A gusto de todos
Este verano ha llovido mucho, y eso ha hecho feliz a mucha gente: a los meteorólogos, que se lo han pasado bomba con sus estadísticas y sus suculentas inundaciones; a los opinadores de radio y prensa, que se han tirado el cambio climático a la cabeza para dirimir si el culpable era o no era el calentamiento del planeta; a los periodistas de sociedad, que han elaborado extensos reportajes para contarnos que tampoco es un fenómeno tan raro, que cada equis años hay un agosto lluvioso y cada equis al cuadrado uno bien frío, y sobre todo a los boletaires, que no le han soltado el rollo a nadie pero están dejando los bosques hechos un asco. Pero la sabiduría popular tiene un dicho para cada hecho, y cuando dice que nunca llueve a gusto de todos es que nunca llueve a gusto de todos. En esta ocasión los disgustados son los productores vitícolas del país, quejosos porque la sobreabundancia pluviométrica del verano les ha obligado a una vendimia acelerada, fangosa y capaz de aguar el vino sin necesidad de tejemanejes bajo la barra.
Y si la vendimia empieza con las 'fires', termina con la entrega de los premios Sent Soví y Arzak de literatura gastronómica
En la zona de la más afamada de las denominaciones de origen catalanas, el Penedès, durante este septiembre era fácil reconocer a los vendimiadores, al menos a los que trabajan por cuenta propia: además de la cara larga, andaban todos con barro hasta las rodillas. A medida que las precipitaciones se precipitaban, las viñas iban pareciendo cada vez más arrozales. Como el año que viene se repita la cosa, los de la comisión de fiestas de Sant Sadurní d'Anoia van a tener que renovar todo el decorado. No el del campo, que de eso ya se ocupan madre naturaleza y las señoras inmobiliarias, sino el de los festejos. Resulta que en Sant Sadurní celebran, justo al inicio de la vendimia, las fires i festes (la fiesta mayor no, que cae en noviembre), y allí tiene lugar uno de los desfiles más espectaculares de la tradición pirotécnica de Catalunya: el ball de fil.loxeretes. Siguiendo los cánones de toda la costa mediterránea, la procesión está protagonizada por la danza y el fuego, pero la particularidad es que aquí quienes abrasan al público a petardazos no son los clásicos diablos, sino unos enormes insectos que sólo de verlos ya dan pavor. Las fil-loxeres, exacto. La celebración, que data de finales de los setenta, trata de recrear las terribles plagas que en el siglo XIX acabaron con toda la vid de la comarca y la sumieron en la miseria, hasta que un sabio local, Marc Mir, se trajo de América una variedad resistente al bicho con la cual injertaron las cepas autóctonas, y así renació la actividad vitícola. El baile de los siete sabios rompiéndose las cejas para encontrar una solución al problema es uno de los pasos más celebrados, aunque ni que decir tiene que para los saturninenses el mayor orgullo es tener un hijo fil.loxereta. Como para los de Vilafranca uno anxaneta, vaya. El ball de fil.loxeres -que, por cierto, es una iniciativa popular, no municipal- termina como el de las discotecas de verano: con un baño de espuma, sólo que aquí la espuma es de espumante de botella y porrón, símbolo de la victoria sobre el enemigo.
Y si la vendimia empieza con las fires a principios de septiembre, termina al cabo de un mes (el pasado jueves, concretamente) con la entrega de los premios Sent Soví y Arzak de literatura gastronómica en las Cavas Freixenet, otro de los símbolos de Sant Sadurní. Aquí los derivados de la uva también corren a raudales, aunque, a diferencia del pasacalle, no son los asistentes quienes huyen de los desfilantes, sino más bien al contrario. Quizá si vistiesen a los camareros de fil.loxeretes...
Como los Sent Soví, que convocan la citada empresa, la Universidad de Barcelona y RBA Libros, son la fiesta mayor de las letras españolas en lo que al género digestivo se refiere, los dos centenares de invitados (ninguno de los cuales, todo hay que decirlo, con fango hasta las rodillas) se entregan gustosos al ritual de homenajear a ambos gremios.
Primero, al de lo nutritivo, representado este año por los restaurantes Hispània, de Arenys de Mar, y Els Tinars, de Llagostera, que cumplían 50 y 25 años respectivamente, y posteriormente al de lo artístico, es decir, a los ganadores. Que fueron el paleontólogo Juan Luis Arsiaga, con Los aborígenes, una historia alrededor del diálogo que desde hace 7.000 años vienen sosteniendo los dos órganos más importantes del cuerpo humano, a saber, el cerebro y el aparato digestivo, y Luis Felipe Torrente, responsable de la sección de gastronomía del programa Los cinco sentidos de la cultura, de Telemadrid, que se llevó el Juan Mari Arzak dedicado a los medios de comunicación, a pesar de que hace un mes que la sección ya no se emite porque le 'echaron', según propia confesión.
Al término del jolgorio los comensales pueden regresar a casa en los autocares que la empresa pone a su disposición, dada la elevada ingesta de alcohol durante el ágape (además de los aperitivos, cada plato va acompañado de su vino correspondiente). A la vista de las lluvias de este año, sin embargo, para la edición de 2003 los organizadores podrán ahorrarse este detalle: nadie dará positivo.
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