La cumbre de la OMC arranca con el desafío de liberalizar la agricultura mundial
La falta de acuerdo sobre las ayudas y los aranceles amenaza con hacer fracasar la reunión
La cumbre de la Organización Mundial del Comercio arranca hoy en Cancún con el objetivo de avanzar en el sector más polémico del comercio mundial: el agrícola. Una mayor liberalización se ha venido posponiendo desde hace casi 10 años, y los grandes exportadores agrícolas ya no quieren demorarlo más. La UE y EE UU se han comprometido a facilitar las negociaciones sobre el desmantelamiento de las ayudas al sector agrícola para que Cancún no fracase, pero para los países en vías de desarrollo, esta retórica es vieja conocida, y no están dispuestos a ceder un ápice si no se les da lo que piden.
La UE llega a Cancún con una reforma de su política agraria bajo el brazo y con pocas o casi ninguna intención de ceder más terreno. Ofrece una reducción de las ayudas a la agricultura ligadas a la producción y los precios del 55%, y bajar en hasta un 5% las subvenciones relacionadas con la limitación de la producción. Con esta oferta, que salió de la reforma de la Política Agraria Común (PAC) en junio pasado, Europa considera que puede entrar a esta cumbre del comercio mundial con la frente alta por primera vez en una década. La UE ha pasado a una posición ofensiva y ahora exige a EE UU y a los otros grandes productores y exportadores el mismo nivel de compromiso para que la reunión no fracase.
Pero el problema es que en Cancún llegan los 146 miembros de la OMC creyendo cada uno que ya ha hecho mucho por su parte y que ahora le toca al otro. Las negociaciones para reducir los aranceles a la importación de productos manufacturados, por ejemplo, iban bien encaminadas hasta hace poco más de un mes, y ya en la recta final Brasil decidió plantarse y no negociar más en este tema ni en ningún otro hasta que no hubiera "verdaderos avances" (según el punto de vista brasileño) en el tema agrícola. China, India, Suráfrica y Argentina se pusieron detrás de Brasil y el quinteto, que representa nada más y nada menos que al 65% de los agricultores del mundo, se presentó ayer a la reunión como una piña, asegurando que actuarán de forma conjunta. Con esa brusca interrupción brasileña de las negociaciones sobre aranceles industriales se fue al traste la única línea de diálogo fluido que mantenían los países pobres, los no tan pobres y los ricos.
Las conversaciones se mantienen, pero es un diálogo de besugos, y es por ello que el lunes el ministro de Economía español, Rodrigo Rato, descartaba un "acuerdo final" en Cancún. Los miembros de la OMC pueden sentirse satisfechos si se van de esta cumbre con lo puesto. "Hay que recordar que todavía queda más de un año para que se cumpla el plazo que se dio en Doha, y en la organización las cosas se hacen el último día o en los cinco minutos siguientes", comentaba ayer un funcionario que lleva muchos años en la OMC. "La batalla será ayudas agrícolas contra aranceles industriales, no creo que haya tiempo para más", decía la misma fuente.
Una cuestión descabellada
La cuestión de los aranceles es tan descabellada como la de las ayudas agrícolas. Un ejemplo de cada caso: en el primero, es difícil de comprender cómo es que el arancel medio de los productos camboyanos que se exportan a EE UU es del 16%, mientras que el de los bienes franceses no alcanza al 2%. Es decir, que los más pobres, más pagan. En el segundo resulta incomprensible que los países desarrollados gasten 300.000 millones de dólares al año en ayudar a sus agricultores, una cifra que supera en seis veces el dinero que se destina a la cooperación para el desarrollo de los países pobres.
El problema es que el tema de los aranceles no puede ser tratado en términos generales. Lo cierto es que esos aranceles son muy altos en la mayoría de los países menos desarrollados, lo que perjudica el comercio entre ellos mismos, que representa en torno al 12% del comercio mundial, según la OMC. Pero algunos gobiernos no pueden abaratar las tarifas, al ser los únicos ingresos fiscales que perciben. Y mientras esos aranceles no se reduzcan, difícilmente aflojen la UE y EE UU, y así el círculo vicioso se perpetúa. Pese a todos los obstáculos, se espera de estos grandes el paso que impulse las negociaciones y la cumbre, puesto que, si es un éxito, contribuirá a sacar de la pobreza a 150 millones de personas para 2015, según el Banco Mundial.
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