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ACOSO A SADAM

Europa y EE UU se enfrentan por Irak

Los europeos piden más pruebas y Washington cree que esa actitud dificulta una solución pacífica

Estados Unidos y Europa están chocando. A medida que se acerca la guerra contra Irak -y fuentes norteamericanas aseguran que sí se está acercando- las diferencias a ambos lados del Atlántico ya no pueden ocultarse. Europa, con una opinión pública frontalmente contraria a la guerra y una voluntad declarada de agotar las vías diplomáticas, quiere más explicaciones, más pruebas y más debate antes de justificar el ataque colosal que prepara el Pentágono contra Irak. Al otro lado del océano, Estados Unidos cree que Europa está dificultando las cosas con su actitud contraria a la guerra. Nadie duda de que, en última instancia, Estados Unidos actuará con la fidelidad más o menos manifiesta de sus aliados. Pero todos saben también que en el camino quedarán jirones de amistad. Con consecuencias.

Alemania y Francia "sólo están dando alas a Sadam y pueden imposibilitar la solución"
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Lo expresa una alta fuente de la Administración de George Bush, que critica la postura de quienes, como Francia y Alemania, piden más tiempo para los inspectores, más pruebas para atacar y una segunda resolución para avalar la guerra. Esto, dicen las fuentes, está perjudicando las posibilidades de una solución pacífica de la crisis. "Algunos, con la mejor de las intenciones, intentan sugerir que hace falta una segunda resolución de la ONU o cualquier otra cosa. Creo que sólo están dando alas a Sadam Husein y su intransigencia y que pueden imposibilitar una solución pacífica al problema", asegura la fuente. "Si estos líderes están interesados en esa salida pacífica, deberían dedicarse mejor a hacer entender a Sadam que, al final del camino, se va a enfrentar a una gran coalición completamente unida".

Y esa gran coalición existirá, cree EE UU, "con o sin Alemania". El Gobierno norteamericano está seguro de poder contar con el Reino Unido para el ataque, tendrá el apoyo inexorable de otros países europeos como España, Italia o Alemania en lo que respecta al uso de sus bases en estos territorios. Pero lamenta que no ha logrado todavía una mayor implicación de la OTAN como tal o de sus Estados miembros a título individual.

El principal de ellos, Turquía. Es el único país de la OTAN que tiene frontera con Irak, y la negociación no va tan rápido como quisiera Washington. A pesar de la campaña que ha lanzado EE UU para facilitar la entrada de Turquía en la UE, a pesar de los 14.000 millones de dólares prometidos y a pesar de la movilización solicitada a la OTAN para que la proteja de un posible represalia iraquí, lo cierto es que el nuevo Gobierno islamista turco aún no ha dado el sí, quiero. Los aviones norteamericanos pueden utilizar sus bases allí, pero el Pentágono no logra la aprobación que solicita para lanzar desde allí la ocupación terrestre, que requeriría el establecimiento de cerca de 15.000 hombres en territorio turco. "La negociación va más lenta de lo que quisiéramos y, si se aceleran las cosas, podría ser peligrosamente lenta", comentan fuentes de la Administración de Bush.

¿Y qué esperar entonces de los grandes aliados europeos, cuyo peso además es mayor desde que el 1 de enero Alemania y España se sientan en el Consejo de Seguridad? La presencia de ambos como miembros no permanentes, sumada a la de los dos europeos permanentes (Reino Unido y Francia) ha creado una oportunidad única para que Europa se exprese con una voz única, por fin, ante la comunidad internacional, como recordó esta semana el presidente de la Convención para el Futuro de Europa, Valéry Giscard d'Estaing.

Pero, por supuesto, como suele decir de Arafat, Europa no perderá esta nueva oportunidad de perder otra oportunidad. No habrá unanimidad entre los cuatro europeos que se sienten en el Consejo de Seguridad, ya que Reino Unido y España votarán conforme a los designios de EE UU. Pero, pese a todo, Francia y Alemania se han unido esta vez y, en una cena celebrada esta semana en París, Jacques Chirac y Gerhard Schröder acordaron expresar una visión única ante la crisis en Irak. Y una visión crítica.

