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Reportaje:

Víctimas de una mala fumigación

El uso inadecuado de insecticidas en el lugar de trabajo deja una estela de afectados por lesiones graves e irreversibles

Pasaron dos años sin un diagnóstico preciso. Las enfermas de mayor gravedad sentían numerosos síntomas de difícil clasificación: sensación de hormigueo por todo el cuerpo, mareos, debilidad, pérdida de memoria, incapacidad de concentración, dificultades respiratorias... Algunas vieron aumentar la talla de sus zapatos, otras desarrollaron un cierto número de tumores, afortunadamente benignos. Todas pasaron por numerosas consultas hasta que, finalmente, en 1996, un equipo médico interdisciplinar fue capaz de establecer una relación inequívoca entre este extraño conjunto de transtornos y un acontecimiento que había afectado dos años antes a su lugar de trabajo: la fumigación de una plaga de hormigas.

Se conocen casos de intoxicación en colegios, hoteles, juzgados y geriátricos
Desde 1994 se han conocido, sólo en Cataluña, 30 incidentes con 581 afectados

En el mes de agosto de 1994, estos insectos invadieron unos laboratorios de la ciudad sanitaria Vall d'Hebrón. El servicio de desinsectación contratado realizó un primer tratamiento, pero 15 días después reaparecieron las hormigas, y se efectuó una segunda fumigación. A la mañana siguiente, los trabajadores del laboratorio empezaron a sentir picores, irritaciones y otros síntomas de lo que ahora se sabe con certeza que sufrieron: una intoxicación accidental por insecticidas indebidamente aplicados.

En la actualidad, de las 36 personas que resultaron afectadas, 8, todas ellas mujeres, siguen mostrando secuelas graves y permanentes. No han vuelto nunca más a trabajar ni tienen posibilidades de realizar una vida normal. Los seis años de seguimiento médico exhaustivo han permitido determinar que los casos más severos no mejoran con el tiempo. Sufren una enfermedad extraña, difícil de diagnosticar y que apenas ha empezado a investigarse.

Este episodio de contaminación ha servido para destapar la existencia de un problema sanitario ignorado: los tratamientos insecticidas que se llevan a cabo de forma habitual en locales y edificios no siempre se realizan correctamente. Y cuando las cosas no se hacen bien, se puede exponer involuntariamente a las personas a unas sustancias potencialmente muy tóxicas, cuyos efectos sobre la salud humana llegan a ser devastadores. El problema puede afectar a usuarios y trabajadores de todo tipo de establecimientos. Se conocen casos de intoxicación en colegios, hoteles, juzgados o geriátricos.

Por desconocido puede parecer un problema menor pero, sólo en Cataluña, desde 1994 se han conocido 30 incidentes, con 581 trabajadores implicados, de los cuales 278 presentan síntomas de afectación y 41 se consideran enfermos graves, según datos facilitados por Francisca Lopez, del Centro de Seguridad y Condiciones de Salud en el Trabajo de Barcelona, de la Generalitat. El caso catalán indica que en el conjunto de España la cifra puede ser importante, aunque la falta de datos o de estimaciones al respecto impide saberlo.

Carme Valls, doctora del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS), en Barcelona, forma parte del equipo médico que acertó a descubrir qué aquejaba a las trabajadoras del hospital, y ha intervenido en el seguimiento continuado de los afectados. Según Valls, se trata de un problema 'que puede afectar gravemente a los trabajadores de las empresas y que, a la larga, puede constituir un verdadero problema de salud pública causado por el uso indebido de productos peligrosos'. 'A igual exposición ambiental', añade, 'a las mujeres les afecta de forma más importante porque acumulan el tóxico en mayor cantidad debido a su mayor depósito graso'.

El abanico de problemas de salud que sufren los enfermos conforma una lista difícil de resumir: sobre una larga serie de dificultades respiratorias, síntomas irritativos de piel y mucosas y otros alteraciones, destaca 'un conjunto de trastornos neuropsicológicos graves como pérdida de memoria, cefaleas, dificultades cognitivas o pérdida de concentración', afirma Carme Valls.

Por su parte, Julián Márquez, jefe de la Unitat de Neurofisiologia del hospital de Bellvitge, confirma que 'algunos afectados se muestran incapaces de redactar una carta, u olvidan inmediatamente lo que acaban de leer, y tienen dificultades para realizar tareas rutinarias automáticas'. Asimismo aparecen numerosos síntomas relacionados con alteraciones endocrinas: aumento en la producción de estrógenos, fenómenos autoinmunes, problemas de hipotiroidismo, aumento de la hipófisis, afectación del hipotálamo... Esto último explica por qué en algunos casos aumenta la talla del calzado: porque se segrega una mayor cantidad de la hormona del crecimiento y, en los casos más graves, los pies crecen.

