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La división del Ejército bolivariano

La aventura del efímero presidente Carmona demuestra la fractura en el seno de las Fuerzas Armadas de Venezuela

Juan Jesús Aznárez

Durante las primeras horas de la mañana del sábado, la oficina del general de brigada Raúl Isaías Baduel, comandante de la Brigada 42 de Paracaidistas de Maracay, fue uno de los cuarteles generales del movimiento castrense dispuesto a una violenta operación para rescatar a Hugo Chávez, entonces preso. 'Lo último que queremos es un nuevo derramamiento de sangre', avisó. La temida guerra civil pronto quedaría conjurada. Las guarniciones de Carabobo y Guárico, entre otras, y varias escuadrillas de cazas F-16 doblegaron al general Efraín Vásquez, que había apoyado al presidente de facto, Pedro Carmona.

El escenario era diametralmente opuesto la noche del jueves, el día en que una masiva manifestación antigubernamental fue disuelta a tiros por francotiradores y la sangre vertida, atribuida por la oposición a pistoleros del oficialismo, alistó a parte de la jefatura contra Chávez y llevó a su detención. 'No podemos permitir que saquen los tanques a la calle. ¿A disparar contra qué, contra otro tanque? ¿Para disparar contra el pueblo?', bramó en su despacho el general Vásquez, quien poco después tomaba el lugar de Lucas Rincón, nombrado por Chávez, al frente de las Fuerzas Armadas. Los asistentes aplaudieron, y comenzó a discutirse la salida de Hugo Chávez del Gobierno y del país.

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La cadena castrense perdía ayer eslabones por los cuatro costados. Se practicaron nuevas detenciones o arrestos preventivos, y las heridas causadas en un periodo de tan sólo 48 horas tardarán meses en cicatrizar, si es que se consigue. Una purga generalizada, la destitución de los generales y coroneles que la noche del jueves comparecieron en televisión desconociendo la autoridad de Chávez, conduciría al alumbramiento de una dirección militar en el retiro, resentida y dispuesta a la revancha. Lo cierto es que las Fuerzas Armadas de Venezuela quedaron fracturadas y se aventura la detención de un centenar de sus mandos.

Los comedores de jefes y oficiales eran ayer un avispero de reproches entre tres sectores en pugna: los leales a Chávez, que argumentaron la existencia de un presidente elegido democráticamente en diciembre de 1998 y la ausencia de una constancia escrita y fiable de su renuncia; los militares que invocaron la peligrosa polarización social registrada durante el mandato del comandante de paracaidistas y pusieron en duda su legitimidad; el tercer sector, más numeroso, dudó siempre y actuó en función de la correlación de fuerzas en las calles y otros resortes de coyuntura.

El ministro de Defensa, José Vicente Rangel, dijo que el golpe contra Chávez fracasó porque sus promotores desconocían el funcionamiento de los cuarteles. Tan divididos como la propia sociedad, aunque obligados por mandato a respetar la Constitución bolivariana, aprobada en referéndum en diciembre de 2000, todo parece indicar que fueron los oficiales, más que los coroneles y generales, los mandos que liquidaron la administración provisional del civil que fue presidente de la patronal. Carmona dotó a su persona y al interinato de poderes constituyentes, suspendió los poderes públicos, legisló por decreto, excluyó a grupos que habían contribuido al derrocamiento de Chávez e hizo imposible su reconocimiento internacional.

El primer decreto del presidente de facto y otras arbitrariedades y torpezas determinaron un viraje en el humor de los regimientos. Militares que habían aceptado a Carmona fruncieron el ceño, y las cañas se tornaron lanzas cuando observaron que se constituía en un gobernante que arrasaba con la institucionalidad. 'Esto es ya un golpe de Estado', espetaban a los generales al frente de las unidades de combate. 'Las cosas deben hacerse bajo mandato de la Constitución', exigía el jefe auditor de las armas, general Navarro Chacón.

Ante la confusión y las posiciones encontradas en la cúpula del Ejército, la oficialidad media y subalterna (capitanes, tenientes, subtenientes y sargentos) dio el paso definitivo para exigir la salida de Carmona, sostiene el periodista Javier Ignacio Mayorca, del diario El Nacional. La guardia de la Casa Militar del Palacio de Miraflores se sublevó contra Carmona el mismo sábado y forzó su salida hacia el Fuerte Tiuna, que había sido oficina del general Lucas Rincón, destituido por el general Efraín Vásquez la noche del jueves, después de los muertos registrados frente al palacio de Gobierno. Efectivos del Batallón Caracas, desconociendo a sus mandos, tomaron el Fuerte Tiuna y Carmona, de hecho, quedó preso.

Soldados venezolanos patrullan por un barrio obrero de Caracas, en medio de los restos de basura que han dejado los saqueos de estos días.
Soldados venezolanos patrullan por un barrio obrero de Caracas, en medio de los restos de basura que han dejado los saqueos de estos días.AP

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