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Un solo objetivo: romper el sistema

Desde anarquistas violentos hasta pacifistas y jubilados, los españoles que protestan contra la globalización representan las tendencias más diversas

Pablo Ximénez de Sandoval

Horas antes de verse atrapado en la manifestación que dio lugar a la tragedia del viernes, Diego, un economista de Bilbao de 27 años, explicaba una visión de su protesta contra el G-8 que poco tenía que ver con extintores, disparos y sangre sobre el asfalto: 'Existe un nuevo orden mundial en el que el G-8 es, digamos, un poder ejecutivo global. Después tiene distintos brazos. Uno para mantener el liberalismo en todo el mundo, que es la Organización Mundial del Comercio; los guardianes del capital, que son el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que se encargan de expandir las políticas neoliberales, y, por último, todos ellos tienen su propio brazo armado mundial, que es la OTAN'.

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Uno detrás de otro, éstos son los enemigos reconocibles de lo que llamamos movimiento antiglobalización. Diego añade: 'Los efectos perversos de esa tendencia a la acumulación, desde la II Guerra Mundial, se han intentado corregir durante años con políticas de reforma desde dentro del sistema hasta llegar al Estado de bienestar, pero éste ya no puede más ante el avance del neoliberalismo, lo que demuestra la inutilidad de estas políticas. Muchos sacamos como conclusión que el sistema sólo puede cambiarse desde fuera, desde la ruptura, y eso es lo que nos ha traído hasta aquí'.

Con él van otros 25 componentes de la organización vasca Emen eta Munduan (Aquí y en el Mundo), una pequeña parte de la representación del País Vasco en Génova, la segunda más importante después de la catalana. A su lado, portando una ikurriña, Jon Sanz, bilbaíno de 26 años, añade que 'esta globalización económica y de pensamiento que nos imponen afecta a todos por igual. Del País Vasco hay grupos desde religiosos a jarraichus. El gran logro de todo esto es que tanta gente distinta, con objetivos económicos, políticos y morales distintos, reconoce al G-8 como enemigo común. Los casi 1.500 españoles que han viajado a Génova, según portavoces de distintos grupos, componen un crisol de tendencias políticas desde el centro-izquierda hasta el anarquismo.

La campaña contra el Banco Mundial organizada hace apenas un mes en Barcelona ante una reunión de este organismo, que no llegó a celebrarse por razones de seguridad, está detrás de la gran mayoría de catalanes que han recalado en Génova. Se trata del grupo más fuerte y organizado de entre los españoles. En su caso, el esfuerzo de organización estaba hecho de antes, lo que permitió que hasta seis autobuses partieran de Barcelona durante la semana.

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En ellos viajaba todo el espectro que compone la antiglobalización. Eugenio Anselment, de 49 años, es químico y miembro del llamado Movimiento de Resistencia Global, y dice: 'Tengo un grupo ecologista en mi barrio y trabajo para la CNT; vengo por razones políticas y porque todas esas luchas tienen un enemigo común: el capital. Por primera vez se piensa que el marco que nos venden no es el único posible. Hacer política es trabajar e intentar poner soluciones, no poner parches. Entendemos que tenemos la obligación moral de poner ese debate sobre la mesa. Aquí, desde el primer día fuimos tratados como delincuentes'.

Con él viajaban Raúl Quiroz, de 70 años, y Griselda Piñero, de 60, una pareja con aspecto de venir de la playa en un viaje organizado, argentinos que huyeron de la dictadura de su país en 1976 y viven en Barcelona desde entonces. Gente 'de izquierdas de siempre', pertenecen a esas generaciones que se han dejado fascinar por 'lo más importante que ha pasado en política en los últimos 20 años'. Desde la red Attack, la organización que propone tasar las transacciones financieras internacionales para compensar al Tercer Mundo, a su edad consideran que 'este movimiento es lo mejor que se puede hacer hoy día para luchar contra el poder absoluto y tiránico. La izquierda verdadera, la de las ideas, comienza a superar a los partidos. La actividad política ha salido a la calle y ahí es donde debe estar todo el que como nosotros quiera cambiar las cosas'.

En la calle es donde estuvieron tres jóvenes de Zaragoza (en Génova había unos 25 maños, aunque muy dispersos)- de los que sólo Daniel quiso dar su nombre- que en la noche del jueves despertaron a sus vecinos de cámping pintando unos cascos de negro. Fueron a uno de los llamados bloques negros, los grupos de anarquistas que vinieron a Génova sólo para buscar el enfrentamiento directo con la policía. Esa mañana fueron increpados por Kevin, un irlandés pacifista que representaba los temores de todos los que no deseaban verse atrapados en un intercambio de pedradas y tuvieron una discusión premonitoria:

-Si hacemos algo, que lo haremos, basta con no estar a nuestro lado. Si os pegan a los demás, desde luego no será por nuestra culpa. Nosotros estaremos en otro lado.

-¿Cómo que en otro lado? Yo no tengo que evitaros a vosotros; en todo caso debería evitar a la policía. Debéis entender que lo que vais a hacer es justamente lo que quieren. Esta ciudad está sitiada esperando la más mínima provocación. Yo creo que es mucho más peligroso para el sistema la acción pacífica. Ya ocurrió en Barcelona, que al final pegaron a la gente indefensa.

-Pero eso es culpa de la policía, no nuestra.

-Yo venía pensando que el principal problema era la policía infiltrada y resulta que no hace falta, que ya le hacéis vosotros el trabajo. Espero que os den una medalla.

Se consideran anarcosindicalistas y consiguieron el equipo (gafas de buzo y máscaras) en la ciudad. 'Hemos venido a luchar contra el capitalismo, contra el hecho de que la gente se muera de hambre y encima ocho tíos decidan por ellos. Esa lucha va a ser dura. Aquí no se viene a divertirse, sino a tirar muros. Además, si no hubiera violencia, las manifestaciones jamás saldrían en los medios y todo esto no serviría para nada'.

El viernes por la noche, mientras le hacían la autopsia al cadáver de Carlo Giuliani, los tres estaban junto a una asamblea de españoles: 'Fuimos con el Bloque Negro, sí, pero cuando vimos lo que estaban haciendo nos dimos la vuelta. Esperábamos marcha, pero el grado de violencia y de destrucción era brutal. Yo nunca había visto nada así'. Aparte de estos grupos, el grueso de las personas que estuvieron en Génova llegó por su cuenta, como Daniel, un informático de 27 años que viajó desde Sevilla 'para verlo, por curiosidad y por afinidad con muchas de las ideas que se exponen aquí'. Es más, 'ninguno de mis amigos, ni los más íntimos, saben que venía'. Ha votado al PSOE, Izquierda Unida o Partido Andalucista en los últimos años: 'Soy un tipo de izquierdas. Me empezó a interesar a raíz de Seattle. Por Internet fui recogiendo documentación y viví como espectador todas las movilizaciones siguientes. Ahora quería vivirlo desde dentro'.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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