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A la espera del duro invierno de Afganistán

Las ONG preparan desde Tayikistán el envío de ayuda humanitaria a través de escarpados pasos de montaña

Guillermo Altares

No hay ninguna duda de que el invierno es malo para los avances frente a los talibanes en la guerra en el norte de Afganistán. Pero si el más sofisticado armamento, las tropas especiales más duras del planeta, los soldados de la Alianza del Norte -que llevan en algunos casos 23 años combatiendo- o los tanques rusos que acaba de recibir la oposición pueden tener problemas a causa de las bajas temperaturas y de la nieve, la población civil, entre la que hay unos 14.000 desplazados, se enfrenta a un panorama desolador. Así, los obstáculos logísticos para hacer llegar la ayuda humanitaria a los sectores más débiles de esta población, que son prácticamente todos, aumentan espectacularmente.

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Más de 40 ONG de todo el mundo se encuentran en Dushanbé, capital del vecino Estado de Tayikistán y única puerta posible de entrada hacia la zona de Afganistán controlada por la Alianza, y planean cómo enfrentarse a una situación que es catastrófica desde hace tres años, aunque no ha empeorado significativamente con la guerra. 'Ahora, creemos que las cosas no están tan mal en el Norte, pero sí en el territorio talibán', señala una cooperante que prepara un proyecto de ayuda humanitaria en el valle del Panshir y que tiene una larga experiencia en la zona. 'La situación es mala y hay una desnutrición crónica desde hace años por la guerra y la sequía; pero por ahora no hay peligro de hambruna', agrega.

Anne Davis, miembro del equipo de Naciones Unidas para Afganistán con base en Dushanbé, señala que 'el desastre humanitario empezó hace tres años y es verdad que la situación no ha cambiado mucho. No ha ido a peor, es un viejo desastre que persiste'. Otro miembro de una ONG, que trabaja en la zona desde hace una década, asegura: 'Todos los inviernos son siempre malos; pero nuestro deber es hacer llegar la ayuda humanitaria'. Otros cooperantes consultados comparten esa opinión.

El hecho de que los talibanes expulsasen a todos los trabajadores humanitarios extranjeros del país y el seguimiento periodístico de la guerra han provocado que muchas ONG desembarquen en Tayikistán con programas de urgencia para Afganistán, un país con el que esta antigua república soviética comparte una frontera de 2.400 kilómetros, aunque la inmensa mayoría es alta montaña, de forma que sólo quedan 400 kilómetros practicables.

Dado que los vuelos están muy limitados, el único paso abierto por el momento se encuentra cerca de la localidad afgana de Jodja Bachaudin, un pueblo de unos 2.000 habitantes, convertido en un improvisado centro de mando de la Alianza del Norte, donde se hacinan actualmente cientos de periodistas, soldados y cooperantes. Los únicos puentes entre Tayikistán y Afganistán llevan a zona talibán, lo que significa que cruzarlos no es una buena idea, por lo que hay que utilizar una barcaza atestada, para llegar hasta la zona de la Alianza. Y esa es la parte fácil.

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Para llegar al valle del Panshir, cerca de Kabul pero en territorio de la oposición, hay que atravesar la cordillera del Hindu Kush y el único paso posible, el puerto de Anjuman, a unos 4.800 metros de altitud, ya está bloqueado por la nieve, algo que no es una noticia demasiado esperanzadora, si se tiene en cuenta que los locales consideran que ahora hace buen tiempo y que el auténtico invierno no llega hasta mediados de diciembre. La ONG francesa ACTED lleva 15 días haciendo todo lo posible para que este puerto, atravesado por una pista, esté abierto una parte importante del invierno.

'Intentamos llevar allí una máquina para quitar la nieve', señala un miembro de esta organización en Dushanbé, 'pero por ahora es imposible y no sabemos si lo lograremos'. La solución en la que están trabajando es crear dos bases, una en cada de lado del paso, para hacer más fácil y menos peligroso su cruce a caballo, hoy por hoy el único medio posible. Los tayikos y afganos consideran que el invierno ya ha llegado cuando la nieve alcanza las panzas de los caballos.

Otra de las cosas que las ONG necesitan con urgencia es coordinación. Trabajadores humanitarios indicaron que, aunque algunas organizaciones llevan años en la zona, muchas otras han llegado al calor del conflicto y aseguran que existe una gran posibilidad de que los proyectos se solapen. La mejor solución sería que Naciones Unidas abriese una base permanente en Afganistán para ayudar a mejorar la coordinación. Entretanto, el invierno está a punto de llegar.

Los médicos atienden a heridos en Dasht-e-Qaleh, cerca de la línea del frente entre los talibanes y la Alianza.
Los médicos atienden a heridos en Dasht-e-Qaleh, cerca de la línea del frente entre los talibanes y la Alianza.EPA

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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