Las 'vacas locas' y la producción ecológica
El autor critica la concepción economicista de la producción de alimentos a costa de su salubridad
¿Alguien piensa que el tema de las vacas locas en Europa es un hecho aislado y que todo está bajo control? Quien piense esto está equivocado. Esta cuestión no es más que la punta de iceberg de un problema ambiental y sanitario de consecuencias imprevisibles donde se nos va nuestra misma subsistencia como especie. Seamos realistas, la producción, recolección, manipulación y distribución de alimentos ha entrado, por lo que respecta a nuestro país en una dinámica economicista donde no importa para nada, ni la calidad de lo que comemos, ni el contexto en que son producidos los alimentos. Tan sólo es relevante su rentabilidad, y, está claro que si estamos hablando de alimentos, el peligro de que acabemos comiendo productos infectados, como la carne de ternera, contaminados e insípidos, se ha convertido en una realidad habitual contra la cual luchan, desesperadamente, nuestros sistemas inmunológicos cada vez más debilitados, no sólo por la baja calidad y degradación de los alimentos que ingerimos cada día, sino, además, por el estilo de vida a que nos obliga esta moderna sociedad de principios de milenio: miedos, competitividad, prisas, ansias de poder, manipulaciones...
Los alimentos son producidos hoy de manera industrial con una premisa: hacer un producto rentable
El tema de las vacas locas está en boca de todos, como consecuencia éste es el cartel que muestran muchas carnicerías valencianas: 'carne de ternera con todos los controles sanitarios'. Pero en realidad y pensándolo bien, el cartel es un insulto para cualquier valenciano preocupado de manera seria de todo aquello que nos llega en forma de alimento a nuestro organismo. Todos tendrían que saber que, prácticamente, todos los alimentos son producidos hoy de manera industrial y con una sola premisa: hacer un producto rentable. Con esta finalidad tan economicista, seamos realistas, los productores, comerciantes y vendedores, venden si hace falta su conciencia y la ética al demonio y, en consecuencia, son capaces de criar los animales, producir los alimentos vegetales, manipularlos y conservarlos con todo tipo de productos químicos de síntesis, de los cuales desconocemos su origen y composición. Productos químicos donde los que los fabrican (desde particulares hasta grandes multinacionales), son igualmente unos desaprensivos, ya que igual que los anteriores, tan sólo buscan enriquecerse rápidamente.
Un ejemplo bien próximo. De paseo entre los huertos y campos de hortalizas de los pocos que quedan en l'Horta Sud, pregunté a un agricultor de Catarroja si hacía servir muchos productos químicos para luchar contra las plagas y las malas hierbas. La respuesta fue que sí, ya que si no lo hacía así, las cosechas se lanzaban a perder, o no llegaban tan bonitas al mercado. Yo le comenté que si era consciente de que el producto resultante podía ser peligroso a la salud de las personas en general, incluidos él y su familia. La respuesta me dejó helado: 'Hombre, yo no soy un bendito, para casa cultivo este bancal con lechugas, zanahorias, tomates... Aquí no tiro nada. Lo cultivo como se hacia antiguamente'. Es decir, hace agricultura ecológica para él y su familia (sin conciencia de hacerlo; qué pena), mientras que al resto de los campos tira todo tipo de productos químicos de síntesis. Como si los productos cultivados con abonos químicos no fueran para alimentar personas.
En este tema tan crucial como es el de cómo son producidos, manipulados y distribuidos los alimentos, hay mezcladas muchas cuestiones que afectan a nuestra salud. De lo que no se habla demasiado es de las cuestiones sociológicas creadas con las formas industrializadas y economicistas con que son tratados, pongamos por caso los productores, ya sean ganaderos o agricultores. Parte del problema es que nuestros ganaderos y agricultores han perdido el contacto con los consumidores y el orgullo de elaborar y criar productos que les dé gozo ofrecer a sus conciudadanos. ¡Pero si es que no tienen reconocimiento de nadie! La gente compra a Mercadona o Carrefour la carne, las frutas y verduras y no conoce al ganadero ni al agricultor que las ha criado, ya que los productos se comercializan, de manera anónima, y se exportan al extranjero (da igual que sea Madrid o Berlín), bien lejos del pueblo donde se han producido y, por tanto, nadie va a decir a los labradores después de comer: 'Oye, Ramón, qué zanahorias más dulces o qué tomates más gustosos'. Lo mismo pasa con la carne de vacuno francesa o inglesa.