"El momento es delicado, porque los europeos quieren ser tratados como socios y aliados, no como vasallos", comenta un embajador de la OTAN. Y el propio Alto Representante de la UE, Javier Solana, ha escrito esta semana sobre la irritante actitud imperialista de Washington. "El poder ejercido con circunspección y legitimidad atraerá a los aliados y repelerá a los enemigos", señaló Solana. "Las diferencias de percepción y capacidad contienen las semillas de una posible ruptura transatlántica".

Entre los grandes países europeos, Alemania es el que con mayor ahínco ha rechazado una guerra en Irak: al fin y al cabo, fue esta negativa la que en septiembre pasado allanó el camino de una nueva victoria para el canciller, Gerhard Schröder, y su ministro verde de Exteriores, Joschka Fischer. La postura de que Alemania no participará bajo ninguna manera en la guerra, sin embargo, posteriormente ha sido matizada en repetidas ocasiones, tanto para destensar las malogradas relaciones con Washington como para asegurar que Alemania no quede completamente aislada entre sus aliados. Así, por ejemplo, el Gobierno se ha apresurado a dejar claro que, en el caso de una guerra, EE UU puede contar no sólo con el espacio aéreo alemán, sino también con soldados alemanes en aviones de vigilancia AWACS que sobrevuelen territorio de la OTAN. Pero esta vez Alemania no pagará la factura.

El nuevo endurecimiento de Schröder frente a Estados Unidos tiene una base frágil, ya que se sustenta en esa ajustada victoria electoral y en un entorno político y económico desfavorable. Pero su actitud ha tenido ya consecuencias en Washington, que no puede entender cómo el país levantado tras la II Guerra Mundial con el dinero del Plan Marshall les vuelve ahora la espalda. Eso quedó patente en un trato gélido a Schröder en la reciente cumbre de Praga.

"Existe un abismo creciente sobre comportamientos y percepciones entre los europeos y Estados Unidos, lo cual puede poner en peligro el consenso dentro de la OTAN", declaró esta semana en Bruselas el legislador republicano norteamericano Douglas Bereuter, nuevo presidente de la Asamblea Parlamentaria de la OTAN.

El otro gigante europeo que ha plantado cara a Washington es Francia. Jacques Chirac no quiere la guerra en Irak, pero tampoco cierra por completo la puerta a esa eventualidad. París exige una segunda resolución del Consejo de Seguridad, y en ese caso, y sólo en ese caso, podría considerar legítimo derribar militarmente al régimen de Bagdad. Ninguna autoridad de París responde a la pregunta de si su país vetará la decisión de ir a la guerra, probablemente porque no está tomada. Su estrategia es evitar que esa votación llegue a plantearse a cara de perro, dando tiempo así a la negociación.

Una participación aeronaval limitada es la máxima implicación que puede esperarse de Francia a corto plazo. Unos 30.000 de los 145.000 soldados de las fuerzas de tierra están ya desplegados en numerosas zonas del mundo -Bosnia, Kosovo, Macedonia, Afganistán, Costa de Marfil, Yibuti-, e implicar a más tropas exigiría un clima nacional mucho más favorable. Lo último que quiere la opinión pública es implicarse ahora en una guerra: entre el 65% y el 80% de los franceses están en contra de usar la fuerza.

Esto sólo cambiará si aparecen pruebas de que Sadam respalda o financia el terrorismo internacional o acciones directas contra intereses franceses, cuestiones ambas sobre las que no hay indicios, como aseguró a este periódico la ministra francesa de Defensa, Michèle Alliot-Marie.

Y con Francia y Alemania, en la misma mesa del Consejo de Seguridad, estará España, que se ha alineado sin fisuras con la Administración de Bush. Al contrario que Tony Blair, José María Aznar ha renunciado a utilizar su influencia, cualquiera que ésta sea, para tratar de moderar la política de Washington. Claro que el compromiso de España no tiene comparación con el del Reino Unido. Londres ha despachado ya un grupo de combate hacia el Golfo, mientras que Madrid ni siquiera ha reconocido que las bases de Rota y Torrejón están siendo profusamente utilizadas para el despliegue.

