El peso del mercado y el poder de los medios de comunicación inquieta a los autores
"La cultura no contribuye a la felicidad", afirma Bernardo Atxaga en Kosmopolis 2002
Kosmopolis 2002 cerró ayer sus puertas con un debate apasionante sobre el cambio de actitud de la sociedad respecto a la literatura. Moderó el albanés Bashkim Sehu (Tirana, 1955), que planteó cuestiones de gran calibre: el mercado y la comercialización, lo que debe y lo que quiere escribir un autor, ética y libertad de creación. Una conclusión obvia fue que el peso del mercado inquieta a los escritores. Bernardo Atxaga afirmó que sentía "cierta comprensión" hacia los "más vendidos", porque alivia la situación de los libreros y les permite seguir promocionando la poesía.
"En la sociedad del espectáculo, lo que no aparece (en los medios) no existe"
La mesa redonda reunió a seis autores de diferentes lenguas minoritarias, con un punto en común: todos han vivido un régimen dictatorial. Hace 27 años que murió Franco y los españoles ven la dictadura con cierta distancia, pero sin olvidar. Para los autores del antiguo Este (el muro cayó en 1989), todo es más cercano y complicado.
Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951) afirmó que pasar de una dictadura a una democracia es cambiar la "caja de resonancia". "Sobre todo para los que escribimos en lenguas minoritarias. En la dictadura, nuestro trabajo no tenía dimensión social, la única caja de resonancia era política y eso siempre resulta perturbador". Maria Barbal (Tremp, 1949) vivió su infancia y adolescencia bajo el régimen de Franco, pero publicó su primera novela, Pedra de tartera, en democracia. "En mi primera obra recuperé el pasado inmediato para dar via libre a las influencias emocionales recibidas".
Monika Zgustova, nacida en Praga y residente en Cataluña desde los años ochenta, explicó que en su país, después de 40 años de dictadura, se ha producido un vacío y una pérdida de identidad. "En Checoslovaquia había dos clases de lectores: los disidentes, que tenían acceso a las obras de autores también disidentes como Pavel o Kundera; y la gran mayoría de la población que leía a los escritores autorizados por la censura. Bohumil Hrabal se autocensuraba. Se lo reprocharon, pero fue una suerte, porque de lo contrario los checos sólo hubiéramos tenido el desierto. Ahora, hay un un rechazo a todo esto. Los nuevos escritores escriben en el vacío, hay una falta de identidad en la libertad".
Para casi todos, las leyes del mercado son ahora uno de los escollos importantes. Bashkim Sehu, que se exilió de Albania y vive en Barcelona desde 1997, encendió la mecha. "En la sociedad del espectáculo lo que no aparece [en los medios] no existe".
"Nuestro reto personal es escribir buenos libros", afirmó Zgustova, biógrafa de Hrabal, traductora y autora de una novela, Menta fresca amb llimona (Proa). Luego viene la promoción del libro. "Tenemos que prepararnos para los medios y decir frases inteligentes y inteligibles, a ser posibles cortas, para que lo que queremos decir llegue más fácilmente, pero ¿no será una banalización?".
Casi todo sus colegas lo tuvieron más claro. El holandés Chris Keulemans, especialista en muticulturalismo, afirmó que es difícl hablar de un libro en 10 minutos en televisión. "Pero no lo considero una situación desesperada. Es un lenguaje diferente que todos podemos aprender".
El esloveno Ales Debeljak, poeta, crítico y traductor, fue más radical. "En los regimenes totalitarios los escritores vivíamos en una cárcel de terciopelo. Había una especie de contrato con las autoridades. Los escritores nos se metían con el partido y éste los dejaba tranquilos. En la época de la cárcel, tenían la atención de los lectores que buscaban en sus textos un mensaje y se les identificaba con la voz de las masas", afirmó. "En las sociedades posdictaroriales se ha multiplicado la oferta y nadie presta atención a los escritores. Lo que es peremne es que son unos quejicas. Debemos ponderar los beneficios de la libertad y no sólo quejarnos de sus inconvenientes. Lo importante para un escritor es explicar su desacuerdo con el mundo".
Atxaga, que dudó entre si es un apocalíptico o un integrado, habló del sistema. No están por un lado el mercado y los medios de comunicación y por el otro los escritores. "No estamos fuera del sistema. Hay muchos más escritores que apoyan la actual situación que los que están a contracorriente. Hay un problema enorme: la cultura no contribuye a la felicidad".
Atxaga contó una anécdota reveladora de un amigo librero. "Estaba muy contento porque ha vendido muchos libros de cocina Karlos Arguiñano, lo que le permite promocionar libros de poesía. Por eso siento cierta comprensión hacia los más vendidos, porque gracias a ellos quizá un poeta pueda publicar el próximo año una plaquette con tres de sus poemas".
El escritor vasco defendió la posibilidad de presentar los libros a través del contacto directo con los lectores.
El baño de masas de Joaquín Sabina
"Pido disculpas a los que fueron un par de veces a verme a un lugar al que yo no fui". Joaquín Sabina se reencontró finalmente ayer con sus lectores de Barcelona después de cancelar sus lecturas de poemas en el Festival Grec 2001. "No estaba tan malito como atemorizado", continuó en referencia a su "mala salud de hierro". Entre olés y jaleos que merecieron el comentario de "parecéis el público de Crónicas marcianas", el cantante ofició el acto más concurrido de Kosmopolis 2002.
Fue un fin de fiesta por todo lo alto, con el Hall del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona -con capacidad para 700 perso-nas- lleno de bote en bote, desde la rampa de acceso hasta los laterales de las gradas instaladas para este encuentro de las letras, y con todas las entradas vendidas hacía horas.
Vestido de negro riguroso, sentado en una silla, con las gafas bien caladas sobre la nariz, Sabina leyó con una voz trabajada a base de fumar, beber y cantar textos de su poemario Ciento volando de catorce (Visor) -más de 100.000 volúmenes vendidos- y de su último libro, Con buena letra (Temas de hoy). Antes, José María Micó había ejercido de presentador, ayer más colega que profesor universitario. Micó definió a Sabina como un "hombre de letras, no sólo de canción, sino que es también un letrado, muy sabio y con muchas lecturas". Y Sabina, después de fumar un pitillo y de recomendar a los presentes no perderse la última actuación de la noche, la del maestro Rafael Escalona, empezó a desgranar sus versos: palabras sobre la soledad, el sexo, las mujeres, Madrid, la música, sus filias y fobias, sus coetáneos y la televisión de Rociíto y Gran Hermano. Bromeó entre poema y poema -"veis que los poetas estamos muy solos...", sollozó entre carcajadas- y justificó así la elección de los textos: "Estoy leyendo los más fáciles, los que tienen más caca, culo, pedo y pis porque sé lo que más le conviene a mi carrera".
El público le hizo caso y se quedó a escuchar los vallenatos de Escalona. El compositor estaba convencido de haber participado en unas jornadas "que probablemente habrán erosionado la conciencia cultural de toda Europa, y también de América".
Babelia
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