Asimismo se presenta el síndrome de fatiga crónica, que se manifiesta como debilidad, cansancio, pérdida de fuerza, etcétera. Y también se produce el denominado síndrome de intolerancia ambiental idiopática. Se trata de un cuadro singular de manifestaciones ya que los síntomas que sufre el paciente empeoran si éste se expone a sustancias químicas ambientales. Lo extraordinario es que los productos desencadenantes pueden ser 'totalmente inocuos para el resto de la población, como un perfume, por ejemplo', según Julián Márquez. Es decir, que al oler algo tan banal como una colonia, el enfermo empeora de sus problemas neurológicos.

Núria Ortuño, afectada por la fumigación de un hotel, explica: 'Yo no puedo coger el metro ni entrar en una oficina bancaria, ni acercarme a la sección de detergentes del supermercado. En estos lugares hay perfumes, ambientadores o productos que a mí me desencadenan de nuevo todos los síntomas: me mareo, siento que voy a desmayarme, pierdo la memoria... Vuelvo a sentirte de nuevo como la primera vez. Horrible'.

Miembros de la asociación Adquira, que agrupa a personas afectadas por fumigaciones y productos químicos.
Miembros de la asociación Adquira, que agrupa a personas afectadas por fumigaciones y productos químicos.J. ROVIRALTA

Difícil diagnóstico

La profusión de síntomas más o menos difusos, la gran variedad de respuestas y la afectación de numerosos órganos y sistemas explica por qué es tan difícil el diagnóstico. Por ello, las personas afectadas han sufrido a menudo muchos problemas. 'Somos tratadas con gran escepticismo por muchos profesionales médicos y no médicos, con lo que nos sentimos maltratadas no sólo como enfermas sino como personas', afirma al manifiesto elaborado recientemente por la asociación de afectadas Adquira. Para acabar de complicar las cosas, los problemas de salud no aparecen sólo ante episodios concretos de contaminación, sino que, en muchas ocasiones, los síntomas aparecen después de los llamados 'tratamientos preventivos' contra los insectos. Lo peor de todo es que los especialistas en el control de plagas, como los del Centro de Seguridad y Condiciones de Salud en el Trabajo de Barcelona, sostienen que dichos tratamientos son inadecuados: 'No se deben realizar tratamientos con plaguicidas como método para prevenir la aparición de plagas, ni tratamientos sistemáticos, excepto cuando, de acuerdo con el diagnóstico previo, sea estrictamente necesario', explica Francisca López, para quien 'siempre deben buscarse los plaguicidas de menor toxicidad posible, y buscar los sistemas de aplicación menos contaminantes'. Aunque todo el mundo puede verse afectado, uno de los colectivos de riesgo es el personal de empresas subcontratadas de limpieza y vigilancia de seguridad.

Insecticidas sin control

De acuerdo con el Centro de Seguridad y Condiciones de Salud en el Trabajo de Barcelona, perteneciente a la Generalitat, los diversos casos analizados de mala aplicación de tratamientos insecticidas tienen una serie de características comunes. El problema empieza porque la 'eliminación' de insectos con tratamientos químicos es una práctica profesional muy enraizada, aunque a menudo no se consiga eliminarlos, o ni siquiera se haya constatado la existencia de una plaga. Además, muchos de los tratamientos efectuados no responden a un patrón claro, y se llegan a utilizar diversos productos para un mismo insecto, produciéndose una peligrosa mezcla de compuestos. A esto hay que añadir que los productos insecticidas pueden permanecer activos durante meses. Si el tratamiento afecta a espacios cerrados y mal ventilados, equipados con materiales absorbentes (moquetas, cortinas, mamparas) puede pasar que la presencia de los insecticidas dure semanas, y que se dispersen por el interior del edificio fijados a las partículas de polvo. El resultado es que los trabajadores pueden quedar expuestos al producto de forma continuada, ya sea por las superficies directamente tratadas o, indirectamente, por contacto con papeles, objetos de oficina, mesas, sillas... La manera de abordar el problema estriba en el establecimiento de una serie de medidas que demandan una estricta planificación previa, y que van desde la adecuada información a los trabajadores hasta el uso de sistemas de control integrado de plagas mucho menos agresivos.

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