Hasta el miércoles, ni siquiera se sabía si España, como Francia y Alemania, considera necesaria una nueva resolución. "No es una resolución que diga que si el régimen iraquí no cumple tiene que haber otra resolución, la habrá o no la habrá, dice que tendrá que atenerse a graves consecuencias" , declaró Aznar. Es decir, España apoyará a EE UU, cualquiera que sea la posición que adopte. España se ha comprometido a prestar sus bases, puertos y espacio aéreo y a colaborar multilateralmente a través de la OTAN.

El primer ministro británico,Tony Blair, es el principal aliado de George Bush en Europa, pero la opinión pública del Reino Unido es tan escéptica hacia la guerra como la continental. Sin embargo, aunque la guerra no tiene el apoyo del público -sólo un 13% apoya una guerra sin el aval del Consejo de Seguridad, y un 53 si existe esa luz verde- tampoco hay un gran movimiento popular de oposición. La posición de Blair es delicada, porque donde sí hay oposición activa y sonora, aunque quizá menos extendida de lo que parece, es en el interior del Partido Laborista y en un sector de su Gobierno.

En Italia, el Gobierno ha adoptado un perfil bajo en las últimas semanas. La posición que se ha abierto camino es intentar a toda costa una solución diplomática al conflicto o, al menos, una intervención armada con el visto bueno de Naciones Unidas. Aun así, los lazos de amistad que unen al primer ministro, Silvio Berlusconi, con el actual inquilino de la Casa Blanca obligarían a Italia a colocarse del lado de George Bush, pese a la posición opuesta del centro-izquierda.

Para Europa como socio de Estados Unidos en la Alianza, sin embargo, Irak no ha sido el único punto de fricción. Las diferencias se ahondan y en Bruselas se habla de nuevo de otra recaída en las siempre delicadas relaciones transatlánticas. "Mejor tener aliados con quien discutir que enemigos con quienes no hablar", le espetó hace pocos días un diplomático noruego a un norteamericano colega suyo en la OTAN. Aparte de la crisis iraquí, la futura independencia de la política exterior y de defensa europea o el desarrollo de los sistemas de satélites Galileo que los norteamericanos seguirán tratando de obstruir son hoy motivos de enfrentamiento. Además, la Casa Blanca presenta muchas veces las ideas como hechos consumados. Ejemplos recientes son la gestación de la Fuerza de Respuesta Rápida de la OTAN o el proyecto de ampliar hasta Gibraltar la vigilancia marítima en el Mediterráneo. "A veces se olvidan de que están en una organización con otros 18 miembros más", observa una fuente diplomática.

La incorporación de los países del Este no ha hecho más que agrandar la influencia norteamericana en la OTAN, y la entrada de los restantes en 2004 la hará aún mayor. "Polonia es nuestro mejor aliado", ha confesado Bush a su homólogo polaco, Alexander Kwasniewski. Éste figura como un posible sucesor de George Robertson cuando el británico deje la secretaría general el año que viene.

La crisis de confianza europea puede desaparecer si en el futuro la UE decide acabar con el veto a la hora de tomar una decisión de política exterior, tal y como Francia y Alemania proponen en su documento de compromiso sobre las reformas institucionales en la Unión. "La situación puede entonces cambiar radicalmente y obligar a Washington a tratar a sus socios de igual a igual", sentencia un diplomático.

Con informaciones de: Ciro Krauthausen, Joaquín Prieto, Miguel González, Walter Oppenheimer y Lola Galán.

Berlusconi, Gerhard Schröder, Bush, Chirac y Jean Chretien, en junio, durante una reunión del G8 en Canadá.
Berlusconi, Gerhard Schröder, Bush, Chirac y Jean Chretien, en junio, durante una reunión del G8 en Canadá.AP

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