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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¿Esto es progreso?

En EL PAÍS del domingo 23 de noviembre de 2003 leo un reportaje sobre un caso de reproducción humana asistida. Boris y Judith, padres de Roger, un bebé de meses concebido mediante reproducción asistida, ha conseguido que Roger esté libre del gen que produce la enfermedad "la corea de Huntington", del que sus padres eran portadores. Entro en el reportaje, interesante, ameno. Transcribo: "Los padres decidieron tener un niño de manera natural... pero no salió, dice Judith, la madre, que se destempla recordando aquel aborto terapéutico. El niño era portador y habría enfermado sin solución años después". Al parecer, esa enfermedad se manifiesta entre los 35 y los 45 años. Y por ahora no tiene curación.

Para concebir a Roger el equipo médico obtuvo siete embriones (hijos), de Boris y Judith. Y sobre esto dice uno de los biólogos directores del proyecto: "De los siete posibles hijos de Boris y Judith, cinco eran futuros enfermos". Le implantaron los dos embriones sanos. "Uno era muy bueno. El otro iba peor". Con la lógica de esta terapia, a los cinco embriones enfermos, más el sano que iba peor, más el abortado terapéuticamente los mataron. O, dicho eufemísticamente, con terminología no hiriente para personas modernas y sensibles: fueron desechados.

Estoy seguro de que los padres, Boris y Judith, han buscado lo mejor. Y que Roger será un bebé queridísimo y sano, al menos en cuanto a la enfermedad corea de Huntington. Y que el equipo médico sólo quiere lo que aparentemente se ve como un bien obvio: un bebé no portador de una enfermedad genética. Pero una profunda tristeza me embarga. La madre que "se destempla" ante el aborto "terapéutico" de un hijo suyo. Una vida en camino, indefensa, que unos seres humanos eliminan porque, a su juicio (de los que la eliminan, ya que el eliminado no opina), habría enfermado sin remedio hacia los 40 años. Y seis vidas humanas más, posibles, que tampoco merecen la pena. Y algunas preguntas saltan en mi mente: ¿estamos seguros de que esa enfermedad, dentro de 40 años, no tendrá cura? ¿Quiénes somos nosotros, los humanos adultos y poderosos, para negar la vida a otro humano porque va a enfermar dentro de 40 años? El embrión "bueno" que ahora es Roger ¿no enfermará de nada grave, tal vez mortal, en el futuro, incluso antes de los 40 años?

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Y en el fondo siempre la misma cuestión: el hombre queriendo decidir el futuro de otros hombres, y quién tiene derecho a él y quién no. ¿Esto es progreso? Desde luego, no lo ha sido para los siete que se han quedado en el camino. Estamos jugando con la vida humana. O la respetamos en todas sus fases o no habrá quien fije límites: ¿cuándo la vida de un ser humano merecerá la pena y cuándo no?

Para terminar, ¿saben ustedes a qué edad murió Mozart? A los 35 años.

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