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Un Hércules español llega a Kabul cargado de ayuda humanitaria

Caos y confusión en el primer viaje de un avión militar a Afganistán

Miguel González

A las 13.00 de ayer (9 de la mañana en España) el primer avión militar español aterrizó en Kabul. A los mandos de un Hércules C-130 del Ejército del Aire, el comandante Lucas Bertomeu y su tripulación descargaron en el aeropuerto, reabierto hace sólo tres días tras repararse los socavones dejados en su pista por los bombardeos de EE UU, casi nueve toneladas de ayuda humanitaria.

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Fue una visita muy breve, de apenas unas horas, pero sirvió de toma de contacto con el escenario que van a encontrarse los alrededor de 400 soldados españoles cuya llegada está prevista a partir de la semana próxima. La primera diferencia entre esta nueva misión y la que desarrolla el Ejército español en los Balcanes desde hace casi una década es la distancia. Tres días y más de 14 horas de vuelo fueron necesarios para cubrir los alrededor de 6.000 kilómetros que separan Zaragoza de la capital afgana. Muy poco tiempo, dada la incertidumbre que rodeó todo el viaje. Los problemas se iniciaron el martes en la base aérea de Ramstein (Alemania), la mayor de EE UU en Europa, donde la carga de medicamentos, alimentos infantiles y mantas de la organización no gubernamental alemana Hammer Forum que debía recoger el avión español permaneció seis horas retenida a la entrada de la instalación militar hasta que se autorizó su paso. Desde allí, el Hércules tenía que volar a Bakú (Azerbaiyán), pero las autoridades de la república ex soviética negaron el permiso de aterrizaje alegando que la solicitud no se presentó con suficiente antelación. El avión tuvo que desviarse hacia Ankara (Turquía) y modificar sobre la marcha la ruta de regreso dando un largo rodeo a través de Islamabad (Pakistán) y Omán.

Todas estas complicaciones serán mucho más difíciles de resolver si se repiten el próximo día 24, cuando el Rey despida en Zaragoza al Escuadrón de Despliegue Aéreo y a la avanzadilla del destacamento del Ejército de Tierra, integrado básicamente por personal de ingenieros y apoyo logístico. Los cinco Hércules que está previsto trasladen a los primeros soldados españoles -alrededor de 400- tardarán casi tres días en llegar a Afganistán, a través de una ruta que incluye bases militares en Siggonella (Italia), El Cairo (Egipto), Omán y Arabia Saudí.

Pero los problemas no se limitan a la distancia. Una vez en Kabul, el Hércules fue confinado durante dos horas en una esquina del aeropuerto ante la llegada de cuatro helicópteros, dos Chinook y dos Black Hawk, que recogieron al secretario de Estado norteamericano, Collin Powell, de visita en la capital, sin que nadie informara del motivo o la duración de la demora. Aunque la llegada del avión español era sobradamente conocida, el aeropuerto no disponía de medios para realizar la descarga, por lo que un grupo de trabajadores locales tuvieron que hacerla a mano. Tampoco nadie había venido a recibir a los dos tenientes coroneles del hospital del aire que viajaron en el Hércules con el objetivo de inspeccionar la base de Bagram, a unos 60 kilómetros de Kabul, donde a final de mes debe instalarse una unidad médica. Lo sorprendente del plantón es que esta unidad no tendrá como función el apoyo a los militares españoles o a la población civil, aunque también pueda hacerlo, sino a los aproximadamente 2.000 norteamericanos y británicos emplazados en Bagram para continuar la persecución de Bin Laden, el mulá Omar y los restos de la red Al Qaeda. Por eso ha sido adscrita a la operación Libertad Duradera y no a la Fuerza Internacional de Asistencia y Seguridad (ISAF).

La coalición liderada por EE UU, que se ha demostrado sumamente eficaz para derrocar a los talibanes, da muestras de notable incompetencia a la hora de organizar la ayuda humanitaria. Pese a ello, el Hércules consiguió hacer entrega de su cargamento, completado por el Ministerio de Defensa con 900 kilos de juguetes procedentes de la Fundación del Real Madrid, a los responsables del hospital infantil Indira Ghandi.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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