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Reportaje:NUEVAS ENFERMEDADES

Visitantes de otras especies

Los virus saltan con frecuencia de los animales a los seres humanos, a veces con graves riesgos sanitarios

Javier Sampedro

La neumonía asiática ha saltado al ser humano desde alguna especie animal no identificada aún. En Holanda, una gripe que en principio sólo afectaba a los pollos mató la semana pasada a un veterinario y ha causado conjuntivitis en al menos 82 empleados de los mataderos. ¿Se han vuelto locos los virus? Nada menos cierto. Los virus siempre han saltado de una especie a otra con bastante frecuencia: viven de ello, en gran medida. Cuando están muy adaptados a reproducirse en un cerdo o en un ave, por ejemplo, suelen tener dificultades para prosperar en el cuerpo humano, pero a menudo encuentran un modo ingenioso de superarlas.

"El salto entre especies es una situación muy común", dice Luis Enjuanes, virólogo y especialista en coronavirus del Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid. "Un ejemplo muy conocido es el virus de la gripe, que salta de los patos al cerdo, y de ahí al ser humano, casi siempre en China. También el virus nipah, que saltó del cerdo al ser humano en Malaisia causando graves problemas respiratorios y encefalitis entre los trabajadores expuestos a esos animales. El sida saltó a los humanos desde el chimpancé. Estos saltos suelen ocurrir cuando hay muchas explotaciones ganaderas intensivas, o un contacto muy directo con los animales".

El peligro es que virus de especies distintas infecten a una persona y se intercambien genes
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"El caso más emblemático es la gripe", explica José Antonio Melero, jefe del Laboratorio de Biología Viral del Centro Nacional de Microbiología, del Instituto Carlos III. "Lo más peculiar de este virus es que sus ocho genes no están unidos en una sola molécula de ADN, sino repartidos en ocho fragmentos independientes. Por esta razón, si dos virus de la gripe -uno de humano y otro de pollo- coinfectan a un cerdo, por ejemplo, se intercambian sus genes en todas las combinaciones imaginables con extraordinaria eficacia".

Los científicos han podido reconstruir el origen de la grave epidemia de gripe originada en Hong Kong en 1968. Uno de los ocho genes del virus (el gen H) fabrica una proteína llamada hemaglutinina, que es la que induce una respuesta inmune más intensa en el huésped. Hasta 1968, el virus de la gripe humano tenía una variante de ese gen llamada H2. Las aves tienen unas 15 variantes del gen H. Una persona que ya estaba infectada por una gripe humana típica se contagió además con un virus de la gripe de ave, y dentro de su cuerpo se formó un nuevo virus con el gen H del ave (la variante H3) y los otros siete genes del virus humano. La población humana no tenía defensas contra H3, puesto que nunca había padecido infecciones por esa variante, y el nuevo virus barajado se propagó a sus anchas.

"Los virus intactos de ave se reproducen mal en el cuerpo humano", explica Melero. "El gran peligro es que una persona se coinfecte con un virus de ave y otro humano, y que ambos intercambien genes".

En la célebre gripe española de 1918 -que mató a 20 millones de personas y pese a su nombre provino también de Asia- el mismo gen H de la hemaglutinina no sólo era de una variante aviar hasta entonces inédita en el ser humano, sino que contenía una mutación que lo hacía mucho más letal. La combinación de ambos azares resultó fatal. "Nada impide que algo así pueda suceder de nuevo", advierte Melero. "Podemos decir que estamos teniendo suerte".

Después de que un virus haya saltado, pueden ocurrir dos cosas. Una es que cause una enfermedad de inmediato. Es el caso del virus Ébola, que también saltó desde un animal no identificado. Ébola, por cierto, causa una mortalidad tan alta y tan rápida que no le da tiempo a propagarse bien, y sus brotes son por esa razón muy limitados. La estrategia más eficaz para el Ébola sería atenuarse, matar menos y por tanto infectar a mucha más gente.

El virus del sida no se atenúa, pero tampoco lo necesita: su largo periodo de latencia permite que una persona infectada, pero sin síntomas, contagie a muchas otras antes de enfermar.

Enjuanes recuerda que, en los años sesenta, el virus de la peste porcina llegó a España desde Portugal y arrasó la cabaña de cerdos (y las exportaciones españolas de embutidos). "De pronto se atenuó hasta el punto de que el Gobierno se vio forzado a salir por el campo con un camión-laboratorio a buscar los cerdos portadores, porque ya no tenían ningún síntoma. Ésa fue la primera vez que me quedé sin trabajo. Después me ha pasado otras dos veces". Las habilidades evolutivas de los virus, como se ve, no sólo suponen un riesgo sanitario, sino también laboral.

La segunda posibilidad, más habitual, es que el virus no cause enfermedades en el ser humano nada más saltar. Ello le permite irse transmitiendo por la población sin que nadie repare en él (como hacen algunos virus informáticos en la cabaña mundial de ordenadores). Después, tal vez muchos años después, puede sufrir una mutación que lo haga dañino.

Melero y Enjuanes coinciden en que éste parece ser el caso del sida y de la actual neumonía asiática. El sida saltó desde el chimpancé, pero muchas décadas antes de que se manifestara como patogénico en humanos. Y, probablemente, éste es también el caso del coronavirus de la neumonía asiática. Hay tres grandes grupos de coronavirus conocidos en todas las especies animales, y el de la neumonía asiática define un cuarto grupo. Aunque contiene secuencias de ADN típicas de coronavirus de ave, cerdo, vaca y ratón, no parece provenir de un salto reciente desde esas especies. Lo más probable es que lleve muchos años infiltrado en los ciudadanos del sur de China sin causarles la enfermedad, o sin transmitirse bien entre humanos, y que ahora haya mutado.

Piezas animales en venta en un mercadillo de Pekín.
Piezas animales en venta en un mercadillo de Pekín.ASSOCIATED PRESS

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