La segunda jornada de protestas contra el G-8 sume a Génova en el caos
La mayor manifestación antiglobalización resultó empañada por grupos organizados de violentos
Génova fue ayer, por segundo día consecutivo, un campo de batalla. Los choques violentos entre grupos de manifestantes radicales y miembros de las fuerzas del orden que defienden la Zona roja, sede de la cumbre del G-8, como si fuera una extraña fortaleza medieval del siglo XXI, ensombrecieron de nuevo la jornada, que se saldó con 228 heridos, 73 de ellos policías, varios periodistas contusionados y más de 50 detenidos. Ensombreció tambien la que puede considerarse la mayor manifestación contra la globalización celebrada hasta ahora y que congregó ayer a más de 150.000 personas.
Toda esta situación lleva a los líderes del G-8 a reexaminar el planteamiento de estas cumbres. La desoladora impresión que producía la ciudad italiana, repleta de policía, controlada desde el aire por helicópteros, con nubes de humo de los gases lacrimógenos y de los pequeños incendios provocados por los alborotadores, ha dado que pensar a los líderes del G-8. Canadá, próximo país anfitrión de esta cumbre, ha señalado ya que posiblemente no será Otawa la ciudad que acoja al G-8 del 2002, como estaba previsto, sino un remoto complejo turístico en una inaccesible zona de la montaña canadiense. El primer ministro canadiense, Jean Cretien, subrayó ayer la necesidad de cambiar el esquema de las cumbres para adoptar un modelo más reducido.
Primer 'mártir'
La ofensiva de los grupos violentos, que convergieron ayer con una manifestación pacífica en las inmediaciones del puerto, fue reprimida con brutalidad por la policía italiana, que utilizó gases lacrimógenos tras la polémica suscitada por la muerte de un joven, el viernes, por disparos de arma de fuego. Pese a la fuerte tensión que se vive en la ciudad, el Foro Social de Génova (FSG), que coordina a 800 grupos anti-globalización, logró reunir a una amplia masa de manifestantes, unas 300.000 personas, según los organizadores, y 150.000 según los medios italianos, para protestar contra la cumbre. En el mitin final se recordó al muchacho muerto el viernes y se condenó la indiscriminada actuación policial.
Carlo Giuliani, un joven italiano de 23 años, se ha convertido en el primer mártir del movimiento antiglobalización. El punto exacto en el que murió el viernes, con dos impactos de bala en la cabeza, en plaza Alimonda, fue meta obligada de peregrinación ayer. Grupos de jóvenes del movimiento antiglobalización depositaron flores sobre el asfalto. Ayer se supo que el carabinero que le disparó tiene 20 años y ha declarado ante el juez instructor -la acusación contra él es de homicidio involuntario- que utilizó su arma ante el pánico de ser agredido. El padre del muchacho, militante del principal sindicato de izquierdas italiano, dijo ayer que siente "piedad" por el policía.
Pese a la existencia de un testimonio gráfico sobre el incidente, hay diversas teorías sobre el punto del que partió el disparo, que, según algunas fuentes, no procedió de la pistola del policía involucrado, sino de la de otro agente. En todo caso, ha causado unánime repulsa el uso de armas de fuego por la policía.
El inicio de la marcha pacifista, en Plaza Kennedyestuvo precedido por conatos de guerrilla urbana, a cargo de los manifestantes del movimiento Black Block (Bloque negro), un grupo que dispone en Génova de unos pocos miles de seguidores enormemente violentos. Los radicales descendieron de la zona de Marassi, en la parte alta de la ciudad, hasta el mar, dejando a su paso un reguero de coches quemados, vitrinas de comercios rotas y contenedores de basura volcados. La mayoría se cubría la cabeza con pasamontañas y hacía frente a la policía antidisturbios, con cócteles mólotov y adoquines arrancados del pavimento.
Mientras la cabeza de la manifestación del FSG, en la que figuraba el portavoz de la coordinadora, Vittorio Agnoletto, el líder de los Tute Bianche (Monos Blancos), Luca Casarini, y algún veterano exponente de la izquierda italiana, intentaba avanzar hacia la zona alta de la ciudad, los grupos radicales iniciaron los ataques con cócteles mólotov que provocaron la respuesta inmediata de la policía. Finalmente, el grueso de la manifestación consiguió alcanzar la plaza de Galileo Ferraris, donde se celebró un mitin en el que se condenó la política globalizadora y los episodios de violencia vividos.
Los líderes del G-8 expresaron "dolor" por la muerte del joven manifestante en una declaración matinal en la que condenaron la violencia de "una pequeña minoría" de manifestantes. Las sugerencias de suspender la cumbre, fueron rechazadas de plano. "Es de vital importancia", señala el comunicado, "que líderes elegidos en el pleno respeto a las reglas democráticas y que representan legítimamente a millones de personas puedan encontrarse para discutir problemas de interés común".
La patronal de Génova anunció ayer que el coste de los destrozos causados por los violentos en los últimos días asciende a 10.000 millones de pesetas.
Ofensiva policial contra los anarquistas del Bloque Negro
La policía italiana lanzó a primera hora de hoy una ofensiva frontal contra los anarquistas radicales del llamado Black Block (Bloque Negro), protagonistas de los incidentes más violentos de los últimos días. Poco después de medianoche, varios cientos de agentes asaltaron la escuela Armando Díaz, ocupada por un grupo numeroso de bloques negros, y desalojó a los anarquistas en furgones policiales. Los agentes cercaron las calles adyacentes durante la operación e impidieron el paso a quienes intentaban aproximarse a la escuela, mientras un helicóptero sobrevolaba la zona.
La policía también entró en el cercano centro de prensa del Foro Social de Génova, organismo coordinador del movimiento antiglobalización, para controlar la identidad que quienes trabajaban en el edificio. A última hora de ayer se celebraron varias asambleas para organizar hoy una marcha hacia la plaza Alimonda, lugar donde murió el viernes el joven Carlo Giuliani a causa del disparo de un carabinero, informa Pablo X. de Sandoval.
Los efectos de la batalla campal librada por manifestantes y fuerzas de policía en los últimos días eran evidentes en Génova. Las calles y plazas en torno a la estación de Brignole, que discurren desde las colinas hasta el malecón del puerto, estaban sembradas de cascotes. Las concecuencias de la guerra eran visibles en las sucursales bancarias, las tiendas, y los vehículos aparcados. Los cubos de basura, papeleras y otros objetos del mobiliario urbano fueron la principal munición de los bloques negros.
Los grandes estrategas que han diseñado el dispositivo de seguridad de la cumbre del G-8 de Génova debieron de pasar la jornada de ayer reflexionando sobre los errores cometidos. El primero de todos deriva de la división de la ciudad en dos áreas: la Zona roja, aislada y protegida por murallas de acero, y una más amplia Zona amarilla, trazada a su alrededor, accesible a transeúntes y manifestantes.
Mientras el grueso de los 20.000 policías desplegados en Génova se concentraba en tapar hasta la más mínima fisura para evitar el acceso de los manifestantes a la Zona roja (cuatro kilómetros cuadrados en torno al Palacio Ducal, donde los líderes de las siete naciones más poderosas del mundo más Rusia estuvieron reunidos poco más de dos horas), la Zona amarilla quedó a merced de los grupos violentos.
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