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Reportaje:Los mercados, desabastecidos | CATÁSTROFE ECOLÓGICA

Naufragio en los pueblos pesqueros

Las nécoras vienen de Francia; los centollos y las cigalas, de Portugal; los percebes no existen

Hace ya varias semanas que la pesca de bajura está prohibida en todo el litoral gallego por culpa de la catástrofe desatada por el petrolero Prestige. Sin embargo, a los consumidores no les ha había faltado hasta ahora ni el pescado ni el marisco. La desconfianza sobre los efectos que en ellos haya podido tener el fuel del Prestige ha hecho que las ventas desciendan y que los precios suban, según los minoristas. Pero las plazas de abasto siguen abiertas, y tanto el marisco de importación como los pescados que sólo se obtienen en alta mar -donde no hay prohibición- han permitido a los vendedores ofrecer a los consumidores cierta variedad.

Así es por lo menos en el mercado del Berbés, uno de los más importantes de Vigo, donde ayer era posible comprar merluza, pescadilla, besugo, rape, sargo, lenguado, gallo, rodaballo, corujo, lubina, san martiño o jurel en sus puestos de pescado. Los precios oscilaban entre los 10,5 euros que costaba el kilo de merluza, los 8 de la lubina y el sargo, o los 3 euros por kilo de jurel, "uno o dos euros por encima de lo que cuesta normalmente en esta época del año", según reconocían algunas vendedoras.

"Nuestros maridos no pueden pescar y ahora nosotras vendemos cada día menos"
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A pesar de la prohibición, los moluscos de las Rías Bajas todavía no han desaparecido del mercado. Aún se venden las almejas, mejillones, navajas y berberechos que se recogieron justo antes de que se prohibiera la pesca y el marisqueo, y del que queda una reserva importante en las depuradoras en las que los limpian con agua de mar para dejarlas listas para el consumo. Una docena de navajas costaba ayer seis euros en la plaza de Vigo.

Pero el marisco típico de las rías, que los consumidores, según dicen los pescaderos, prefieren por su especial sabor, ya no es posible encontrarlo y ha sido sustituido por el de importación, que se sigue vendiendo vivo. Ahora las nécoras vienen de Francia o Irlanda, al igual que las cigalas y las centollas proceden de Portugal. Los percebes, una de los mariscos más apreciados en ésta época del año, sencillamente no existen.

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"La gente anda con miedo por el tema del chapapote", se quejaba ayer Tina Piñeiro, pescantina de esa plaza de abastos. "Yo guardo las etiquetas de todas las cajas de pescado que compro para demostrar a mis clientes que mi pescado se puede comer", añadía Isaura Otero, que aseguraba que ayer las cigalas se vendían tres euros más caras que hace sólo una semana. María Teresa González, junto a su puesto de centolla, nécora y cigala, aseguraba que no se traía más pescado a los puestos "porque la gente no lo quiere, pero no porque los vendedores estemos desabastecidos", y Erundina Rosamura aseguraba que sólo había hecho ganado 15 euros en una jornada. "Antes, en un día cualquiera podía hacer 50 o 60, y si era un día bueno, podía llegar a los 100", afirmó.

Pero Vigo es una ciudad grande, y a su lonja, en plena era de la globalización, llega cada día pescado de muchos lugares del mundo. A los pescaderos de los pueblos como Cangas do Morrazo o Moaña, al otro lado de la ría, la prohibición les afecta mucho más. Los que comercializan pesca de altura, como la merluza o el lenguado, pueden abrir sus puestos gracias a la lonja de Vigo, donde adquieren cada mañana su mercancía, pero muchos de los que cada mañana vendían las sardinas, xoubas, lenguados, fanecas, chichos, camarones o nécoras que llegaban a las lonjas de ambos pueblos han cerrado sus puestos porque, según algunos de ellos, esos pescados, al venir de Portugal, son más caros y encima tienen que luchar contra la desconfianza de los clientes.

"Les es más rentable sobrevivir con las ayudas que ofrece la Xunta", aseguraba ayer Jesús Bermúdez, que trataba de terminar de vender las tres cajas de calamares, fanecas y xoubas llegadas a la lonja de Vigo desde Portugal. Las ayudas de que ya gozaban armadores, pescadores y mariscadores se extendieron el pasado jueves a los vendedores que tuvieran que paralizar completamente sus actividades como consecuencia de la prohibición decretada a raíz de los efectos de la marea negra del Prestige.

"Los días que más vendemos son los viernes, cuando delante de la plaza ponen el mercadillo", explicó Carmen Vázquez desde su puesto del mercado de Cangas. "Pero esto es como una pescadilla que se muerde la cola", prosiguió la pescantina, "los que pescan tienen poco dinero y no compran, y los que sí lo tienen, no lo hacen porque tienen miedo".

En Moaña, una de las pescaderas de la pequeña plaza de abastos del pueblo se tenía que sentar para que se le pasara el enfado. "Nuestros maridos no pueden pescar, y ahora nosotras cada día vendemos menos, ¿qué vamos a hacer?", se preguntaba la vendedora, que aseguraba que la mayoría de la gente del pueblo está desesperada.

Ahora bien, tanto en los pueblos como en la ciudad todos coincidían en la importancia del sector pesquero en Galicia y en que la crisis del Prestige, afectará a otros muchos sectores de la economía. "Necesitamos la solidaridad de todos", aseguró la pescadera viguesa María Teresa González. "Y la mejor muestra de solidaridad posible, es que nadie deje de comprar pescado".

El mercado de Bueu (Pontevedra), ayer, desabastecido.
El mercado de Bueu (Pontevedra), ayer, desabastecido.ULY MARTÍN

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