Los libreros confían en superar los 518.000 títulos vendidos el año pasado
Los duques de Lugo cumplen el rito de visitar las casetas y llevarse los primeros ejemplares
La infanta Elena cortó ayer, a las once de la mañana, la cinta que simbólicamente separaba las casetas repletas de libros del público que visita el Retiro madrileño. La acompañaba Jaime de Marichalar, duque de Lugo, su marido. Poco después, la pareja iniciaba el nuevo recorrido de esta edición de la Feria del Libro de Madrid, que apuesta por simplificar su puesta en escena, dividiendo el paseo en cuatro bloques temáticos. Ya fuera por sus intereses personales o por su condición de padres de dos criaturas, los duques se detuvieron en la parte general del recinto sobre todo en los puestos especializados en títulos pedagógicos o en literatura infantil. Los acompañaban en la comitiva el alcalde José María Álvarez del Manzano; el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca; Alicia Moreno, consejera de Cultura de la Comunidad de Madrid; el director general del Libro, Fernando de Lanzas, y el presidente de la Federación de Gremios de Editores Españoles, Emiliano Martínez, además de Fernando Valverde y Antonio Albarrán, presidente y director, respectivamente, de la comisión organizadora de la feria.
Las sonrisas fueron denominador común del paisaje humano que transitó entre los escaparates de libros. El tiempo ayudó. Lucía un sol discreto, no se había desencadenado todavía el público voraz y la caminata parecía parte de una ceremonia que celebraba la lentitud. Los duques de Lugo, en ese sentido, fueron generosos con su tiempo. En cada una de las casetas en las que se detuvieron curiosearon sin prisa alguna entre los libros expuestos, y aceptaron algunos títulos que les regalaron editores, libreros, distribuidores o instituciones oficiales. Ya fuera un inmenso ejemplar lleno de ventanas y sorpresas, que seguro disfrutarán sobre todo sus hijos; ya fuera ese ensayo, que tantas veces resulta en cambio necesario para los padres, como La educación de nuestros hijos, un volumen coordinado por Josefina Aldecoa. Así que se sucedían las conversaciones distendidas, y seguro que alguna tuvo el imprescindible toque de erudición, un toque que nunca sobra cuando el regalo en cuestión es el Suplemento al Tesoro de la lengua española castellana, de Covarrubias.
Así iban las cosas cuando de manera imprevisible se fue descubriendo que la amabilidad del sol había dejado ya de ser tal. Pero los hados se habían unido para que el paseo no se estropeara: tocaba visitar las carpas. Los techos hiceron de paraguas y conjuraron el calor. Y al que no se lo terminara de creer, la publicidad de Madritel lo animaba con una promesa: 'Ahora puede vivir mejor'.
'No sé si estamos bien', se decían unos a otros cuantos iban a recibir la visita de los duques de Lugo. Luego ya les explicaban sus proyectos en un clima cordial. En Madritel, supieron de un programa que aprovecha las nuevas tecnologías para formar a alumnos y profesores de colegios públicos. En la Unesco, lo que les contaron fue su proyecto de empapelar la Puerta de Álcala con libros (que luego se utilizarán para programas de alfabetización en América Latina). La ONCE dio cumplida información de sus nuevas técnicas de impresión en braille. Las carpas de Telemadrid, la UNED o Telefónica Movistar, entre otras, fueron otros lugares del recorrido.
Mientras tanto, la infanta Elena y Jaime de Marichalar iban poco a poco incrementando su biblioteca. Con Retrato en sepia, de Isabel Allende, por ejemplo (y corrió la voz de que era una de las autoras que doña Elena había seguido), pero también con los últimos libros de Eduardo Mendoza, Antonio Gala o Gao Xingjian, el último premio Nobel, entre otros muchos. Rafael Alberti y José Antonio Muñoz Rojas fueron algunos de los poetas que se llevaron a casa. Sus voces, claro, sus versos, su música.
Hora y media después, y sin ninguna arruga nueva en su vestuario (Jaime de Marichalar llevaba una chaqueta con algún bolsillo más de los habituales, no se sabe si para guardar los libros), los duques de Lugo se marcharon. Fue el momento de la verdadera sonrisa para Antonio Albarrán. Misión cumplida. La primera de ellas. Les queda el reto, tal como contó, de superar las ventas de la edición anterior. La cifra fue de 518.000 títulos vendidos. Damas y caballeros, ahora les toca mover ficha a ustedes. Que tengan suerte.
Babelia
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