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Un dirigente carismático, despreocupado y popular

Menem llevó a Argentina a unas cotas de crecimiento desconocidas y a una crisis imparable

El hombre pequeño y aturdido que ingresó ayer en los tribunales poco tiene que ver con la persona exuberante, carismática y despreocupada que durante una década gobernó y dio forma a la Argentina actual. El Carlos Menem de ayer, abatido e impopular como nunca en su vida, es completamente opuesto a aquel presidente de aspecto peculiar y patillas abundantes que hace diez años viajaba en un Ferrari Testarossa por las carreteras del país y jugaba al fútbol con Maradona.

Mucho más cercano siempre de la acción que de las ideas, Menem encaró su Gobierno, en 1989, con el poder como eje central. Se sacó de encima la amenaza castrense indultando a los miembros de la Junta Militar que habían sido condenados a cadena perpetua pocos años antes; nombró cuatro nuevos magistrados de la Corte Suprema, a la que tuvo cautiva durante todo su mandato; domesticó a los sindicatos, que le habían hecho la vida imposible al presidente anterior, Raúl Alfonsín; y se alió con la derecha liberal, de quien tomó sus ideas económicas. La 'revolución productiva' y el 'salariazo' que había prometido Menem durante su campaña, pronto se convirtieron en medidas económicas neoliberales. No fue hasta 1991, sin embargo, que consiguió derrotar a la inflación, de la mano del ministro de Economía Domingo Cavallo (hoy otra vez en el cargo) y el plan de convertibilidad que ató al peso argentino al dólar estadounidense.

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A partir de entonces, Argentina experimentó un crecimiento desconocido. Se privatizaron la mayoría de las empresas públicas, se reformó el sistema de pensiones y se abrió al mundo una economía cerrada durante décadas. Argentina fue una fiesta de consumo y Menem, elegante, simpático y escandaloso, su anfitrión. Comenzó a generarse lo que los sociólogos llaman 'la farandulización de la política'. Diputados, dirigentes y gobernadores pronto empezaron a codearse con la jet set argentina, a participar de sus fiestas y a mostrar impúdicamente sus casas en las revistas del corazón. La 'pizza con champán', en alusión a la ostentación provinciana y vulgar del entorno menemista, se convirtió en una calificación corriente. Mientras Menem echaba de la residencia presidencial a su ex mujer Zulema Yoma y recibía en el mismo lugar a los Rolling Stones y a la modelo Valeria Mazza, el ímpetu inicial de la gestión de Cavallo se iba a detener de golpe a principios de 1995: la crisis del peso mexicano que desencadenó el llamado efecto tequila, dejó al desnudo las fragilidades de la burbujeante economía argentina. El paro se disparó de pronto hasta el 18% de la población activa.

Ya por entonces arreciaban las denuncias de corrupción entre los colaboradores de Menem, aunque sin manchar el nombre del presidente. Muchos dirigentes sospechosos dejaron sus cargos, pero muchos otros se mantuvieron estoicamente. En 1995, en medio de una recesión que entonces se presumía gravísima, Menem consiguió la reelección, con el 50% de los votos. Su segundo mandato fue más sosegado. Tocado por la muerte de su hijo, el entonces presidente cambió las estridencias de la farándula por un aspecto más sobrio, y dedicó sus esfuerzos a conseguir, infructuosamente, una nueva reelección.

Menem nació en Anillaco, un pequeño pueblo de la empobrecida provincia de La Rioja (1.200 kilómetros al noroeste de Buenos Aires), hace casi 71 años. Hijo de inmigrantes sirios, se marchó a los 18 años a la ciudad de Córdoba, donde estudió derecho e inició su actividad política en el entonces gobernante Partido Peronista. El ingreso en prisión decretado ayer por el juez federal Jorge Urso es el tercero que sufre Menem en su vida, pero la primera vez que le ocurre en democracia: en 1956 fue encarcelado por el gobierno militar que un año antes había derrocado a Perón, después de que el joven militante apoyara una contrarrevolución de militares leales al caudillo, que fue aplastada. La segunda fue en 1976, horas después del golpe de Estado del general Videla: Menem era ya el gobernador de La Rioja, cargo para el que había sido elegido tres años antes. Estuvo preso hasta 1981.

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Empieza para Menem una nueva etapa de su vida: su boda, hace dos semanas, con la presentadora chilena Cecilia Bolocco demostró que muchos de los que se llamaban sus amigos ya no lo son tanto. Ahora está más solo que nunca, y en prisión.

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