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Entrevista:Jorge Semprún | Escritor

"El siglo XX no se puede entender sin la generosidad de los comunistas"

José Andrés Rojo

El 18 de julio de 1936, el hermano menor -y el más liberal- de los Avendaño fue asesinado en su finca de un pequeño pueblo, Quismondo, de Toledo. Se lo llevó por delante una turba de campesinos soliviantados por la fiebre revolucionaria que acababa de desencadenar el alzamiento contra la República.

Una vieja historia trágica de la Guerra Civil, que la familia Avendaño reprodujo ritualmente en fecha tan señalada después del triunfo de Franco -de nuevo los campesinos del lugar asesinando, teatralmente, a uno de los dueños de la finca- para recordar que los vencidos, además de vencidos, fueron unos asesinos.

Con esa historia, con la visita de un hispanista a la finca para asistir a la ceremonia ritual del crimen en 1956, empieza Veinte años y un día, la última novela de Jorge Semprún (Madrid, 1923), que llega en los próximos días a las librerías publicada por Tusquets y que aparecerá, en octubre, en Círculo de Lectores.

"Un buen día, hacia finales de los cincuenta, me di cuenta de que algo había cambiado definitivamente"
"Las democracias vuelven a estar en crisis. Pero ya no hay alternativas, aunque sean ilusorias"

Se trata de la primera de las novelas que Semprún escribe directamente en español. Está en ella el telón de fondo de la Guerra Civil, con el recuerdo del crimen y el intento fallido de una nueva ceremonia ritual (en esa ocasión, en 1956, los campesinos se niegan a representarla), pero también está la España de los años cincuenta, aquélla en la que Federico Sánchez, álter ego del propio Semprún, desarrolla su trabajo como agente comunista, y están los que fueron haciendo la batalla minúscula de socavar una dictadura.

Están también los dramas familiares, la fascinante presencia de Mercedes Pombo (la viuda del Avendaño asesinado), hay amor y erotismo y los rebuscados caminos que siguen las pasiones. Lo gobierna todo esa escritura de Semprún, atenta a los detalles, que se escapa del primer plano para organizar los hilos de las historias desde la transparencia del que tiene algo que contar, y lo cuenta.

Semprún tiene mucho de donde tirar porque su vida es una vida que son muchas vidas. Estuvo en la Resistencia contra la ocupación alemana y fue enviado al campo de concentración de Buchenwald. Estuvo en el Partido Comunista y desarrolló entonces su actividad clandestina en España contra la dictadura. En 1964, fue expulsado del Comité Central de aquella organización. Más adelante, fue ministro de Cultura entre 1988 y 1991 cuando gobernaban los socialistas. No ha dejado de escribir: guiones, novelas, textos autobiográficos...

Ahora ha vuelto sobre una época de su larga trayectoria. Y lo ha hecho desde la ficción, con una novela que incorpora muchos personajes reales: Hemingway, Domingo Dominguín, Javier Pradera, Enrique Múgica, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan Benet y otros muchos.

Pregunta. ¿Dónde empieza en realidad esta historia?

Respuesta. En una cena con Domingo Dominguín y Hemingway, en la que me cuentan aquella ceremonia. Lo que me impresionó no es el crimen, que por aquella época hubo muchos, sino su representación ritual un año tras otro.

P. Así que la lleva muchos años encima. ¿Desde cuándo?

R. Aquella reunión tuvo lugar alrededor del 53, pero la idea de contarla se impuso después, hacia 1959. En otra cena, en la que estaba Juan Benet, que todavía no había publicado nada pero que ya tenía el prestigio de ser un escritor. Fue él el que comentó que la anécdota era el embrión de una novela. "Es puro Faulkner", dijo. Y me di cuenta de que alguna vez la iba a contar.

P. En la novela está la Guerra Civil, pero luego se va deslizando la España de los años cincuenta, con la actividad clandestina de Federico Sánchez y la capacidad represora del régimen...

