Zabaltegi, jóvenes en territorio independiente

La sección que tradicionalmente destina la organización del festival donostiarra al cine más inquieto e innovador, Zabaltegi / Zona Abierta, se está sumando a los fastos del 50º aniversario del certamen con una programación que, por lo visto hasta ahora, presenta un balance prometedor y también algunos síntomas inquietantes sobre el cine que se está haciendo hoy y, es de suponer, el que se verá en los próximos años.

Territorio del cine independiente por definición, en Zabaltegi se han podido ver estos días algunas pequeñas joyas. La primera es, sin duda, La espera, condensada (dura sólo 65 minutos), precisa ópera prima del uruguayo Aldo Garay que cuenta, con la mirada del documentalista televisivo que su autor ha sido hasta la fecha, el lento deterioro de la relación entre una joven y su madre, enferma y postrada en la cama.

Pero ese deterioro, esa espera de que algo cambie, resulta, en realidad, como también ocurre en Como el gato y el ratón, del debutante colombiano Rodrigo Triana, divertida, aunque un tanto gruesa, parábola política de enfrentamientos entre vecinos de una barriada marginal, la materia prima de una metáfora.

Tradición feísta

Tanto Garay, con un lenguaje depuradísimo, como Triana, más deudor del cine feísta latinoamericano, en la tradición de un Román Chalbaud o un Luis Alcoriza, y menos atento a la búsqueda de un lenguaje personal, hablan no sólo de sus personajes. Es imposible no ver detrás de la dureza de sus imágenes un diagnóstico angustiado sobre la realidad de países estancados, de futuros clausurados y de víctimas civiles de una guerra siniestra, que lo es contra la violencia, pero también contra la desesperación y la miseria.

También metafórica, e igualmente centrada en vicisitudes que hablan de gente joven, es Vylet (La excursión), segunda película de la checa Alice Nellis. Aunque aquí la mirada treintañera es la que predomina, la narración tiene por protagonistas a tres generaciones de mujeres, una abuela, su hija y sus dos nietas, que emprenden un buñueliano viaje desde Chequia hasta Eslovaquia para enterrar las cenizas de un familiar.

El viaje es, en realidad, la excusa para explicar el complejo entramado de relaciones que mantienen entre sí los protagonistas, y por ella se filtran, como al pasar, las tensiones de la separación de las dos naciones que otrora componían Checoslovaquia. El filme, sólidamente narrado e impregnado de un gozoso humor negro, presenta las formas de un tradicional producto independiente americano.