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Entrevista:PAUL FUSSELL | Historiador

"Bush ha embrutecido tanto el país que ya nadie se atreve a hablar"

A los 80 años, con un 40% de discapacidad a causa de una bala de tanque alemán que le hirió cuando tenía 21 años y era teniente del Ejército estadounidense, Paul Fussell mantiene el equilibrio a duras penas. Quizá por eso, sorprende más que tenga la cabeza tan a punto. Se parece a John Wayne, y es justo lo contrario, eso que en Norteamérica se llama un radical. Especialista en lenguaje y guerra, su maravilloso y terrible libro Tiempo de guerra (Turner) mezcla su trágica experiencia bélica con su gran pluma de crítico literario para subrayar cómo las mentiras de los políticos, los escritores, los periódicos, los oficiales y los compositores trataron de hurtar a los ciudadanos, durante la guerra contra los nazis, la cruda realidad: las masacres de civiles y el irracional sufrimiento de los soldados.

"La guerra de Irak no es una guerra. Es puro teatro. El petróleo es la única razón"

Fussell (Tejas, 1920), que ayer dictó una conferencia en la Universidad Autónoma de Madrid sobre la poesía escrita en las dos guerras mundiales y la de Vietnam, estudia en su obra la desintegración moral, intelectual y emocional del individuo a través de sus vías de escape (la literatura, el cine, el sexo, las canciones). Aquí, afirma que Walt Whitman fue el mejor poeta antibelicista de Estados Unidos, que el doctor en Literatura Goebbels fue "el campeón de la mentira" y que el régimen de Bush "es una monstruosidad que ha acabado con las críticas a base de idiotizar a la gente".

Pregunta. ¿Cómo y cuándo decidió escribir sobre la guerra?

Respuesta. Veinte años después de acabada la II Guerra Mundial. Había escrito algunos libros académicos sobre historia literaria, y pensé: ¿por qué no escribo sobre la guerra, si casi sé más de eso que de literatura? Yo fui uno de los pocos universitarios que fueron soldados de infantería. Casi todos trabajaban en oficinas, o interrogando alemanes. Yo fui herido y sabía algunas cosas que poca gente sabía.

P. Por ejemplo, las técnicas con las que sus mandos hacían que se propagaran los rumores.

R. Una vez hice un ensayo sobre las adivinanzas como género literario aparte. Los rumores también son un gran género. Al escribir el capítulo pensaba que acabaría siendo un libro entero. Son mentiras contadas de tal forma que acaban convirtiéndose en verdades. El libro trata sobre el fraude del lenguaje en las guerras, y ahí caben rumores, propaganda, la deformación interesada, los boletines oficiales, la poesía patriótica... Todo lo que se presenta de forma que parece honesta pero no lo es.

P. ¿Y quién fue el mayor mentiroso en la II Guerra Mundial?

R. Por el lado alemán, Goebbels, que por algo se doctoró en Literatura por Heidelberg (universidad en la que por cierto yo enseñé un año). Y por parte aliada, el Comité de Información de Guerra, que era el comité de desinformación. Pero a nadie le importaba. Había que ganar como fuera. Mintiendo, haciendo matanzas de alemanes... Nadie dijo nada. Y cuanto más larga se hacía la guerra, más secreta se volvía.

P. Y más cruel, porque los bombardeos aliados fueron más feroces en las últimas semanas.

R. Claro. Y luego supimos que alguien ganaba dinero y prestigio matando civiles y destruyendo ciudades. Guerra y crecimiento económico siempre van de la mano, como hemos visto estos días. Los únicos beneficiarios de los bombardeos sobre Alemania fueron la Boeing (sus aviones eran buenos y le dieron mucho prestigio) y la industria del ladrillo, que pudo reconstruir a sus anchas las ciudades destruidas. Esto puede parecer retorcido, pero es la guerra la que te enseña a pensar así.

P. Algunos historiadores dicen, además, que aquellas bombas fueron estratégicamente inútiles.

R. ¡Habría sido un horrible escándalo que la infantería americana hubiera entrado a pie en Berlín! Por eso entraron los rusos, tenían menos cuidado con esas cosas. Irónicamente, cuantas más bombas caían, los alemanes estaban más unidos y sus soldados eran más fieros. Ésa es la gran ironía de la guerra: cuanto más haces, peor funciona. Acabas obcecado con tu propio éxito. Todas las guerras son ridículas. Matar sólo produce más muertes.

P. ¿Como en Irak?

R. Eso no es una guerra. Eso es puro teatro. No sé qué quieren demostrar, pero tratar de convertir Oriente Medio en una gran democracia federal es ridículo. La gente no abraza la democracia porque tú la impongas. Además, las democracias suelen sustentarse en cierto escepticismo religioso, y no parece que el islam vaya a producir mucho escepticismo de momento.

P. Así que el teatro huele a petróleo.

R. Ésa es la principal razón. Cuando lo niegan tanto, por algo será. Cuando alguien niega mucho algo, siempre es verdad.

P. ¿Y cuál es su opinión de la Administración Bush?

R. Es un régimen monstruoso. Todavía no sé cómo ganó. Nadie que yo conozca votó por él. Y ahora el país está exclusivamente dedicado a la ganancia irracional. Han embrutecido a la gente de tal manera que ya nadie piensa por sí mismo, los mensajes estúpidos de Bush llegan al centro de sus corazones y lo que pase en el mundo les da igual. ¿No se dan cuenta de lo gilipollas que es? El único consuelo es que sólo durará ocho años.

P. Los demócratas parecen integrados en el Gobierno.

R. No hay oposición. Hay gente que piensa como yo, pero nadie se atreve a hablar. La clase media sólo está preocupada por el problema de comprarse coches. Y la clase trabajadora se ha convertido en una clase de cobardes. Es una cuestión de educación: no hay debate, no hay análisis. Mientras sus hijos están en la guerra, ellos no se hacen preguntas, no les importa la verdad, no quieren saber cómo es el poder. Si su hijo no muere, el resto les da igual. Todo el mundo está respondiendo según los esquemas de la guerra fría, como si los sindicatos fueran nidos de comunistas. Pero unas cuantas huelgas y unas tiendas de campaña en Washington harían mucho bien a mi país.

Paul Fussell, en Madrid.
Paul Fussell, en Madrid.RICARDO GUTIÉRREZ

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