilidad y que sin duda servirá para poner a punto las técnicas mientras la sociedad revisa sus baremos morales y decide si permite este tipo de estrategias en humanos.

Otra lección importante que nos ha enseñado este estudio es que las políticas de potenciación de la investigación en células madre humanas que impulsan países con escasa tradición en biología experimental como Corea del Sur o China están comenzando a arrojar resultados muy positivos, que pueden llegar a situar estos países en la vanguardia de la biomedicina mundial. El caso particular de Corea del Sur pone además de manifiesto cómo una rigurosa implementación legislativa de estrictos criterios morales ha permitido el avance científico en el terreno del transplante nuclear, a la vez que la prohibición legal de cualquier experimento conducente a intentos de clonación reproductiva en humanos. A la vista de estos ejemplos, la creación en España de un Centro Nacional que promueva y coordine las iniciativas de investigación en medicina regenerativa de las distintas comunidades autónomas, y que al mismo tiempo ofrezca los mecanismos de vigilancia y control que aseguren que estas actividades se adecuan a la legislación vigente, abre enormes posibilidades para que nuestro país destaque en la investigación, desarrollo y aplicación de las técnicas biomédicas que muy probablemente cambiarán la forma de practicar la medicina de este siglo, sin que ello suponga la aparición de innecesarias tensiones o alarmas en el seno de nuestra sociedad.

Pero no debemos dejar que nuestro optimismo, que creemos fundado en este aspecto particular, transmita una sensación equívoca de inminencia de los tratamientos basados en medicina regenerativa. Como científicos, debemos ser los primeros en reconocer el alcance y las limitaciones de las estrategias que proponemos y de los resultados alcanzados. Entre la posibilidad de llevar a cabo transplante nuclear en humanos y el diseño de aplicaciones terapéuticas eficaces y seguras para tratar a pacientes de su diabetes, insuficiencia cardiaca, enfermedad de Parkinson o de Alzheimer, existe todavía un largo camino que requiere de todo el esfuerzo, dedicación e imaginación de amplios colectivos científicos y asistenciales, y del apoyo decidido de la sociedad y, sobre todo, de sus dirigentes.

Ángel Raya Chamorro y Juan Carlos Izpisúa Belmonte son investigadores del Instituto Salk, en San Diego.

Ocho de los treinta embriones clonados, vistos por el  microscopio.
Ocho de los treinta embriones clonados, vistos por el microscopio.UNIVERSIDAD NACIONAL DE SEÚL

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