Los científicos ponen a punto arroz con la vitamina que previene la ceguera
Las multinacionales donan las patentes para su cultivo en países en desarrollo
El arroz dorado es verdaderamente dorado, como mostró ayer Salim al Babili, miembro del equipo de Peter Beyer, coinventor de este cereal, en la IV Reunión de Biología Molecular de Plantas, que, coordinada por la catedrática Carmen Fenoll, se celebra en Toledo. Su color se debe a que contiene todos los genes necesarios para sintetizar beta-caroteno, el pigmento que da su color a las zanahorias y que se convierte en vitamina A al ingerirlo. El arroz dorado no contiene, sin embargo, genes de zanahorias, sino una compleja combinación de instrucciones genéticas de narciso, guisante, bacterias y virus. Han sido necesarios seis años de trabajo para conseguirlo y es la primera vez que se logra insertar una ruta metabólica completa en una planta, comentó ayer Al Babili, de origen sirio.
El arroz, descascarillado como se consume, no contiene vitamina A, pero es el alimento básico de la población asiática, donde se produce y consume el 90% de la producción mundial. En esa región del mundo se da la mayor parte de los más de 500.000 casos anuales de ceguera irreversible en niños por deficiencia de vitamina A además de una mayor mortalidad por enfermedades infecciosas. También existen los mismos problemas en áreas de Africa y América Latina. En total, Unicef estima que 124 millones de niños tienen en el mundo una dieta deficiente en vitamina A.
El arroz dorado es un arroz buscado y su historia es curiosa. Los especialistas del Instituto Internacional de Investigación del Arroz, en Manila, lo situaron en el primer lugar de su lista de deseos cuando les preguntó la Fundación Rockefeller hace más de 10 años. Sus dos inventores, Ingo Potrykus, del Instituto Federal Suizo de Tecnología (Zurich) y Beyer, de la Universidad de Friburgo (Alemania), se pusieron a ello en 1993, financiados primero por la fundación y luego por la Comunidad Europea, que les exigió un socio industrial (la empresa Zeneca). Cuando consiguen en 1998 el arroz dorado, surgen los problemas de patentes. No sólo Zeneca (ahora Syngenta) sino otras empresas tienen derechos de propiedad intelectual sobre los genes y métodos utilizados por Potrykuys y Beyer. En total son 70 las patentes afectadas. Una ardua negociación y el empeño de los científicos desembocan el año pasado en un arreglo inédito en el sector por el cual Syngenta hará gran parte del trabajo de evaluación restante y comercializará el arroz bajo patente en los países desarrollados, y todas las empresas ceden en exclusiva a una fundación humanitaria creada por Potrykus, en la que está representado el Banco Mundial, los derechos para explotaciones agrícolas que no obtengan un beneficio superior a los 10.000 dólares anuales.
Tras el acuerdo ha surgido la polémica. La organización Greenpeace, cuya oposición a los transgénicos es bien conocida, ha atacado también recientemente el arroz dorado. Ha criticado su utilización por las multinacionales en campañas de relaciones públicas y ha asegurado que habría que consumir varios kilos de arroz por día para obtener la vitamina A necesaria. Al Babili negó ayer la validez de esta evaluación y recordó que con un tercio de la dosis recomendada internacionalmente se evitarían muchos casos de ceguera y de muerte y que el arroz no sería la única fuente de vitamina A. En su opinión, el arroz dorado es mejorable todavía en un 35%, aunque reconoció que faltan por hacer los estudios de nutrición para conocer la cantidad exacta recomendable.
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