Chávez pide a Lula técnicos para sustituir a los petroleros en huelga
El príncipe Felipe invita al nuevo presidente a visitar España
La crisis venezolana se perfila como el primer desafío en política exterior del nuevo Gobierno de Brasil. Luiz Inácio Lula da Silva inició ayer su jornada como presidente con un desayuno de trabajo con su homólogo venezolano, Hugo Chávez, quien pidió el apoyo de Brasil para hacer frente a la huelga de los petroleros que paraliza la producción del principal producto de exportación de su país.
Concretamente, solicitó el envío a Venezuela de técnicos de Petrobras para sustituir a los petroleros que fueron despedidos por no acudir al trabajo. Chávez pidió también que barcos brasileños transporten el petróleo que está bloqueado en las refinerías de Curaçao y en las Islas Vírgenes. "Lula ha manifestado el total respaldo de Brasil a Venezuela, y Venezuela a Brasil", declaró Chávez, que precisó que su interlocutor pidió tiempo para estudiar la petición, que será estudiada por el nuevo presidente de Petrobras, cuyo nombramiento era esperado para ayer.
Brasil ha sido el único país que ha protagonizado algún gesto en la grave crisis de gobernabilidad que atraviesa Venezuela. En una acción acordada por los presidentes saliente, Fernando Henrique Cardoso, y entrante, Lula da Silva, Brasil envió un buque-tanque con 525.000 barriles de combustible que llegó a Venezuela el sábado pasado. La oposición a Chávez criticó abiertamente la ayuda brasileña. El diario The Washington Post publicó ayer un editorial en el que invita al presidente Da Silva a liderar una mediación en la crisis venezolana ante lo que califica de pasividad del Gobierno de EE UU.
El presidente da Silva dedicó gran parte de su primer día de trabajo a recibir en el palacio de Planalto a los líderes políticos que acudieron a la ceremonia de investidura. Durante 40 minutos estuvo reunido con el príncipe Felipe de Borbón, que le entregó un mensaje del rey Juan Carlos en cuyo nombre invitó al mandatario brasileño a visitar España. El embajador español, José Coderch, presente en la entrevista, indicó que Lula da Silva destacó la importancia de la presencia española en Brasil, especialmente en el terreno inversor.
Mientras el presidente despachaba con los invitados extranjeros, los miembros del nuevo Gobierno pronunciaban los primeros discursos al asumir sus cargos. El ministro de Asuntos Exteriores, Celso Amorim, lo hizo el mismo día 1, con un nombramiento que sorprendió a más de uno. El nuevo secretario general del Ministerio, segundo en la jerarquía del palacio de Itamaraty, es Samuel Pinheiro Guimaraes, que en abril de 2001 fue destituido de la dirección del Instituto de Investigaciones de Relaciones Internacionales por el entonces canciller Celso Lafer, por sus críticas al proyecto estadounidense de un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). El PT y el presidente Lula da Silva no ocultan sus recelos ante dicha iniciativa y, sobre todo, ante el proteccionismo de Estados Unidos. "Depende de Zoellick", respondió el ministro Amorim al ser preguntado si el ALCA corre peligro. Se refería el nuevo canciller al secretario de Comercio de Estados Unidos, que fue el enviado del Gobierno de George W. Bush a los actos de Brasilia. "Queremos trabajar con nuestros amigos de Brasil para que la nueva Administración sea un éxito", dijo el emisario norteamericano.
El ministro de Hacienda, Antonio Palocci, jefe del equipo económico, habló ayer ante un amplio auditorio en la toma de posesión del cargo. Le acompañaba su antecesor, Pedro Malan, con quien intercambió elogios. Pero más allá de los piropos, Palocci marcó diferencias con el Gobierno anterior, al afirmar que el Estado brasileño vive la paradoja de gastar mucho y beneficiar a unos pocos. Prometió para los próximos días el anuncio de las metas económicas de su Ministerio y avanzó un diagnóstico: "Reducir la pobreza extrema requiere un crecimiento de la renta per cápita del 3% anual durante 25 años".
Brasilia amaneció plagada de empleados municipales vestidos de naranja que recogían los residuos de la gran jornada. Muchos de los 150.000 brasileños congregados en la gigantesca explanada de los Ministerios, ya habían abandonado la ciudad hacia sus lugares de origen. "Ha valido la pena esperar", decía un residente en Paraná.
Aversión al protocolo
Los actos de investidura de Lula se convirtieron en una celebración popular inédita, en la que el protocolo se rompió en numerosas ocasiones. Las escenas desconcertantes comenzaron en el recorrido presidencial en coche descubierto hasta el Congreso. El presidente perdió el equilibrio en dos ocasiones -un espontáneo se abalanzó para abrazarle y un caballo golpeó el vehículo-. En la ceremonia del Congreso, el primer secretario de la Cámara de Diputados, Severino Cavalcanti, rompió el protocolo al recordar su origen de Pernambuco, "como Lula", y el viaje que hizo en camión desde el noreste de Brasil, como el presidente. El hemiciclo del Congreso parecía en ocasiones un campo de fútbol, cuando los asistentes gritaban: "Olé, olé, olé, olá, Lula, Lula". "Vamos a romper el protocolo, pero no tanto", pidió Lula.
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