R. Mi vida durante aquellos años no fue la vida normal de cualquier ciudadano, fue la vida clandestina de un comunista. No trataba con gente corriente, sino con otros militantes o personas próximas, como se les decía. Pero yo viví la transformación de este país. Un buen día, en la plaza de España, hacia finales de los cincuenta, me di cuenta de que algo había cambiado definitivamente. Había allí chicos y chicas que volvían de pasar el día en el campo, y por su forma de tratarse, por su frescura, por el color de sus ropas y sus ademanes, comprendí que ya no era la España contra la que luchábamos los comunistas. Existía una clase media, ya no eran los tiempos del hambre y de la terrible represión. Había que cambiar de estrategia.

P. Su novela, sin embargo, reconstruye la época anterior.

R. Cuando empiezan los años cincuenta, la represión ha sido tan radical que ya no quedan en realidad focos de resistencia. No queda nada de nada. Un año decisivo es 1948, cuando una delegación española se reúne con Stalin. Éste propone allí un giro radical. Considera que hay que abandonar la lucha de guerrillas y que hay que sustituirla por una actividad pacífica de movilizar a las masas. De lo que se trataba era de proponer la reconciliación nacional.

P. Así que las consignas vienen de fuera...

R. Resulta paradójico que fuera Stalin, que en esos años ya había sido contestado desde distintos frentes, el que propusiera que había que utilizar los sindicatos verticales del régimen para empezar a propiciar los cambios. Los comunistas españoles lo entendieron en principio como una aberración, pero obedecieron, y de ahí surgió Comisiones Obreras. Había una pequeña brecha democrática en los rígidos sindicatos verticales: las elecciones de los enlaces. A partir de ahí, de militantes anónimos que consiguieron ser elegidos, se empezó a generar una lucha con una orientación distinta.

P. El comunismo, tal como se ve desde ahora, ha resultado un fracaso. ¿Cómo se vivía entonces?

R. No siempre coinciden los tiempos históricos con los tiempos personales. Es posible que muchos comprendieran que ese ideal, el comunista, había ya sido traicionado en los años treinta, y que estaba destinado a fracasar. Hubo otros que lo comprendimos más tarde. Sobre todo en España, donde el Partido Comunista fue la única fuerza organizada que luchó de forma real y eficaz contra la dictadura, desde 1939 hasta que Franco murió. Con todos sus errores, que igual fueron mayores que sus aciertos, no cejó un momento en su empeño de cambiar las cosas, y a la larga eso facilitó la transición. El ideal comunista fue real, y sin la generosidad y la abnegación y el sacrificio de tantos que lucharon por cambiar el mundo no se puede entender la historia del siglo XX.

P. Aunque al final fuera un tremendo fracaso...

R. Es necesario ver las cosas con una cierta distancia. En los años treinta, las democracias parlamentarias estaban muy desprestigiadas, por su corrupción, y el capitalismo parecía que se iba al garete con el crack del 29. Y había una alternativa. Que luego se vio que no era tal, pero entonces el prestigio de la revolución rusa existía. Incluso más adelante, cuando las tropas soviéticas tomaron Berlín al terminar la II Guerra Mundial, se tuvo la ilusión de que existían otras maneras de gobernar.

P. ¿Y hoy?

R. Las democracias vuelven a estar en crisis y la política está desprestigiada. Pero ya no hay alternativas, aunque sean ilusorias.

P. Por cierto, es su primera novela escrita en español.

R. Empecé El largo viaje en España y la escribí en francés porque en esa lengua había vivido los hechos que allí narraba. ¿Por qué seguí escribiendo en francés? Por la censura. Lo que cuento ahora lo viví en español, así que decidí afrontar el riesgo de contarlo en esa lengua.

Jorge Semprún, ayer en Madrid.
Jorge Semprún, ayer en Madrid.MIGUEL GENER
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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