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Carniceros de brazos cruzados

Las caras ayer de dos carniceros del populoso mercado de Prosperidad, en Madrid, eran un poema. Cruzados los brazos sobre sus mandiles blancos, la carne reluciente en el mostrador con toda clase de sellos de garantía, y enfrente la visión desafiante de un pollero que no daba abasto para atender a la clientela. "Pero cómo quieren que alguien compre", intentaba explicar el mayor de los dos comerciantes. "Si mientras estás comiendo ponen en la tele las imágenes de las incineradoras de Inglaterra de hace años y vacas con la lengua fuera llenas de mierda hasta la barriga. Así se van a cargar el sector".Hoy en los hogares españoles se va a comer poca carne. Los industriales de Posperidad no dudaban en calcular que estaban vendiendo menos de la mitad del sábado anterior. Un descenso mucho mayor que el 15% con el que han especulado los responsables del sector. Eso sí, quien compraba lo hacía en el pequeño comercio. Dos mujeres en el mostrador del puesto lo corroboraban. "En casa estamos tranquilos, porque desde hace mucho sólo compro los filetes de Juanjo. Y cuando cambio lo noto. La carne empieza a soltar agua en la sartén". Tímidamente una tercera clienta pregunta al carnicero, "perdón, esta carne ¿de dónde es?". "De Ávila, señora, y de la buena", le responde. La clienta sufre. Se la ve que es carnívora. Se despide con dolor del manjar prohibido y se va a la cola del pollero. No se fía aunque le aseguren que el veterinario que firma el sello de calidad es candidato al premio Nobel.

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Hay otro tipo de comprador que pasa de pretender vivir a riesgo cero y a la pregunta de si siente algún recelo, responde con desdén: "Tonterías. Paco, ponme medio de picada", se dirige al comerciante. "Como que no se yo que todos comen los mismos piensos. Mañana nos dirán que los pollos y los cerdos también están locos".

Si poca era ayer la demanda en el pequeño comercio, menos se registraba en los estantes de carne de las grandes superficies. Quienes lo hacían, habían pasado la noche empollando los informes de Bruselas sobre materiales de riesgo. "Compra masa muscular", aconsejaba una clienta a su amiga indecisa. "Lo que no se deben de comer son las vísceras y los huesos pero con la masa muscular puedes estar tranquila". El consejo no servía en las baldas dedicadas a la ternera gallega. Ni los miopes se acercaban a menos de dos metros.

Hasta el final del día se mantuvo impertérrito un vendedor de casquería de Posperidad. Apenas había vendido unos callos. Aguardaba con humor a que amaine el temporal y aconsejaba: "A este de al lado ni le pregunte que tiene muy mal carácter".

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