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Trintignant declara a sus 70 años que centra la energía en el teatro

El actor presenta en España 'El vals de los adioses', de Louis Aragon

Jean-Louis Trintignant lo tiene claro: "Tengo 70 años, no tengo tiempo de perder el tiempo, la energía que me queda la quiero consagrar al teatro. No es que reniegue del cine, simplemente no voy a hacer más, me interesa más el vino". Este actor, que tantas veces ha llenado la pantalla, interpreta ahora, en el teatro de La Abadía de Madrid, El vals de los adioses, una reflexión de Louis Aragon sobre la vida y la muerte.

Defensa del personaje

Esta obra nació hace dos años para representarse una sola y única vez en el Festival de Gordes, del que es director Antoine Bourseiller, responsable también de esta puesta en escena, que en un principio concibió como un espectáculo con toda su parafernalia y que finalmente fue despojando de todo elemento superfluo. "El hacerlo así no ha sido por razones económicas, sino por filosofía artística", dice Bourseiller, quien conoció a Aragon personalmente y tuvo claro desde un principio que este texto debía teatralizarse y que el intérprete sólo podía ser Trintignant.Aquella única representación ha terminado convirtiéndose en más de 100 funciones con las que se han recorrido varios países. En el escenario, el actor está solo con el acordeonista Daniel Mille, en un mano a mano tan equilibrado que el propio Festival de Otoño ha catalogado el montaje en la categoría de teatro musical.

La obra nació cuando murió la revista Lettres Françaises, la última publicación fundada por Aragon, quien también creó en 1919 Littérature, claro precedente del surrealismo que fundó junto con su amigo André Breton y otros intelectuales de su época.

Trintignant se siente especialmente atraído por el Aragon del final de su vida: "Tengo una dificultad con el texto en los pasajes en los que Aragon manifiesta esa autoridad que tenía cuando es altivo y pretencioso; me siento mejor cuando se convierte en un ser sensible, desnudo, desesperado", dice Trintignant, quien asegura que el texto no habla esencialmente del comunismo, movimiento al que Aragon perteneció desde 1936 y con el que tuvo una fuerte presencia en el Partido Comunista Francés.

"La obra habla de cosas universales, de la vejez, del lado negativo de la vida, y me llama la atención que, siendo un hombre cuya vida ha estado marcada por las mujeres, en este texto se aprecien pulsiones homosexuales que son muy interesantes y que Aragon, al final de su vida, fuese tan exagerado con un comportamiento propio de un viejo sarasa", señala el actor.

Según Trintignant, el público queda muy tocado al final de la representación, cuando el suicidio planea sobre esta obra, que trata de Nerval, un premaldito del siglo XIX que se ahorcó en una calle de París. "El propio Aragon intentó suicidarse, pero el texto lo que dice es que la gente escuche y se aproveche de la experiencia de un viejo que va a morir; puede que políticamente haya gente que se escandalice con la obra. Pero, por otro lado, pienso que el comunismo es la más bella, noble y pura filosofía, pero no estamos preparados para aplicarla y, por desgracia, es inviable", dice el protagonista de Rojo, filme de Kiewlosky, quien se muestra mucho más vitalista que Louis Aragon o Simone de Beauvoir, que afirmaron: "He arruinado mi vida", frase con la que termina este espectáculo.

Entre los proyectos de Trintignant se hallan dos obras de teatro para el año que viene, una del argentino Eduardo Pavlosky y otra que interpretará junto con su hija y un joven actor. "Adoro el cine, pero no pienso hacerlo más; cuando estás sobre el escenario con 300 personas enfrente tengo que intentar por todos los medios estar con cada una de ellas, y eso es apasionante", dice el actor, gran defensor de todos sus personajes, aunque éstos sean odiosos: "Un actor nunca debe juzgar a su personaje. Yo defenderé hasta los más monstruosos, y es que, para un actor, los personajes complejos, retorcidos y llenos de aristas son más interesantes; los héroes no me interesan".En cuanto a su paso por el cine, que parece haber terminado con su trabajo en Los que me aman cogerán el tren, de Patrice Chéraux, hace un frío análisis: "No me arrepiento de lo que he hecho, pero no todo ha sido interesante y la mayoría se trata de algo azaroso".

Su aire de tímido inteligente con mirada escudriñadora es mucho más patente en directo, sobre todo cuando habla de su rechazo a la trivialidad, y para ilustrarlo suelta una cita, algo que le gusta hacer a menudo, de Confucio: "Tenemos dos orejas y una boca; luego escuchemos dos veces más de lo que hablemos".

Pasión de viticultor

Trintignant no sólo vive retirado del cine, sino que se ha entregado con pasión a su nueva faceta de viticultor. Posee un terreno cerca de Nimes y fabrica, como su abuelo, una pequeña cosecha de 20.000 botellas de Côtes-du-Rhòne llamado Rouge Garance que degusta con sus amigos y que se puede beber en algunos restaurantes de la zona. Ayer hablaba con entusiasmo de los vinos españoles: "Hay en ellos una especificidad muy interesante, están más oxidados que los nuestros, y ¡nosotros tan preocupados por oxigenar los y aquí es algo natural!".

En cuanto a la teoría mantenida por muchos médicos de que beber una botella de vino diario (más o menos lo que toma Trintignant) provoca alcoholismo, dice: "No bebo mucho, pero sí todos los días, sinceramente pienso que cuando el médico me dice eso seguramente no se equivoca, pero por lo general la sociedad permite que los artistas seamos un poco drogadictos o un poco alcohólicos".

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