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LA RUTA DEL VINO

De la sacristía a la mesa

Los amantes del mundo del vino debemos mucho al clero; ellos han sido los grandes investigadores, precursores y guardianes de la tradición vitivinícola. No cabe duda que la religión cristiana al adoptar los vinos dulces como parte de su hacer diario y en su liturgia ha conseguido preservar estos elixires divinos por encima del tiempo y las modas.

Bodegas Camilo Castilla sabe mucho del clero, no en vano su vino dulce de misa viaja por todas las misiones del mundo. Esta piadosa actividad permitió a la bodega aguantar los años duros y ahora, cuando los vinos dulces están de moda, sus responsables son constantemente requeridos para aleccionar a los colegas que desean elaborar vinos dulces.

El buque insignia de la casa sigue siendo el Moscatel Goya, elaborado con esta misma variedad, donde después de fermentar, envejece dos años en cubas de roble de 6.000 litros de capacidad, convirtiéndose en un vino ligero y dulce, presto para ser degustado en esas horas de espera entre comidas.

Su más reciente aportación al mundo de los vinos dulces es el Montecristo Blanco Dulce, un joven donde la moscatel de grano menudo despliega toda su carga aromática, con un paladar amable, dulce y muy persistente. Este moscatel joven se suma a otros de la denominación de origen Navarra, que siguen ganando adeptos entre los consumidores dispuestos a degustar caldos nuevos.

En el Capricho de Goya, la bodega imprime todo su saber en la elaboración de vinos dulces. Un producto largamente envejecido en recipientes de vidrio llamados damajuanas, de 60 litros de capacidad y expuestas a las inclemencias del tiempo durante tres años.

Este mosto reducido pasará luego a envejecer durante otros cuatro años en cubas de madera, dando lugar a un vino complejo con notas amieladas de frutas pasificadas, goloso y complejo donde los recuerdos a café y chocolate amargo lo envuelven para una degustación nada empalagosa.

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