Quince minutos de aplausos despiden a Marsillach
Una multitud veló al director y actor en el Teatro Español, adonde no acudió ningún ministro
El patio de butacas del teatro Español, en el centro de Madrid, se llenó ayer de gente y emoción. Desde la madrugada, el público y los amigos de Adolfo Marsillach acudieron al viejo teatro para despedir al popular actor y director. No acudió ni un solo ministro del Gobierno de Aznar. Ni siquiera la titular de Educación y Cultura, Pilar del Castillo. El féretro fue situado en mitad del escenario, rodeado de decenas de coronas de flores. En el patio de butacas, actores famosos y no tan famosos, políticos, artistas y mucha gente anónima. Todos permanecieron en un profundo silencio, sólo roto cuando el féretro abandonó la sala. Quince minutos de aplausos despidieron al gran creador teatral, en la mayor ovación de su carrera.
Gemma Cuervo y Chicho Ibáñez Serrador velaron el cuerpo toda la noche
Desde que el cuerpo de Adolfo Marsillach se instaló, poco antes de la una de la madrugada del martes, en el escenario del Teatro Español, el goteo de caras conocidas fue incesante. Su viuda, Mercedes Lezcano, y sus dos hijas, Cristina y Blanca, recibieron el consuelo de cientos de personas.
Ana Belén y Víctor Manuel fueron de los más madrugadores. 'Adolfo fue, sobre todo, un resistente', señalaron. Junto a ellos, actrices como Núria Espert, María Jesús Valdés, Bárbara Lluch, Analía Gadé, Marisa Paredes, Amparo Rivelles, Pilar Bardem, Carmen Sevilla, Mónica Randall, María Fernanda D'Ocón, Victoria Rodríguez (viuda de Buero Vallejo) y María Luisa Merlo; y actores como José María Flotats, Imanol Arias, José Sacristán, Andrés Pajares, Manuel Alexandre, Enric Majó, Álvaro de Luna, José Sancho y Carlos Larrañaga. Tampoco faltaron productores como Juanjo Seoane o Paco Marsó, marido de Concha Velasco, que no pudo asistir a la despedida por encontrarse en Barcelona grabando un programa de televisión.
Entre los directores de escena, Lluís Pasqual, José Tamayo o Gerardo Vera. Pasaban las horas y el teatro Español se iba llenando. Gemma Cuervo y Narciso Ibáñez Serrador velaron el cuerpo toda la noche, junto con la familia y Gustavo Pérez Puig, director del Teatro Español, que organizó minuciosamente toda la capilla ardiente. Jaime de Armiñán, otro de los grandes amigos de Marsillach, no podía ocultar su dolor. El actor y director del Teatro de La Abadía, José Luis Gómez, salió del teatro llorando. En el libro de pésames escribió: 'Tan lejos, tan cerca. Hoy más que nunca'.
A la gente del cine y del teatro se sumó un importante número de políticos. La representación oficial se limitó al presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón; el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca, y el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano. No acudió ningún ministro del Gobierno del PP. La ministra de Educación, Cultura y Deportes, Pilar del Castillo, prefirió acudir a Granada, ciudad a la que llegó a mediodía de ayer, para entregar la Cruz de Alfonso X el Sabio a Manuel Jiménez de Parga y a Andrés Ollero.
Sobre las ausencias, la viuda de Marsillach, la actriz y directora Mercedes Lezcano, sólo quiso comentar: 'Al que no ha venido no le he echado en falta. Han estado los que debían estar, los ausentes no eran sus amigos ni le querían, mejor que no hayan estado'.
El Ayuntamiento concedió al actor, a título póstumo, la Medalla de Oro al Mérito Artístico. Acudieron a la despedida el secretario general del PSOE, José Luis Rodriguez Zapatero; el ex presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, y los ex ministros socialistas Fernando Morán y José Barrionuevo, quien se presentó en el teatro pocó después de conocer su absolución en el caso de los fondos reservados. 'Hoy lo importante es la desaparición de uno de los grandes hombres de la cultura', dijo.
De los políticos que se acercaron al teatro madrileño, el que más tiempo permaneció (todo el día) fue Alfonso Guerra. Sentado en el patio de butacas, entre el público, el que fuera vicepresidente socialista señaló: 'Era el amigo que mejor me comprendía. Era la bondad suprema, pero su extrema timidez y su talento no dejaban ver la que era su mayor cualidad'. Amparo Rivelles fue más lejos: 'Era un gran hombre porque hasta sus defectos eran virtudes. Era irónico y divertido, de esas personas que hasta te hacían reír con las frases con las que te hería'.
'Él quería', añadió Imanol Arias, 'que se le recordara como un buen actor y como un buen socialista. Fue, siempre, un luchador'.
Marsillach, que días antes de su muerte planeaba aún volver al teatro para interpretar su obra inédita, Noche de Reyes sin Shakesperare, bajo la dirección de Mercedes Lezcano, su mujer durante los últimos 26 años, fue incinerado a primera hora de la tarde en el cementerio de la Almudena. El actor, dramaturgo y director llevaba puesta, debajo de una camisa gris, su vieja camiseta de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, el organismo creado y dirigido por él durante toda una década.
Babelia
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