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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

La II Guerra Mundial, el horror que no cesa

Una matanza en un pueblo polaco, el papel de los alemanes y la historia militar, en tres libros

José Andrés Rojo

El nuevo milenio ya ha mostrado nuevas formas de horror, pero las crueldades de la II Guerra Mundial siguen ahí como un gran interrogante: ¿cómo fue posible? La editorial Crítica ha publicado simultáneamente tres libros que abordan desde perspectivas muy diferentes la dramática historia de aquellos tiempos. La guerra que había que ganar es un recorrido que analiza minuciosamente los episodios militares. No sólo Hitler desentraña el papel de los alemanes frente a la maquinaria de exterminio que generó el führer. Vecinos, por fin, reconstruye un pogromo en un pequeño pueblo polaco.

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El 10 de julio de 1941, la mitad de la población de Jedwabne, un pequeño pueblo polaco, se cargó a la otra mitad. Lo cuenta Jan T. Gross, catedrático de Ciencias Políticas y de Estudios Europeos en la Universidad de Nueva York, en el libro Vecinos, que fue presentado esta semana en Madrid (junto a los otros dos títulos) por Jorge M. Reverte, que ha sido el responsable del prólogo.

'Jedwabne está situado en la intersección de dos valles fluviales. Los ríos Narew y Biebrza se desbordan cada primavera y la región es célebre por sus pintorescos estanques, llenos de incontables variedades de aves acuáticas y de una vegetación frondosa', escribe Gross. En ese idílico marco, convivían en Jedwabne judíos y no judíos, y juntos habían padecido los inevitables vaivenes que padece cualquier lugar sometido a distintas dominaciones.

Pese a determinadas tensiones y conatos de conflicto, Gross explica que judíos y no judíos habían conseguido llevarse como buenos vecinos. Hasta ese fatídico día de 1941, cuando casi todos los judíos de Jedwabne, unas 1.600 personas entre hombres, mujeres y niños, fueron aniquilados por el resto de los habitantes del pueblo. 'Fue la población polaca la que los asesinó brutalmente, y los alemanes sólo estuvieron presentes y tomaron fotografías', recoge Gross de uno de los pocos testigos que sobrevivieron a la masacre.

Los alemanes tomaban fotografías, 'pero también es evidente que, de no haber estado ocupado el pueblo por los alemanes, los judíos de Jedwabne no habrían sido asesinados por sus vecinos', escribe Gross. A esa gran incógnita, ésa de 'los alemanes', dedica Robert Gellately, catedrático de Historia del Holocausto en la Clark University (Estados Unidos), otro de los libros que acaba de publicar Crítica, No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso.

La gente corriente

'El principal objeto de interés del libro son las facetas sociales y públicas de la dictadura [de Hitler], no lo que sucedía a puerta cerrada y en secreto', explica Gellately, que, en su trabajo, pretende escudriñar hasta qué punto sabía la gente corriente de Alemania los horrores que desencadenaron los nazis, para mostrar que 'la mayoría de ellos 'supieron lo que eran' la Gestapo, los tribunales de justicia y los campos de concentración'. La cuestión, como ocurre también en el caso del pequeño pueblo polaco, es sacudir de nuevo ese viejo interrogante. ¿Cómo fue posible? ¿Qué mecanismos intervinieron para que tanta gente hiciera lo que hizo una señora alemana de clase media, que 'quería ver solamente lo bueno' y que a lo demás 'simplemente le daba la espalda'?, se pregunta Gellately. Y más lejos, ¿qué resortes profundos del ser humano se tocaron y manipularon para desencadenar por doquier las más brutales de las matanzas?

Dice Gellately: 'Hitler y sus secuaces no pretendieron acobardar a la totalidad del pueblo alemán y conseguir su sometimiento, sino que intentaron ganárselo mediante la creación de imágenes populares, ideales y fobias profundamente enraizadas en la población del país'.

Junto a estos dos libros, Crítica ha publicado un tercero, La guerra que había que ganar, de Williamson Murray (Senior Fellow en el Institute for Defense Analysis de Washington, DC) y Allan R. Millet (catedrático de Historia Militar en la Ohio State University). 'Nos hemos concentrado en cómo dirigieron las operaciones las organizaciones militares que hicieron la guerra', explican. Así que han hecho una historia de la Segunda Guerra Mundial que 'examina la influencia recíproca de la estrategia y las operaciones'.

Murray y Millet creen que 'individuos situados en todos los niveles de mando tuvieron importancia'. De ahí que su historia no sea sólo un análisis abstracto de lo que ocurrió militarmente, sino un retrato de los hombres (fuera cual fuera su nivel jerárquico) que hicieron la guerra.

Los soldados americanos, al fondo de la imagen, descubren los restos de los prisioneros de un campo de concentración que fueron encerrados y quemados en un granero en 1945 en Gardelegen, imagen del libro <b></b><i>No sólo Hitler.</i>
Los soldados americanos, al fondo de la imagen, descubren los restos de los prisioneros de un campo de concentración que fueron encerrados y quemados en un granero en 1945 en Gardelegen, imagen del libro No sólo Hitler.EDITORIAL CRÍTICA
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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