Cuba continúa la 'guerra del canapé'
Castro boicotea la fiesta del 14 de julio de la Embajada francesa como sanción por la invitación a los disidentes
Por primera vez en muchos años, sobró el queso camembert en la Embajada de Francia en La Habana durante la fiesta por el aniversario de la toma de la Bastilla. El embajador francés, Jean Levy, cumplió a rajatabla la orden de la Unión Europea de invitar a disidentes a la recepción que organizó por el 14 de julio; y, como estaba previsto, al cóctel no asistió ni un solo funcionario cubano. Tampoco intelectuales, ni músicos, ni artistas, ni empresarios, ni siquiera las pocas personalidades cubanas que han sido distinguidas por Francia con la Legión de Honor.
Las recepciones de la Embajada francesa eran famosas en La Habana por su carácter masivo y por lo difícil que era cazar un mojito o un canapé. En esta ocasión, en comparación con años anteriores, el jardín diplomático de Levy estaba semivacío. ¿Los presentes?: diplomáticos, disidentes y familiares de opositores presos, miembros de la jerarquía de la Iglesia católica, periodistas extranjeros, la colonia francesa y algunos cubanos despistados o muy audaces. Los protagonistas de la tarde fueron los disidentes. Especialmente, el activista de derechos humanos Elizardo Sánchez y el opositor Oswaldo Payá, quienes se prodigaron en declaraciones y entrevistas.
A menos de un kilómetro de la mansión de Levy, el teatro Amadeo Roldán fue escenario de un concierto "en homenaje al pueblo francés". Estuvieron presentes el ministro de Cultura, Abel Prieto, funcionarios e intelectuales que en años anteriores habían asistido a la Embajada francesa. Allí se dio lectura a una declaración de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, en la que se criticaban las sanciones adoptadas por la UE contra Cuba, a raíz de la detención y condena de 75 disidentes a severas penas de prisión, especialmente la que se refiere a limitar los intercambios culturales con la isla. Aunque no se mencionó, la medida de la UE de invitar a los disidentes a las embajadas, fue la que más molestó en Cuba y la que desató esta crisis diplomática con la UE, ya bautizada como la "crisis del canapé".
Recientemente, el propio Castro advirtió que quien invitara a los disidentes no sería convocado a actos oficiales y, por supuesto, ningún funcionario pisaría sus residencias. Dijo más: "Si su misión como diplomáticos aquí es simplemente tener relaciones con mercenarios pagados por EEUU, realmente sobran". Después se supo que estos diplomáticos deberían realizar cualquier trámite por correo y sólo tendrán acceso a los ministerios cubanos para realizar gestiones técnicas.
El congelador oficial está abierto para los embajadores de Gran Bretaña, Holanda, Italia y Noruega, que ya invitaron a los opositores a sus fiestas nacionales, y, desde luego, también para el de España, a quien Cuba considera responsable del endurecimiento de la UE.
De momento, los cinco embajadores marcados no sólo tienen las puertas cerradas de los ministerios, sino que a sus casas no asisten a cenar ni siquiera intelectuales y académicos sin cargo oficial. "A la gente que normalmente tiene tratos con nosotros se les ha instruido muy claramente de que no vengan. Si esto sigue así, me temo que nos vamos a aburrir muchísimo", bromeó uno de ellos.
El lunes pasado, entre vasitos de ron y tostadas con camembert, el comentario era uno sólo: ¿hasta donde llegará el actual pulso diplomático? Uno de los embajadores rebeldes de la UE en La Habana, así son llamados los que estuvieron en contra, en su día, de la idea de invitar a los disidentes a las embajadas, comentó: "Estaba claro que el Gobierno cubano no iba a aceptarlo. Nadie defiende la actitud de las autoridades ni las severas condenas contra los disidentes, pero esta medida nos conduce a una callejón sin salida, a una situación de locura que no beneficia a nadie".
Su tesis, compartida por otros diplomáticos, es que cuanto más se acorrale al Gobierno de Fidel Castro, más se cerrará y peor será para los cubanos. Otros embajadores, en cambio, están por no hacer una sola concesión y opinan que quien se ha autoaislado es el régimen con su política de reprimir a disidentes y no permitir cambios.
A punto de acabarse el cóctel. en casa de Levy las bandejas seguían pasando llenas de comida. Él, únicamente, dijo: "Bueno, al menos no ha llovido". Momentos después, se escuchó la Marsellesa.
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