Paradojas económicas de la marea negra
El autor analiza las consecuencias económicas que para Galicia va a suponer la catástrofe causada por el 'Prestige': pan para hoy, por las ayudas públicas y privadas, y hambre para mañana
Galicia está sufriendo la mayor catástrofe ecológica de su historia. Sus consecuencias económicas van a ser muy negativas y duraderas para toda la región. Detrás de este suceso tan trágico subyacen varias paradojas.
La primera, de carácter general, es que ha sido provocada por el transporte de subproductos pesados de petróleo, un combustible que es absolutamente necesario para el bienestar de todos los ciudadanos del mundo. Gracias a él podemos calentarnos y enfriarnos, evitando las inclemencias del tiempo, trasladarnos rápidamente de un sitio a otro por tierra, mar y aire, ahorrando tiempo y mejorando nuestra productividad, podemos vestirnos con tejidos ligeros y aislantes, podemos desarrollar nuevos materiales ligeros y resistentes que se utilizan en todos los bienes de consumo duradero que utilizamos diariamente. Se ha convertido en el llamado oro negro por cuyo control o suministro se llega a utilizar la violencia cuando no se llega a hacer la guerra, a organizar carteles, a fortalecer dictaduras, siempre temiendo por su futura escasez, ya que es un recurso esencial y no renovable, aunque, paradójicamente, esta nunca haya llegado a producirse.
Un destrozo tan grave de la riqueza reducirá la renta de Galicia en los años venideros
El espíritu individualista de los gallegos ha dado paso a una explosión de sus valores comunitarios
Pero, al mismo tiempo, su combustión es uno de los elementos que produce un mayor nivel de polución en el mundo, es responsable en buena medida del crecimiento del agujero de ozono en la atmósfera y del creciente calentamiento terrestre y además sus escapes, incontrolados o no, producen una total destrucción de la flora y fauna terrestre y marítima. Es como un Golem negro que todo lo devora y destruye a su paso. Un elemento que es, al mismo tiempo, beneficioso pero letal, deseado pero indeseable, imprescindible pero perverso. A pesar de ser tan contradictorio, conviene recordar que hubo un momento, hace ya casi una década, en el que las autoridades gallegas pensaron que había petróleo abundante en el subsuelo de su plataforma marítima y de algunas de sus rías, como había ocurrido en el litoral noruego, y que su hallazgo iba a ser un elemento fundamental para que Galicia se convirtiese, por fin, en una región rica. Privó, una vez más, el deseo sobre la realidad.
La segunda es que, como en los terribles incendios y en casi en todos los desastres naturales, fortuitos o provocados, la marea negra destruye la riqueza pero al mismo tiempo y, temporalmente, aumenta la renta. La diferencia entre renta y riqueza no es fácilmente entendible por el ciudadano medio, ya que ambas son convenciones económicas sobre las que se discute hace siglos.
La renta es un flujo anual, compuesto por la adición de todos los salarios, beneficios, intereses, dividendos, transferencias, contribuciones e impuestos que se generan en un país o una región. O también de toda la producción de bienes y servicios que se computa cada año para calcular el valor añadido acumulado en su proceso productivo.La riqueza es, por el contrario, un fondo o un stock, acumulado, que se mide para un momento determinado, y que se compone de todos los activos reales y financieros públicos y privados acumulados durante mucho años que incluyen, por un lado, el capital físico o los bienes tangibles, desde la tierra a la plataforma marina y los recursos naturales, desde las infraestructuras, las construcciones residenciales, productivas o de trabajo y los bienes de equipo, hasta el capital financiero. Por otro, el capital humano, es decir, la fuerza de trabajo, sus capacidades de creación, organización y conocimientos y, finalmente, el capital tecnológico, producido por la innovación y la investigación y desarrollo.
Mientras que la renta es fácil de medir, aunque no contempla elementos muy importantes, como el trabajo doméstico no remunerado, la riqueza es muy difícil de medir ya que posee muchos elementos intangibles que son difícilmente cuantificables tales como la cultura, el conocimiento, el arte, la belleza del paisaje etc. De ahí que no se publiquen, salvo algunas raras excepciones, estadísticas que cuantifiquen la riqueza de un país o una región. Tampoco se puede decir, con certeza, que la riqueza sea, finalmente, el stock acumulado de los flujos de renta a lo largo de siglos, ya que los recursos naturales muchos de ellos no renovables o reproducibles y otros muchos no explotados, los poseemos por el hecho de vivir con ellos, sin que haya intervenido en su producción o elaboración la mano del hombre salvo para explotarlos o, a menudo, destruirlos. A principios de los años noventa, el Banco Mundial intentó hacer una comparación de quiénes eran los países que tenían un mayor stock de riqueza por habitante. El resultado fue que los países que tenían mayores recursos naturales y menor población, tales como Australia, Canadá y Estados Unidos, eran los de mayor riqueza por habitante. Los países como Japón, que casi no disponen de recursos naturales y que son muy ricos, gracias a su capital humano y tecnológico, quedaban muy rezagados por la dificultad de medir su intangibilidad.
Esta es, por lo tanto, una diferencia muy importante ya que, volviendo al desastre de la marea negra que está sufriendo Galicia y que está también afectando a otras regiones cantábricas, este tiene unos efectos muy negativos y duraderos sobre los recursos naturales de Galicia, es decir sobre su riqueza, que no son fácilmente cuantificables, y, al mismo tiempo, tiene a corto plazo unos efectos positivos sobre su renta. Todo el ingente esfuerzo que se está haciendo para evitar sus terribles efectos sobre su riqueza, hace que se movilicen miles de personas y numerosas empresas, que se consigan grandes transferencias y ayudas privadas y públicas, nacionales y europeas y que, todo ello, suponga finalmente más salarios, más beneficios empresariales y más renta disponible para los gallegos, con lo que, en 2002 y en 2003, lo lógico es que la renta de Galicia sea más elevada que si dicho desastre no se hubiera producido.
Mientras tanto, la riqueza de Galicia, tangible e intangible, está sufriendo un deterioro muy grave. No sólo en su fauna y flora marina y terrestre, sino también en su bellísimo litoral, en sus playas y sus acantilados, en sus construcciones, en sus barcos, en su población, lo que es muy difícil de cuantificar. ¿Hay algo más bello y salvaje en nuestro país que la Costa de la Muerte o la grandiosidad de las rías gallegas? ¿Cómo se puede cuantificar su deterioro? El hecho es que un destrozo tan grave de la riqueza va a reducir la renta de Galicia en los años venideros ya que se ha deteriorado gravemente su hábitat, sus medios de producción, su capital físico, su potencial turístico, su belleza natural. Pan para hoy y hambre para mañana.
Ahora bien, dicho esto, hay otro capital intangible muy importante que se ha desarrollado, espontáneamente, en Galicia, que también forma parte de su riqueza y que compensa, en parte, su deterioro. Se trata de su capital social. La reacción ciudadana ha sido extraordinaria, generosa, solidaria y organizada. La llamada sociedad civil se ha hecho cargo de la situación y ha enfrentado, colectiva y organizadamente, la defensa de la naturaleza gallega frente a la terrible agresión ecológica sufrida. El tradicional espíritu individualista y escéptico de los gallegos ha dado paso a una explosión de sus valores comunitarios: de su dignidad colectiva, de su identidad ciudadana, de su conciencia de pertenecer a una sociedad vertebrada y compartida, de su autoestima y de su capacidad de iniciativa y de organización. Este extraordinario acontecimiento va a ser enormemente positivo para el futuro de Galicia.
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research (CEPR).
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