El FMI concede a Argentina 1,5 billones a cambio de un durísimo plan de ajuste
Euforia del presidente De la Rúa mientras se preparan las protestas contra los ajustes
'Esta noche los argentinos podremos dormir un poco más tranquilos. Papá Fondo nos ha dado finalmente el préstamo', decía en la madrugada de ayer el presentador del último telediario de la jornada. Habían transcurrido 12 días de arduas negociaciones en Washington y de angustiosa espera en Buenos Aires, donde cada día algún portavoz oficial insinuaba 'hoy sí'. Finalmente se produjo el anuncio de Horst Köhler, director gerente del FMI, que, en sus justos términos, significa un aumento de 8.000 millones de dólares al préstamo de 14.000 millones aprobado el pasado 12 de enero.
Del nuevo paquete de ayuda, 5.000 millones de dólares, de rápido desembolso, quedarán congelados como respaldo a las reservas internacionales, que desde marzo cayeron en 13.000 millones, mientras que los 3.000 millones restantes se destinarán a un nuevo canje de títulos de deuda. Con los abundantes ceros de estas cifras millonarias del FMI el Gobierno argentino trata de recuperar la confianza de los ahorradores y detener la fuga de depósitos, que en lo que va de agosto supera los 3.000 millones de dólares.
El ministro de Economía y hombre fuerte del Gobierno, Domingo Cavallo, hizo un llamamiento a los argentinos para que devuelvan sus ahorros al sistema bancario nacional. 'Tenemos que confiar en nosotros mismos', dijo. Horas antes, el presidente De la Rúa había pedido a sus compatriotas que dejaran de vivir bajo el signo de la angustia, 'porque esta incertidumbre terminó'.
'Muy cerca del abismo' A su lado, el jefe del Gabinete, Chrystian Colombo, habló de 'una nueva oportunidad', de la necesidad de una reflexión 'para ser serios en el tratamiento de los temas' y de 'cumplir con lo que nos hemos comprometido'. Hasta ahora, propósitos similares no fueron más allá de las palabras. ¿Por qué hay que creer que esta vez Argentina cumplirá sus compromisos financieros? El ex subsecretario de Hacienda Manuel Solanet no pudo ser más explícito: 'Porque estamos muy cerca del abismo. Lo estamos viendo'. Puede que muchos argentinos durmieran tranquilamente la noche del martes, tal y como recomendaba el conductor televisivo, pero cuando amanecieron ayer y conocieron los primeros detalles de las condiciones del FMI volvió la desazón. Más allá de la valoración que merezcan las exigencias del organismo financiero internacional, las reformas estructurales puestas sobre la mesa parecen inalcanzables para un Gobierno profundamente debilitado, que ya no se apoya en la Alianza que ganó las elecciones de octubre de 1999, que no controla el Parlamento y en el que los poderosos gobiernos provinciales -verdaderos reinos de taifas en Argentina- están mayoritariamente en manos de la oposición del Partido Justicialista (PJ, peronista). El FMI ha dejado claro que apoya sin reservas la Ley de Déficit Cero aprobada por el Congreso el pasado 29 de julio, pero quiere que la austeridad no se reduzca al Gobierno nacional, sino que llegue también a las provincias. 'Una parte importante en el programa es el auspicio de leyes para reformar la coparticipación de las provincias, que ha sido una fuente significativa de rigidez e ineficiencia en las finanzas públicas', advierte el comunicado del Fondo Monetario. Dicho de otro modo, significa una nueva Ley de Coparticipación de Impuestos con las provincias, que otorga a éstas la transferencia de más de 1.300 millones mensuales desde el Gobierno central.
En concreto, los negociadores del FMI plantean que las provincias no pueden tener un tope de coparticipación asegurada, sino que deben recibir fondos en función de la recaudación del Gobierno. Así ocurre, desde la aprobación de la Ley de Déficit Cero, con los funcionarios y jubilados, que han visto reducidos sus salarios en un 13%, según lo que ingrese cada mes en las arcas del Estado. Los gobernadores con mayor peso específico, como el cordobés José Manuel de la Sota, o el santafesino Carlos Reutemann, han advertido de que el Gobierno jugará con fuego si decide tocar la ley de coparticipación.
El dilema argentino es que sólo con reformas estructurales como la mencionada, y las que afectarían a la Seguridad Social, el sistema de salud, de recaudación de impuestos y a los bancos públicos llegará al país el dinero fresco que se necesita para evitar la suspensión de pagos, que planea desde hace meses. Tres años de recesión se han convertido en una muralla inexpugnable para un Gobierno que ha dejado en el camino a buena parte de quienes le apoyaban.
Sin crecimiento económico, con una deuda impagable, un déficit inmanejable y la convocatoria de elecciones a la vuelta de la esquina (15 de octubre próximo), el equipo que acompaña a De la Rúa no ha conseguido, después de siete ajustes, enderezar la situación. Y lo que es peor, ha sido incapaz de recuperar la confianza tanto dentro como fuera de las fronteras argentinas. En el frente social el escenario no es más alentador: tanto los sindicatos tradicionales como las nuevas organizaciones que han surgido desde la base del movimiento popular anuncian movilizaciones contra los planes de ajuste del Gobierno.
[La Bolsa de Buenos Aires vivió ayer una jornada de euforia, y el principal índice, el Merval, subió a última hora hasta el 5,22%. Mientras, la tasa de riesgo de inversión en Argentina bajó hasta alcanzar los 1.494 puntos, 171 enteros menos que en el cierre de la víspera, informa Efe].
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