Ante todos estos desbarajustes alimentarios, van surgiendo poco a poco personas con conciencia (productores y consumidores) que exigen productos ecológicos. Pero, ¿qué es eso de la producción ecológica? Si queremos hacer alguna cosa al respecto tenemos que saber algunas cosas referente a este tema. Para comenzar: ya está bien de nombrar a la agricultura y ganadería intensiva que utiliza todo tipo de productos químicos de síntesis y harinas de restos de animales muertos, producción normal, y al resto, ecológica, como si no fuese normal. Nombremos las cosas por su nombre de una vez. La producción ecológica es la agricultura y ganadería normal.
La producción intensiva (utilización de productos químicos como plaguicidas, herbicidas, hormonas y otros subproductos con los que alimentan a las plantas y a los animales que sacrificamos para comer) es lo que no es normal. Más bien diría yo que son productos insanos para las personas, tal como lo demuestra la crisis de las vacas locas en Europa. En vista de todo lo que está pasando con este ganado rumiante alimentado con harinas de restos de animales muertos, todos los conservantes y aromas utilizados en productos imperecederos..., podemos afirmar que cuando alguien sale de una tienda o de un hipermercado, todo lo que lleva en el carro de la compra parecen ser alimentos. Pero también podríamos decir que es un carro lleno de productos con una fuerte carga cancerígena, o, al menos, alimentos insanos.
El aviso ya está dado por asociaciones de consumidores, que se hacen servir de estudios y analíticas de gran rigor científico que no hacen más que confirmar que los alimentos, tratados como están hoy, como un producto comercial más, son una amenaza a nuestra salud y a nuestra existencia como seres vivos. ¿No pensamos hacer nada? Una respuesta por parte de los consumidores tendría que incluir al menos, las siguientes reivindicaciones:
-Recibir más información acerca de la producción biológica e intentar comer más productos ecológicos, ya que no queremos que los productos biológicos producidos sean sólo para alimentar a los más ricos y conscientes ciudadanos de países ricos.
-Rechazar el hecho de que se alimente al ganado con harinas animales y se utilicen hormonas en su crecimiento.
-Revelarse ante el hecho de que los productos biológicos sean más caros que los normales, o que no haya puestos de productos biológicos en cada tienda y mercado.
-Exigir que las naranjas, tomates, nabos..., hagan gusto y olor a lo que verdaderamente son: tomates, naranjas, nabos.
-Pedir que se reconozca el trabajo de todos los labradores que ya son productores ecológicos en nuestro país.
-Reivindicar que en nuestros campos de cultivos y paisajes rurales agrarios, vuelva a vivir el caracol, el dragón, la lagartija, la abubilla, el ratón, el murciélago... y muchos más seres vivos que han sido el carnaje durante los últimos 40 años de todo tipo de productos químicos de síntesis.
-Rechazar los alimentos modificados genéticamente.
La única manera de conseguir las peticiones anteriores es ponernos en marcha, y junto con las imprescindibles campañas de educación ambiental, empezar con cosas bien sencillas, como puede ser comprar en las tiendas y cooperativas de productos biológicos que ya hay en nuestro país. Una vez que lo hagamos personalmente, tendremos que comunicárselo a nuestros vecinos, familiares y amigos: ¡ésta sí que es una gran campaña de educación ambiental! No tengáis miedo, comprad y consumid productos biológicos, y en la medida que seamos más personas haciéndolo, bajarán los precios y tendremos puntos de compra más cerca de nuestras casas.
Datos interesantes para todos. Hoy hay unas 15.000 hectáreas cultivadas como biológicas en el País Valenciano (270.000 en todo el conjunto del Estado español), todas repartidas entre unos 400 productores en las tierras valencianas y unos 7.400 en el conjunto estatal. Hay un Comité d'Agricultura Ecològica de la Comunitat Valenciana adscrito a la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación. De la consejería dependen muchas inversiones, ayudas y posibles promociones de la agricultura ecológica.
Bien, como podéis imaginar, consumir productos biológicos permite preservar la salud global del planeta (aires, aguas y suelos más limpios), y como consecuencia, nuestra propia salud. Demostrémonos a nosotros mismos que los seres humanos somos tan inteligentes como parece y pasemos a la práctica.
Paco Tortosa es doctor en Geografía. Paleta1@teleline.es
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