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EE UU debate sobre el uso de la tortura para arrancar información a los detenidos

Altos cargos del FBI piden la extradición de sospechosos a países dictatoriales más 'eficaces'

Enric González
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La polémica sobre la tortura se inició semanas atrás, cuando el FBI admitió su impotencia ante el silencio en que se encerraban cuatro detenidos relacionados con Al Qaeda y con los sucesos del 11 de septiembre. Algunos altos cargos del FBI plantearon la posibilidad de que esos detenidos fueran extraditados a un país aliado más o menos dictatorial, cuya policía pudiera interrogarles utilizando 'métodos contundentes'. El ejemplo de Israel, donde las leyes permiten 'una presión física moderada' (privación del sueño, duchas heladas y golpes que no pongan en peligro la vida), fue esgrimido como muestra de que algunos sistemas democráticos se veían obligados a tolerar ciertas cosas en nombre de la 'seguridad colectiva'.

Alan Dershowitz comentó que la hipótesis de la extradición era cínica. 'Los acontecimientos del 11 de septiembre nos exigen imaginar lo inimaginable y pensar lo impensable', afirmó, para sugerir como hipótesis que resultaría más honesto autorizar 'interrogatorios duros' por parte del FBI, bajo la supervisión de un juez. El abogado defensor más prestigioso de Estados Unidos sugirió también que se permitiera el uso de pentotal sódico, el llamado suero de la verdad. Científicos como Ronald Katz, un profesor de anestesiología en la Universidad de California que ha experimentado durante 40 años con pentotal sódico, respondieron que el suero de la verdad no era fiable. 'Según mi propia experiencia, el porcentaje de gente que responde verazmente bajo el efecto del pentotal sódico es inferior al 50%', dijo Katz.

El historiador Jay Winik aportó su voz a favor de la tortura con un artículo en The Wall Street Journal. Katz recordó que en 1995 la policía filipina había detenido y torturado a un terrorista llamado Abdul Hakim Murad y gracias a las confesiones extraídas con violencia se había podido impedir un plan de Al Qaeda consistente en colocar bombas en hasta 12 aviones estadounidenses cuando sobrevolaran el Pacífico. 'Uno se pregunta, por supuesto, qué habría ocurrido si Murad hubiera sido detenido en Estados Unidos', escribía Winik, que mantenía su 'oposición de principio' a la tortura, pero indicaba que 'durante la guerra' algunas libertades y garantías civiles deberían ser forzosamente reducidas.

'En este otoño de rabia, incluso un liberal puede encontrarse con que sus pensamientos se dirigen hacia la tortura', dice el columnista demócrata Jonathan Alter en el último número de la revista Newsweek. Alter precisa que no defiende el uso de 'porras de goma', sino 'sólo algo que permita impulsar la investigación, paralizada, del mayor crimen de la historia de Estados Unidos'. Tucker Carlson, joven comentarista republicano de la cadena CNN, fue un poco más allá: 'La tortura es mala. Pero piensen que algunas cosas son peores. Y, bajo ciertas circunstancias, la tortura puede ser un mal menor'.

Otro columnista de prestigio, Steve Chapman, se opuso en el diario Chicago Tribune al uso de la tortura, incluyendo la 'moderada' y controlada por un juez, con el argumento de que en Israel se había convertido en una práctica generalizada que afectaba al 85% de los detenidos árabes. Pero la última frase de su artículo decía lo siguiente: 'Por lo tanto, no sería inteligente la autorización formal del uso de la tortura para combatir el terrorismo. ¿Y si algún día la policía tiene que intentar salvar Nueva York de una explosión nuclear? En ese caso confío en que harán lo que deban hacer, y en que serán perdonados'.

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'Estos comentarios reflejan el miedo de la gente y el instinto de hacer cualquier cosa para enfrentarse al peligro', opinó Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. 'Pero cuando la gente lo piense dos veces, se dará cuenta de que hay razones para no abrir esa puerta', dijo, refiriéndose a la tortura. Amnistía Internacional elogió al Gobierno de George W. Bush por no 'haberse dejado arrastrar' hacia ese debate.

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